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Dos niños de 5 y 8 años son asesinados por su padre, presunto maltratador de su madre, en Campo de Criptana y una bebé de año y medio es ahorcada por su madre en un municipio mallorquín; otra niña de 14 años, obligada a prostituirse por su madre y hermanos, es liberada por la Policía en Madrid; cuatro menores, residentes en el País Vasco, sufren una mutilación genital durante sus vacaciones familiares en Mali; una chica de 16 años, "cansada de vivir", se tira al vacío desde su domicilio después de ser víctima de acoso escolar y otro chico de 11 hace lo mismo porque "es la única forma de no ir al colegio"; diez menores, desde bebés hasta niños de 14 años, son identificados por la Guardia Civil como víctimas de abusos sexuales tras una macrooperación contra la pornografía infantil que concluye con 102 personas detenidas en 38 provincias españolas; varios niños de edades inferiores a 4 años llegan a las costas andaluzas en una patera junto a sus madres; la red de trata de seres humanos que los trae a España los utiliza para coaccionarlas a ellas y lograr que, prostituyéndose, paguen su deuda, para terminar explotando sexualmente también a los menores al cabo de un tiempo...
Algo gravísimo está pasando y es imprescindible ponerle nombre y conocerlo en toda su magnitud. Niños y niñas sufren en silencio distintos tipos de violencia sin poder defenderse ni librarse de ella. Si la sociedad no actúa, seguirán viviendo, e incluso muriendo, sumidos en el dolor que les causan otros, que con frecuencia son quienes más deberían velar por su feliz desarrollo.
Conocer la realidad es la primera condición para poder cambiarla, de ahí la imperiosa necesidad de llevar a cabo encuestas, estudios e investigaciones potentes sobre la violencia en la infancia. Como ejemplo, en 2015, la Macroencuesta de violencia sobre la mujersacó a la luz el mapa de la violencia de género en nuestro país, alertando sobre cuestiones como la gravedad de la actitud de control y dominación que padecían nuestras jóvenes. Los medios se hicieron eco de este trabajo y, desde entonces, el problema de la violencia de género y la juventud se ha convertido en un tema conocido socialmente y sobre el que se ha comenzado a actuar con intensidad. Lo mismo sucedió con otros estudios realizados. Lógicamente, en el caso de las encuestas, no se podrá preguntar directamente a los menores, como se hacía con las mujeres, pero sí, quizás, a las personas jóvenes para acercarnos, a través de su experiencia, a la realidad actual de la violencia en la infancia.
Según la 'Macroencuesta de violencia sobre la mujer' de 2015 , más del 63% de las víctimas de malos tratos tenían hijos que presenciaron las situaciones de violencia contra sus madres y el 64% de ellos sufrieron directamente esta violencia.
No se puede actuar a base de intuiciones. Por eso, la importancia de la labor investigadora y estadística es enorme: el estudio permite conocer la realidad y diagnosticarla mejor; como consecuencia de ello, las políticas públicas pueden orientarse de manera más efectiva; finalmente, los medios de comunicación, interesados en las cifras y las conclusiones obtenidas, las difunden y realizan así una verdadera campaña institucional gratuita y duradera a través de sus reflexiones en prensa, televisión, blogs, radios... Hemos comprobado cómo, en violencia de género, el altavoz mediático sobre los datos ayuda a aumentar la sensibilización de la opinión pública acerca de sus características y de sus posibles soluciones, cumpliendo una labor social impagable. Y es que los números son neutros ideológicamente, irreprochables, y retiran el velo de la ignorancia más que cualquier discurso político. Si se acompañan de testimonios individuales, el impacto en las conciencias está casi asegurado. Y con él, el comienzo de la solución para problemas que requieren un cambio cultural y mucha implicación social.
Por desgracia, a día de hoy, no disponemos de estos datos para los niños. Desconocemos el mapa de la violencia en la infancia, más allá de informaciones parciales o estudios dispersos que han ido saliendo a la luz y que, indudablemente, tienen un mérito inmenso.
Sin embargo, España cuenta con un buen camino, ya trazado, tras la aprobación de las leyes de protección a la infancia y a la adolescencia hace menos de dos años, lo que facilita que en el futuro próximo se pueda dar un paso más. Las autoridades están concienciadas. Se anuncia por el Gobierno la elaboración de un proyecto de ley de protección a la infancia frente a la violencia que, parece lógico pensar, contará con el apoyo de todas las fuerzas políticas, en su momento, y con la bienvenida de la sociedad más consciente. En ese contexto, la realización de una batería de encuestas y estudios requiere mucho trabajo, pero no representa un coste elevado en proporción a su utilidad y aparece como una herramienta clave para conocer los contornos del problema, acertar en su diagnóstico y aportar soluciones eficaces.
Algunos de esos contornos nos los proporcionan los estudios antes mencionados, con números que, aunque sobrecogedores, son solo la punta del iceberg: la mayoría de la violencia sobre la infancia está oculta. En el Registro unificado de maltrato infantil se recogieron, en 2015, casi 14.000 notificaciones. Según la Macroencuesta de 2015 antes citada, más del 63% de las víctimas de malos tratos tenían hijos que presenciaron las situaciones de violencia contra sus madres y el 64% de ellos sufrieron directamente esta violencia; el 7.2% de las mujeres menores de 16 años han sido objeto de violencia sexual por conocidos, amigos o familiares masculinos y el 25% de las jóvenes entre 16 y 19 años han sufrido violencia de control por sus parejas. También el 25% de las adolescentes reconoce haber padecido control abusivo a través del móvil, según el estudio del Ministerio de Sanidad sobre el ciberacoso. La Fundación Anar, por su parte, alerta sobre el incremento en un 75% de las denuncias por acoso escolar, el uso de las nuevas tecnologías para ejercerlo y el ocultamiento de los menores a los padres. Se está produciendo una disminución de la edad de las víctimas de trata y explotación sexual, según el Plan de Trata en vigor, y los informes de Save the Children, y los Mapas de la Mutilación Genital en España se refieren a una población en riesgo que aumenta.
Después de leer estas cifras, es difícil permanecer impasible. Imaginemos si fueran completas... Son números que nos muestran dramas humanos como los del principio, al margen de ideologías y preferencias. Hay que actuar sin demora.
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