VERÓNICA GAYa
-Con olor aún a Feria del Libro, le iba a preguntar qué papel cree usted que tiene el libro en nuestras vidas, pero leyendo el suyo ya me lo ha dicho, "para evadir las obsesiones", ¿hacia dónde nos llevará esa evasión?
-El libro propone un recorrido por el ser humano y su conciencia, que en este caso es un recorrido desde la culpa. La culpa no es siempre un castigo, la culpa no es siempre una penitencia, la culpa no siempre es la consecuencia del pecado. La culpa puede ser gozosa. Si nos fijamos en lo religioso hay un sexto mandamiento que es "No fornicarás", pero hacerlo produce una culpa que puede ser gozosa.
La culpa es un ámbito amplio, a la vez misterioso, y muchas veces positivo y alentador. Es un sentimiento muy diverso de penetración en la condición humana. La culpa a veces busca justicia y a la vez puede ser condenada por ella. Puede ser un instrumento magnífico, pero también destructor.
-Esa forma de entender la culpa con orgullo, ¿no suena anticuado? Como algo romántico.
-Quizás es porque estamos metidos en un mundo de excesiva teatralidad, en el peor sentido se esta palabra. Hay una frivolización de las conciencias. Ahora la emotividad vende poco, los culpables ni siquiera se sienten culpables.
-Otro tema que se puede extraer de la novela es el de la huida, un tema desgraciadamente muy actual, ¿cómo ha sido sumergirse en la vida de alguien que huye?
-Cuando yo era pequeño, en la playa de la casa de mis abuelos, un amiguito me contaba que mi padre había desaparecido en el mar. Yo lo contaba en casa, unas veces se reían y otras no hacía ninguna gracia el relato, pero lo cierto es que yo siempre tuve la idea del padre que había desaparecido ahogado por allí y aún hoy la tengo. Paseo solo por la playa e imagino la escapada de mi padre.
-¿En qué sentido lo imagina? ¿Fantasea o piensa que su amigo quizás tenía razón?
-No, no, ya comprobé que no la tenía. A mí, de todos modos, tampoco me ha preocupado muchísimo ese tema, yo nunca he tenido preocupación por la ausencia del padre, en absoluto. Tuve una madre tremendamente eficaz.
He imaginado desde una emoción plenamente literaria.
-¿Cómo ha sido reinventar a ese padre?
-Quizás había cosas a las que no le había dado suficiente importancia. Cuando iba a la casa de mis amigos, siendo niño, y veía a sus padres, esas personas tan autoritarias, no me gustaban nada. Yo vivía con mi madre, que no es que no tuviera autoridad, pero la ejercía con normalidad, sin autoritarismo, sin pegarte... Me consideraba un ser tremendamente feliz por no tener padre, con mi madre me bastaba. Puede que por eso haya tenido luego la necesidad de inventarme un padre. Algo quedaba ahí.
-En esa mirada al mar de la que habla, ¿también tiene mucho que ver Diario de Cádiz?
-Para mí fue importantísimo Diario de Cádiz. Mi abuela era una gran lectora de periódicos, leía los periódicos de Canarias, pero además teníamos familia en Cádiz y Venezuela, y a ella le enviaban los periódicos de allí. Los enviaban en barco y llegaban con mucho retraso, pero para nosotros era maravilloso. Yo me imaginaba los escenarios de Cádiz, me conocía sus calles a través de lo que había leído en los periódicos. El Diario de Cádiz fue fundamental para mi vocación literaria y de periodista.
Un niño de siete años en una isla tiende a imaginar otros paisajes, y Cádiz era la otra orilla.
Para mí es muy emocionante ir allí. Me recuerda mucho a Canarias y además me parece que es el territorio de humor más extraordinario. Andalucía tendrá mucha gracia, pero la gracia de Cádiz es inigualable. Me gusta meterme en los bares, pedirme un tinto de verano y escuchar a su gente. Disfruto de pasear por la calle y ver a esas señoras hablando de sus cosas, en alta voz, tienen algo natural.
-Ha sido periodista, escritor, y hace un par de años que se metió a política, y lo hizo, según lo que dijo, porque decía que se avecinaba un cambio.
-Sí, pero un cambio a peor, me he visto completamente decepcionado. El discurso público me parece de revista del corazón. Hay mucho Belén Esteban, con todo mi respeto para esta señora, en la política. Y hay poca razón, poco sentido común y mucho circo.
-La experiencia le llevó a la política, al Partido Socialista del País Valencino (PSPV-PSOE), ¿la experiencia política le dará para escribir un nuevo libro?
-No creo. Siempre pensé que iba a hacer un Diario de las Cortes, pero no me da, y las reacciones más pertinentes, más bobas... me dan para un libro caricaturesco. Los personajes no tienen ni siquiera el peso de un personaje literario, prefiero dejarlo.
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