Escritora, psiquiatra y profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad de Córdoba
C.T.S. acaba de cumplir 13 años, es viernes y está castigada porque ha suspendido cuatro asignaturas, por lo que no podrá acudir con sus amigas a una fiesta. Ha intentado por todos los medios que sus padres le levanten el castigo y al no conseguirlo se ha enfadado mucho, les ha gritado y se ha encerrado en su cuarto dando un portazo con mucho genio. Llora desconsolada, se siente incomprendida, no querida, la persona más infeliz del mundo. Enciende el ordenador y entra en Facebook, conoce un grupo en el que encuentra a otros como ella, donde recibe consuelo, porque todos saben por lo que está pasando, la comprenden y le dan buenos consejos... C.T.S. es real, ha sido mi paciente en la consulta y ha estado a punto de convertirse en presa de un pedófilo que actuaba amparado en el anonimato de la red si no hubiera sido por la intervención de una amiga que alertó a sus padres.
Raquel López, de 12 años, uno de los personajes de La fuerza de Eros (Ediciones Versátil, 2016), que novela que cierra la Trilogía del Mal (a la venta a mediados de septiembre), no tuvo esa suerte y fue víctima de un desaprensivo cazador, Ernesto Palma. Ernesto es un pedófilo que se hacía pasar por estudiante de Psicología y que le ofreció ayuda aprovechándose de su vulnerabilidad emocional.
La fuerza de Eros plantea, sobre la base de hechos de indudable verosimilitud, el riesgo de navegar sin medidas de protección y el submundo que se esconde en la Darknet o red oscura; esa red oculta en la que se preserva el anonimato del origen y destino de cualquier transmisión de información.
En el 2015 asistimos al experimento realizado por un famoso youtuber, Coby Persin, de 21 años, que, haciéndose pasar por un chico de 15, engañó a tres niñas para concienciar a su padres de lo fácil que era para los pedófilos tener contacto físico con menores a través de Internet. Esta noticia y su correspondiente vídeo se hizo viral, y todos pudimos contemplar como los padres de las tres niñas de 12, 13 y 14, no daban crédito a lo que estaban viendo después de haber jurado y perjurado que sus hijas nunca harían una cosa así. Señalaba Persin que, después de enviarles una solicitud de amistad, solo le bastaron tres días de conversación para conseguir una cita con ellas.
Existe una población de riesgo para los depredadores sexuales: niños y niñas en etapas de la vida conflictivas en las que se está forjando su personalidad.
Sin duda, las ventajas que conlleva el mundo globalizado surgido al amparo de los avances tecnológicos en telecomunicaciones e informática y, en especial, con Internet, vienen acompañadas de múltiples peligros para todos los que usamos este medio y de los que no tomamos conciencia hasta que algo nos ocurre: robo de contraseña, de identidad, uso fraudulento de cuentas bancarias, chantaje... Pero existe una población de riesgo para los depredadores sexuales: niños y niñas en etapas de la vida conflictivas en las que se está forjando su personalidad y que no alcanzan a intuir el peligro que corren al exhibirse abiertamente en el mundo de la red.
Según datos proporcionados por INTECO (Instituto Nacional de Tecnologías de la Comunicación), casi un 6% de los menores españoles sufre ciberbullying --acoso por Internet--, un 4% aseguran haber sido víctima del sexting --intercambio de imágenes con contenido erótico o sexual de una manera consentida, en un principio, entre quien la envía y quien la recibe-- y algo más de un 3% ha sufrido casos de grooming --acoso ejercido por un adulto referido a acciones realizadas deliberadamente para establecer una relación y un control emocional sobre un niño o niña con el fin de preparar el terreno para el abuso sexual del menor--.
Encontrar la causa de por qué esto sucede es necesario para ponerle remedio, pero ¿dónde radica el problema? Asistimos a nuevas patologías de origen multicausal en las que un análisis simple no nos lleva a un adecuado enfoque del problema. Necesitamos abarcar, tratar y prevenir el amplio abanico posibilidades si queremos tener algo de éxito.
La red es útil y tiene múltiples aplicaciones, incluso educativas, siempre que se haga de ella un uso responsable. Los padres deben ser conscientes del problema, permanecer alertas protegiendo los equipos informáticos y advirtiendo de los peligros a sus hijos con ejemplos claros que ellos puedan entender.
Los padres tienen la obligación de enseñar a sus hijos lo que significa el anonimato y lo que se esconde tras esa palabra; en la red siempre hay que desconfiar, no todo el mundo es quien dice ser y, por último y más importante, inculcarles el valor de la privacidad personal, tanto a nivel corporal --no compartir imágenes privadas-- como intelectiva --no compartir estados de ánimo, ni cuestiones personales ni familiares--. Es vital transmitirles el valor de la confianza, que permitirá que el niño pueda solicitar ayuda de un adulto o de la policía en los casos en los que esté sintiendo víctima de acoso o intimidación.
El gromming puede evitarse y está en nuestras manos de adultos comprometidos poner la primera piedra para prevenirlo. Precisamente de no haber hecho esto se lamentaban los padre de Raquel López en La fuerza de Eros.
La Policía Nacional dispone de un cuerpo especial de ciberagentes y una dirección en la que pueden denunciar hechos de este tipo
No hay comentarios:
Publicar un comentario