Desde hace milenios los astrónomos observan el Sol y sus llamaradas. Hoy se estudian estas últimas por su gran efecto en el clima espacial, los satélites, la atmósfera terrestre, las comunicaciones y la transmisión eléctrica en la Tierra.
Entre los años 2009 y 2015, se registraron un total de 11.760 llamaradas, con una duración promedio entre 10 y 24 minutos, sin embargo algunas fueron más excepcionales, y se extendieron bastante en el tiempo. El 17 de julio de 2012, por ejemplo, un evento duró 7 horas y un minuto, según datos del Observatorio de la Sociedad Astronómica Royal de Bélgica.
Un suceso muy significativo de este tipo ocurrió el 1 de septiembre de 1859. Ese día, eran las 11:18 de la mañana cuando el astrónomo Richard Carrington estaba en su observatorio privado con su telescopio observando el Sol, relata el equipo de la NASA al analizar en 2008 el evento histórico.
Carrington estudiaba las manchas solares proyectando la imagen del Sol en una pantalla de 11 pulgadas de ancho, y “era muy hábil”, señalan los astrónomos. “En esa mañana, él estaba capturando la imagen de un enorme grupo de manchas solares”.
Manchas solares del 1 de septiembre de 1956. (Observatorio de la Sociedad Royal de Astronomía)
“De repente, ante sus ojos, dos perlas brillantes de cegadora luz blanca aparecieron sobre las manchas solares, que se intensificaron rápidamente, y se convirtieron en forma de riñones”, dice el relato.
Al darse cuenta de lo que estaba siendo testigo, escribió que estaba “agitado por la sorpresa (…) Yo apresuradamente corrí a llamar a alguien para presenciar la exposición conmigo. Al volver dentro de 60 segundos, yo estaba mortificado al ver que ya había cambiado mucho y se había debilitado”.
Sólo cinco minutos habían pasado, sin embargo, pese a la corta duración, justo antes del amanecer del día siguiente, los cielos de todo el planeta estallaron en las auroras de luminosos colores rojos, verdes, y púrpuras.
Aurora boreal del 15 de marzo de 2017 a unos kilómetros al este de Chester, Dakota del Sur, EE.UU. (Christian Begeman- Galería Space Weather) |
La gente contaba que los periódicos se podían leer de noche tan fácilmente como con la luz del día, y esto no solo ocurrió en las latitudes altas, como suele suceder normalmente, sino incluso a latitudes tropicales, como las de Cuba, Bahamas, Jamaica, El Salvador, y Hawai.
En aquella época se usaba el telégrafo, y en todo el mundo se registraron descargas y chispas de fuego.
“Incluso cuando los telegrafistas desconectaron las baterías de alimentación, las auroras indujeron corrientes eléctricas en los cables que permitieron aún transmitir los mensajes”, destacan los astrónomos.
Llamarada solar de 2012. (NASA) |
Carrington vio seguramente una gran explosión solar, con una intensa llamarada, que surgió de la mancha solar, y debió ser acompañada de una eyección de masa coronal, que se desplazó a muy alta velocidad hacia la Tierra, generando en menos de un día una tormenta geomagnética en nuestro planeta.
Tormenta solar. Partículas de radiación llegando a la Tierra. (NASA) |
Las tormentas solares suceden con más intensidad durante los años del período de Máximo Solar, cada 11 años aproximadamente. Sin embargo, la magnitud de lo ocurrido en 1856 fue seguramente por lejos superior a los eventos actuales y además podría hoy tener un efecto mayor que en el pasado, por el potencial daño a las fuentes de poder y a las vastas redes eléctricas existentes en la Tierra.
Manchas solares y llamaradas solares vistas desde dos tipos de telescopios. (NASA) |
Los astrónomos descubren hoy la mayoría de las erupciones solares por la explosiva liberación de rayos X, que se registra en los telescopios espaciales construidos para este propósito. Además desatan un ruido de radio, que viene registrado por los radio telescopios del espacio y de la Tierra. Esto permite un margen de tiempo para generar una alerta en la Tierra.
En los días de Carrington, él logró ver una súper llamarada que producía una luz suficiente para competir con el brillo del sol mismo.
“Es raro que uno pueda ver un brillo de la superficie solar”, destacó el físico David Hathaway. “¡Se necesita mucha energía para calentar la superficie del sol!”, agregó.
El 5 de diciembre del 2006, el procesador de imágenes de rayos X a bordo del telescopio espacial del satélite NOAA GOES-13 sacó la foto de una llamarada, pero esta fue tan intensa, que el equipo reportó que incluso dañó el instrumento que tomó la imagen. “Los investigadores creen que la llamarada de Carrington era mucho más enérgica que ésta”, dice la NASA.
La explosión produjo no sólo un aumento de la luz visible, sino también una nube gigantesca de partículas cargadas por los bucles magnéticos, que viene a ser llamada CME – una eyección de masa coronal del Sol.
Arrojó la nube directamente hacia la Tierra, y a la mañana siguiente, cuando el CME llegó, chocó contra el campo magnético de la Tierra, “hizo que la burbuja global del magnetismo que rodea a nuestro planeta, temblara y se estremeciera. Los investigadores llaman a esto una tormenta geomagnética”, explicó la NASA.
Nubes que revelan la eyección de masa coronal del Sol. (NASA) |
Desde ese momento se desplazaron campos inducidos con enormes corrientes eléctricas que volvieron “locos” a los telégrafos e interrumpieron las comunicaciones.
Louis J. Lanzerotti, ex miembro del personal técnico en los Laboratorios Bell, comentó a través de la NASA, que tomó nota de los efectos de las tormentas geomagnéticas solares en las comunicaciones terrestres cuando una enorme llamarada solar el 4 de agosto de 1972, bloqueó la comunicación telefónica de larga distancia en Illinois.
“Ese evento, de hecho, hizo que la AT & T rediseñara su sistema de energía para los cables transatlánticos”, explica la NASA.
Una llamarada similar ocurrió el 13 de marzo de 1989, y las tormentas geomagnéticas interrumpieron la transmisión de energía eléctrica de la estación generadora Hydro Québec en Canadá. Unas 6 millones de personas quedaron en total oscuridad durante 9 horas. Incluso los transformadores se fundieron en Nueva Jersey.
Durante la tormenta de diciembre de 2005, las comunicaciones por satélite a Tierra y las señales de navegación Sistema de Posicionamiento Global (GPS) se interrumpieron durante unos 10 minutos. Eso puede afectar y poner en peligro a las naves espaciales y aeroplanos.
Aurora causada por una tormenta geomagnética solar el 17 de marzo de 2015. (NOAA) |
“Yo no habría querido estar en un avión comercial siendo guiado en un aterrizaje por GPS o en un barco, que está siendo atracado por GPS durante esos 10 minutos”, destacó Lanzeroti.
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