Nicolás Olea, director del IBS Granada, con la tesis de Gabriella Morreale. |
Si usted está embarazada, uno de los primeros consejos que ha recibido en la consulta de la matrona es sustituir la sal de mesa por sal yodada. Si acaba de tener a su bebé, sin duda habrá pasado por el trance de llevar al retoño al centro de salud para que le hagan la prueba del talón, una mínima punción en el pie del neonato para impregnar un cartón con una gota de sangre. Quizá ya ha recibido la tarjeta en la que se informa sobre el resultado de la prueba y, probablemente, nunca se haya parado a pensar en por qué se recomienza sal yodada en el embarazo ni en la dichosa prueba del talón. Dos cuestiones que, de tan rutinarias, se dan por sobreentendidas. Y gracias, precisamente, a ser rutinarias, han evitado miles de casos de deficiencia mental.
La implantación de la prueba y la demostración de la necesidad de cubrir un mínimo de consumo de yodo se deben al trabajo de la pareja de científicos formada por Gabriella Morreale, recientemente fallecida, y Francisco Escobar del Rey, desaparecido en 2015. Los dos realizaron sus estudios universitarios en la Universidad de Granada, ella en Química y él en Medicina, y fue aquí donde germinaron los primeros pasos de las investigaciones que dieron paso a las recomendaciones médicas que hoy son básicas.
El director del Instituto de Investigación Biosanitaria IBS Granada, Nicolás Olea, abunda en la relación entre los dos científicos y Granada. Todo comienza con Eduardo Ortiz de Landázuri, médico e investigador, discípulo de Jiménez Díaz y Gregorio Marañón, que llegó a Granada "empeñado en abordar el grave problema de la endemia bociosa de la provincia de Granada, al igual que otros colegas lo hacían en otras regiones de España", señala Olea. El bocio se localizaba de forma endémica entre la población de la Alpujarra. ¿Por qué? Para dar con la clave se extrajeron muestras de sangre a la población de la comarca. Para analizarlas, el equipo de Ortiz de Landázuri necesitaba de un químico. Morreale (Milán, 1930) era una prometedora investigadora, con un expediente excepcional, que había finalizado la carrera de Química en cuatro años cuando lo normal era emplear cinco cursos, tal y como recuerda la decana de la Facultad de Ciencias, Mari Carmen Carrión. Había realizado su tesis doctoral bajo la dirección de Enrique Gutiérrez Ríos, catedrático de Química Inorgánica, añade Antonio Parody Morreale, sobrino de Gabriella y catedrático en activo del Departamento de Física Química. Parody apunta a la tradición de profesores universitarios que atesora su familia. La madre de Gabriella, Emilia de Castro, fue conservadora de museo. Su hermana Margarita desarrolló su carrera de hispanista en la Universidad de Padua.
La tesis de Morreale en la UGR constó de 90 páginas "mecanografiadas", como subraya Olea, dedicadas "a mi marido", Paco Escobar. El trabajo, presentado el 16 de agosto de 1955, resultó de "gran utilidad" para los estudios que De Landázuri desarrollaba en la Alpujarra. "En la tesis de Gabriella se había incluido un apartado Resultados obtenidos con compuesto orgánicos yodados en los que la autora describía la yodación de la tirosina, tironinas y tiroxina y lo, que es mas importante, el descubrimiento de que no solo el número de moléculas de Iodo determina la actividad catalítica de los derivados yodados de la tironina, sino que la posición del Iodo en la molécula es condicionante de la actividad", indica Olea. O lo que es lo mismo, había comenzado el desarrollo de una línea de investigación que abordó cómo la falta de yodo durante el embarazo era el origen de deficiencias congénitas y la necesidad de aplicar políticas preventivas para estos males, como el bocio y el cretinismo, mediante la ingesta durante la gestación del yodo. La prueba del talón, para la detección precoz de enfermedades metabólicas también nació de las investigaciones de Morreale y Escobar.
"La proximidad del trabajo de la doctora en Química, Gabriella Morreale, a los estudios de la fisiopatología tiroidea le haría trasladarse a la Universidad de Leiden con Andreas Querido, uno de los pilares de los estudios modernos sobre tiroides", avanza Olea.
La forma de trabajar de la pareja -lo que ahora se conoce como multidisciplinar y que es básica en el desarrollo científico- caló entre sus compañeros. En Granada destacó, según indica Nicolás Olea, la labor desarrollada por el matrimonio con José Mora Lara que junto con Jesús Núñez Carril dirigieron durante años el Laboratorio de Investigaciones Médicas del Hospital Clínico San Cecilio. "Allí hice yo, como tantos otros, mi tesis doctoral", reseña Olena. Entre 1977 y 1980 se centró en el estudio de la tiroglobulina en e l cáncer de tiroides, "para lo cual visité en varias ocasiones el laboratorio de Gabriella en el Centro de Investigaciones Biomédicas del la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid, para formarme e incorporar sus técnicas a mi trabajo", lo que Olea define como "un viaje de ida y vuelta. En cierto modo, todos somos herederos de lo que Gabriela, Paco y tantos otros pusieron en pie con tanto esfuerzo y tesón".
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