Andalucía figura en el primer plano de las preocupaciones de los escritos de Eva Díaz
Eva Díaz acaba de publicar un libro, Travesías históricas. Viajeros andaluces que contaron el mundo, que no se pretende en estas líneas reseñar, porque ya hay buenas plumas para dar cuenta de él. Pero sí puede ser ocasión este nuevo título, para atreverse a decir algo sobre su autora. Existe un razonable pudor a la hora de hablar de la persona que está detrás de unas páginas impresas. Quizás porque los buenos libros pueden comprenderse sin saber nada de sus autores. Pero en este caso, hablar de Eva Díaz tiene otro propósito, porque puede haber ya quiénes al sentirse convocados a leer su nuevo libro, se pregunten por el personaje que se esconde tras las fotos que figuran en las contracubiertas de sus obras. ¿Y cómo es? Pues, si se intenta dibujarle un perfil, la primera pincelada debería mostrar los rasgos de una mujer simplemente nacida para escribir: nacida, confirmada y comprometida con la literatura. Sin desvíos, sin desplantes y con la suma discreción de quien ha sabido elegir lo que más le gusta y puede hacer mejor.
La segunda pincelada debería resaltar que, en tarea tan difícil como la escritura, cuentan poco la sabiduría y la sensibilidad si no se apoyan en el esfuerzo continuado. Así, año tras año, hay que llegar al lector con un producto que responda a las expectativas dejadas latentes por el título anterior. Por eso, éste es un punto primordial a la hora de redondear su perfil: hay que llegar al lector, por supuesto, pero ¿con qué tipo de libro? debió preguntarse Eva Díaz. Y ya, desde el primer momento, mostró que, con sus escritos, no ansiaba un fácil y rosado reconocimiento. Más bien, con aire de reto y desafío frente al olvido, ha buscado cuestiones en las que era necesario indagar seriamente y recuperar lo arrinconado, para conmover y agudizar el espíritu crítico y la memoria de la gente. Una tarea, en principio, difícil pero que moral y literariamente ha justificado su dedicación. Se podría añadir, otro efecto colindante: Andalucía figura en el primer plano de las preocupaciones de sus escritos, y hay que agradecerle que haya considerado necesario remover en una cultura últimamente tan empobrecida y de la que queda tanto por desvelar. Pero, desde luego, no tratado de utilizar esa afinidad nativa y electiva en una apuesta excluyente. Desafío hay también en su audaz forma de transitar de uno a otro género literario: el artículo periodístico, el ensayo biográfico, el relato histórico o la novela, son sólo medios útiles cuando el gran compromiso es con la escritura.
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