TRIBUNA
La mejor forma de protegerse de la subida de tipos de interés será la de anticiparse y poner en marcha un plan de financiación acorde con la estructura de negocio de cada compañía
¿Y si se acaba el dinero barato? |
Que el dinero no tenga valor es una situación anómala. Y sin embargo, llevamos varios años en los que la inflación, los tipos de interés y el crecimiento económico coquetean o traspasan la frontera del cero, manteniéndonos en una situación desconocida y compleja. Siempre ha habido defensores de las políticas de dinero barato con objetivos diversos -unos más respetables que otros - y bastantes gobiernos han forzado a la baja los tipos de interés para facilitar la financiación del sector público o mejorar las expectativas del privado. Es bueno recordar que los tipos de interés negativos no sólo son extraños a las finanzas tal y como las conocemos sino que además, y es algo mucho más importante, han sido fruto de las agresivas compras de deuda decididas por los Bancos Centrales. Recuerden el famoso whatever it takes de Mario Draghi en plena crisis del euro.
Durante los años más virulentos de la crisis, la mayoría de las entidades bancarias europeas prefirieron guardar sus excedentes de liquidez en el BCE antes que prestarlo, sobre todo porque no tenían demanda solvente de crédito, algo que todavía sucede. Aún así, el dinero no llegaba a familias y empresas y esa fue la principal razón que empujó al BCE a bajar los tipos para acabar, en una decisión inédita, cobrando por los depósitos. Los gobiernos querían financiar su desbocado déficit público mediante deuda y por tanto, en una visión cortoplacista, pensaron que cuanto más barata la obtuvieran, más fácil les sería asumirla. Sin embargo, la deuda siempre genera obligaciones financieras a las generaciones futuras siendo excesivas en el caso de España ya que su volumen ha terminado superando al PIB, lo que no ocurría desde hace un siglo.
Que la era de los tipos cero se acerca a su fin parece una evidencia. El interés de la deuda pública ha aumentado en los últimos meses. El bono español a treinta años se ha encarecido en 50 puntos básicos y el bund alemán se acerca al 0,30% cuando este verano cotizaba en negativo. De hecho, la deuda de la zona euro que aún está en tasas negativas sigue superando el 40% aunque no debemos olvidar que en julio era más del 55%. A lo largo de la crisis el apalancamiento de las empresas se ha reducido, pero su deuda actual no es mucho menor que la de las Administraciones Públicas y suma 915 mil millones de euros.
Parece y así lo confirman las últimas decisiones de la Reserva Federal y las manifestaciones de su presidenta, Janet Yellen, que la subida del precio del dinero que acaba de decidir va a seguir a lo largo de 2017. Como el ciclo económico europeo es diferente al estadounidense, no se espera una decisión igual en Europa aunque se dará probablemente a finales del año próximo. Está claro que la gran beneficiada de una subida de tipos de interés será la banca. El dinero más caro y la inflación mejorarán sus márgenes. En cambio, los estados se verán perjudicados por el incremento de los costes financieros aunque la inflación les ayudará a amortiguarlos y el crecimiento les permitirá recaudar más impuestos que podrían dedicar a amortizar deuda. En el caso de las empresas, el mayor problema lo tendrán aquellas que aún siguen muy apalancadas pues el encarecimiento de la deuda reducirá, en algunos casos muy significativamente, sus márgenes.
De todos modos, no se prevé una subida excesiva ni una rápida escalada. Pero está claro que las empresas, sea cual sea su tamaño, deberían ir previendo esta posibilidad antes de que la realidad encarezca su financiación y reduzca o acabe con sus beneficios. Con el dinero barato, las compañías que arrastraban graves problemas de viabilidad a consecuencia de la crisis económica han podido refinanciarse y sobrevivir y las que gestionan negocios más o menos saneados o con perspectivas de crecimiento y beneficio han podido financiar tanto su circulante como sus inversiones a precios tan bajos como desconocidos. Ante el encarecimiento de los tipos, las empresas requerirán reforzar sus balances y reducir su dependencia de la financiación bancaria y algo así no podrá afrontarse en unos meses. Por tanto, la mejor forma de protegerse de la subida de tipos de interés será la de anticiparse y poner en marcha un plan de financiación acorde con la estructura de negocio de cada compañía. Las líneas maestras serán tres y las tres son clásicas: financiar la actividad a corto plazo mediante anticipos de medios de pago o de facturas; cubrir las tensiones de tesorería con líneas de crédito que sumen como máximo su facturación media mensual y en el caso de iniciar proyectos a largo plazo, hacerlo sólo con aquellos que sean capaces de autofinanciarse. Las empresas que no se anticipen se encontrarán con graves problemas financieros ya que el encarecimiento de la financiación consolidada y corriente lastrará sus cuentas y podrá poner en peligro su propia supervivencia.
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