El programa Escuela Espacio de Paz pretende inculcar valores y habilidades sociales entre los escolares La expulsión a las casas se reserva ya sólo a los alumnos más conflictivos y reincidentes
S. VALLEJO GRANADA
La convivencia en un colegio es una asignatura más que los alumnos tienen que aprender y respetar. Es una cuestión de educación y formación que, en muchos casos, sirve incluso más que la formación académica. Y en estos tiempos no es algo insustancial. Además de fomentar el respeto entre iguales, de crear futuros ciudadanos y de mantener el buen clima en las aulas de respeto y convivencia, es necesario también hoy reforzar el respeto a los docentes, que la mayoría considera casi herido de muerte por las generaciones actuales.
Para formar en valores y promover esta convivencia los centros tienen en su proyecto educativo el programa Escuela Espacio de Paz, una red a la que pertenecen más de 220 centros educativos de Granada desde que se implantara en el curso 2002.
Un programa con el que se recuerda a los alumnos que tienen unas obligaciones que cumplir, y muchas. Porque no ir vestido adecuadamente al centro, dificultar el aprendizaje de los compañeros, usar móviles, no hacer los deberes, dañar las instalaciones, agredir a compañeros o docentes e incluso tener conductas temerarias, son conductas impropias que no se pueden consentir.
"El objetivo es reforzar la convivencia en los centros, que en la actualidad ha sufrido un deterioro porque entre los jóvenes la convivencia es más difícil por cuestiones como las redes sociales por ejemplo, que han reducido los contactos personales. Ahora los derechos se anteponen a las obligaciones. Y los niños tiene, y muchas", aseguró Cristino Alonso, director del IES Los Cahorros del barrio de la Vega de Monachil, uno de los centros pertenecientes a la Red Escuela Espacio de Paz, además distinguido con el distintivo Convivencia + durante varios años.
"No se pueden hacer acciones para tapar heridas. Hay unas normas de convivencia en las que entramos todos y la prevención es fundamental", matizó Alonso.
Y, como todas las reglas, si no se cumplen, conllevan sanciones. Así, además de los libros de profesores y del listado de alumnos, los docentes del centro llevan también un parte en el que anotan los incumplimientos de los alumnos sobre estas normas de convivencia. Y poner muchas cruces conlleva la salida de la clase a un aula de convivencia, una medida previa a la expulsión, que hoy en día no se considera tan efectiva ya que se apuesta más por trabajar esos comportamientos, prevenirlos y atajarlos.
Hay faltas leves, graves o muy graves y varias formas de sancionarlas. "Lo primero que se hace cuando se detecta un problema de convivencia es advertir al alumno verbalmente. Pero hay veces en las que no desiste de su actitud, por lo que -también dependiendo de la gravedad y de la paciencia del profesor- se pasa a la amonestación escrita. En ese caso se utilizan los partes de comportamiento. Y una X en una de sus casillas ya es una falta por la que hay que responder.
"Con nueve cruces el alumno pasa al aula de convivencia unos tres días. Pero depende de la gravedad. Hay conductas en las que hay que actuar de inmediato y no esperar a las nueve faltas, como por ejemplo una agresión, que supone también la expulsión directa. Cuando se acumulan otras nueve, se procede a la expulsión temporal del centro, pero creemos que la expulsión no arregla los problemas", explica Inma Moya, jefa de estudios del IES Los Cahorros. Los puntos negativos se acumulan por trimestres.
En el aula de convivencia, donde no se pueden juntar más de tres alumnos, siguen haciendo sus tareas de clase pero hay una labor de análisis y de prevención de nuevas conductas similares. "La expulsión no reconduce nada. Hay que hacer refuerzo positivo y prevención. Lo que no se puede hacer es quitarte al niño de encima y ya está", matiza la encargada del Departamento para la Convivencia del IES, Mercedes Lara.
Y como confían en la prevención y en los cambios de conducta, "si tienes una semana buena se quitan dos puntos".
"No es sólo castigo, que tiene que haberlo, pretendemos que sea un sitio de reflexión con el profesor de guardia en el que se conversa sobre la situación", puntualiza el director.
Para esa prevención su planteamiento del programa Escuela Espacio de Paz incluye la realización de tutorías semanales para trabajar la socialización y la educación en valores. En todo esto les ayuda Miriam Barbero, monitora de atención a alumnos con déficit de habilidades sociales y riesgo de exclusión, que pone el Ayuntamiento del municipio, también implicado en fomentar la convivencia. "También trabajamos en mediación, dinámicas de contacto, conexión, que además de detectar problemas los evita", dice Barbero.
La familia también es fundamental en todo este proceso ya que "tienen que poner remedio a estas actuaciones". Por eso, en casos determinados, también se trabaja con las familias para que refuercen o no determinados comportamientos y se siga la misma línea de trabajo. "Si la familia no participa, todo este trabajo se queda cojo", asegura el equipo de convivencia del IES.
En el centro se han reservado espacios para adecuar esta aula de convivencia y además están implicados todos los docentes. Tienen que estar concienciados con esta política y colaborar también en la vigilancia de las aulas de convivencia o en las guardias de recreo. Todo por el bien de los alumnos, que de esta forma aprenden a que hay que cumplir unas normas.
"Hemos notado que hay alumnos que mejoran y no realizan más estas conductas. Incluso antiguos alumnos que de otro modo hubieran salido del sistema, ahora están integrados en otros niveles educativos o laborales sin problema", defiende orgullosa Mercedes Lara, convencida de los beneficios de este programa sobre todo para los alumnos.
Pero también se da lo contrario, aunque en menor medida. También están los alumnos que reinciden. El problema es que estos alumnos "hacen mucho ruido" y pueden causar más perjuicios en el resto de la comunidad educativa y en su propio futuro.
En definitiva, se trata de incluir en los planes educativos de los centros una visión preventiva e integradora alejada de los castigos y expulsiones de otros tiempos pero que también tienen que alertar sobre los problemas de convivencia y el incumplimiento de las normas en un colegio.
Para formar en valores y promover esta convivencia los centros tienen en su proyecto educativo el programa Escuela Espacio de Paz, una red a la que pertenecen más de 220 centros educativos de Granada desde que se implantara en el curso 2002.
Un programa con el que se recuerda a los alumnos que tienen unas obligaciones que cumplir, y muchas. Porque no ir vestido adecuadamente al centro, dificultar el aprendizaje de los compañeros, usar móviles, no hacer los deberes, dañar las instalaciones, agredir a compañeros o docentes e incluso tener conductas temerarias, son conductas impropias que no se pueden consentir.
"El objetivo es reforzar la convivencia en los centros, que en la actualidad ha sufrido un deterioro porque entre los jóvenes la convivencia es más difícil por cuestiones como las redes sociales por ejemplo, que han reducido los contactos personales. Ahora los derechos se anteponen a las obligaciones. Y los niños tiene, y muchas", aseguró Cristino Alonso, director del IES Los Cahorros del barrio de la Vega de Monachil, uno de los centros pertenecientes a la Red Escuela Espacio de Paz, además distinguido con el distintivo Convivencia + durante varios años.
"No se pueden hacer acciones para tapar heridas. Hay unas normas de convivencia en las que entramos todos y la prevención es fundamental", matizó Alonso.
Y, como todas las reglas, si no se cumplen, conllevan sanciones. Así, además de los libros de profesores y del listado de alumnos, los docentes del centro llevan también un parte en el que anotan los incumplimientos de los alumnos sobre estas normas de convivencia. Y poner muchas cruces conlleva la salida de la clase a un aula de convivencia, una medida previa a la expulsión, que hoy en día no se considera tan efectiva ya que se apuesta más por trabajar esos comportamientos, prevenirlos y atajarlos.
Hay faltas leves, graves o muy graves y varias formas de sancionarlas. "Lo primero que se hace cuando se detecta un problema de convivencia es advertir al alumno verbalmente. Pero hay veces en las que no desiste de su actitud, por lo que -también dependiendo de la gravedad y de la paciencia del profesor- se pasa a la amonestación escrita. En ese caso se utilizan los partes de comportamiento. Y una X en una de sus casillas ya es una falta por la que hay que responder.
"Con nueve cruces el alumno pasa al aula de convivencia unos tres días. Pero depende de la gravedad. Hay conductas en las que hay que actuar de inmediato y no esperar a las nueve faltas, como por ejemplo una agresión, que supone también la expulsión directa. Cuando se acumulan otras nueve, se procede a la expulsión temporal del centro, pero creemos que la expulsión no arregla los problemas", explica Inma Moya, jefa de estudios del IES Los Cahorros. Los puntos negativos se acumulan por trimestres.
En el aula de convivencia, donde no se pueden juntar más de tres alumnos, siguen haciendo sus tareas de clase pero hay una labor de análisis y de prevención de nuevas conductas similares. "La expulsión no reconduce nada. Hay que hacer refuerzo positivo y prevención. Lo que no se puede hacer es quitarte al niño de encima y ya está", matiza la encargada del Departamento para la Convivencia del IES, Mercedes Lara.
Y como confían en la prevención y en los cambios de conducta, "si tienes una semana buena se quitan dos puntos".
"No es sólo castigo, que tiene que haberlo, pretendemos que sea un sitio de reflexión con el profesor de guardia en el que se conversa sobre la situación", puntualiza el director.
Para esa prevención su planteamiento del programa Escuela Espacio de Paz incluye la realización de tutorías semanales para trabajar la socialización y la educación en valores. En todo esto les ayuda Miriam Barbero, monitora de atención a alumnos con déficit de habilidades sociales y riesgo de exclusión, que pone el Ayuntamiento del municipio, también implicado en fomentar la convivencia. "También trabajamos en mediación, dinámicas de contacto, conexión, que además de detectar problemas los evita", dice Barbero.
La familia también es fundamental en todo este proceso ya que "tienen que poner remedio a estas actuaciones". Por eso, en casos determinados, también se trabaja con las familias para que refuercen o no determinados comportamientos y se siga la misma línea de trabajo. "Si la familia no participa, todo este trabajo se queda cojo", asegura el equipo de convivencia del IES.
En el centro se han reservado espacios para adecuar esta aula de convivencia y además están implicados todos los docentes. Tienen que estar concienciados con esta política y colaborar también en la vigilancia de las aulas de convivencia o en las guardias de recreo. Todo por el bien de los alumnos, que de esta forma aprenden a que hay que cumplir unas normas.
"Hemos notado que hay alumnos que mejoran y no realizan más estas conductas. Incluso antiguos alumnos que de otro modo hubieran salido del sistema, ahora están integrados en otros niveles educativos o laborales sin problema", defiende orgullosa Mercedes Lara, convencida de los beneficios de este programa sobre todo para los alumnos.
Pero también se da lo contrario, aunque en menor medida. También están los alumnos que reinciden. El problema es que estos alumnos "hacen mucho ruido" y pueden causar más perjuicios en el resto de la comunidad educativa y en su propio futuro.
En definitiva, se trata de incluir en los planes educativos de los centros una visión preventiva e integradora alejada de los castigos y expulsiones de otros tiempos pero que también tienen que alertar sobre los problemas de convivencia y el incumplimiento de las normas en un colegio.
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