El organismo hace balance de 2017 asegurando que ya son 535 los millones de menores afectados por conflictos o desastres, una "proporción alarmante".
GILES CLARK / UNICEF
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Estamos en la resaca del 28 de diciembre que, como de costumbre, es una jornada de risas, bromas, guiños. Los restos diluidos del Día de los Inocentes cristiano, el que recuerda la matanza de los menores de dos años nacidos en Belén (Judea, actual Cisjordania), ordenada por el rey Herodes I el Grande para acabar, por exterminación, con el recién nacido Jesús. El día moderno es feliz; el origen, en cambio, recuerda la sinrazón, la saña contra los menores, hasta su muerte cuando no tienen culpa de nada.
Aprovechando esta fecha, Unicef ha publicado una recopilación de los males que acechan a la infancia en todo el mundo, con una conclusión terrible: "No quedan lugares seguros para los niños, ya que son un objetivo bélico en sus hogares, sus escuelas y las zonas donde juegan". Su persecución a lo largo de este año, sostiene el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, ha alcanzado "proporciones alarmantes". Son ya 535 los millones de niños afectados por conflictos o desastres.
Según ha desvelado en una rueda de prensa ofrecida en Ginebra, los actuales conflictos armados en distintas partes del mundo afectan de manera "desmedida" a los niños. No sólo es que resulten heridos o sean asesinados, sino que son usados como escudos humanos, mutilados, reclutados para entrar en combate, violados, explotados y vendidos como esclavos, obligados a contraer matrimonios forzados... "A medida que estos ataques se repiten año tras año, no podemos volvernos insensibles a ellos. Esta brutalidad no puede ser la nueva normalidad", resume Manuel Fontaine, director de Programas de Emergencia de Unicef.
A lo largo de 2017 se ha detectado que los pequeños han sufrido "a una escala espantosa por el desprecio total de las normas internacionales que protegen a los más débiles". "Las partes beligerantes se han negado a cumplir de manera flagrante con las disposiciones del derecho internacional", abunda este organismo.
Los que persiguen a los niños, los nuevos Herodes, son de todo tipo y condición: algunos ejércitos supuestamente legítimos, grupos armados rebeldes, terroristas... Los menores caen por la guerra abierta de los mayores, por las que enfrentan a enemigos asimétricos y también por las minas y artefactos explosivos sin estallar que todos dejan a su paso. "En algunos contextos, los niños secuestrados por grupos extremistas vuelven a ser víctimas de abusos después de su liberación, cuando son detenidos por las fuerzas de seguridad", añade la nota de Unicef.
#Inocentes son los 535 millones de niños afectados por conflictos o desastres. ¡Trabajamos para que puedan volver a ser solo niños!
Más allá del conflicto abierto, es necesario enfatizar, dicen, que "millones de niños están pagando un precio indirecto", consecuencias evidentes de la guerra y la desestabilización: falta de alimentos (y, más aún, alimentos seguros), enfermedades que van de la desnutrición a las infecciones, pasando por los daños psicológicos que genera la violencia, y carencias de servicios esenciales como el saneamiento de agua, los hospitales o las escuelas.
Afganistán, Irak, Siria, Yemen, Nigeria, Sudán del Sur o Myanmar son algunos de los escenarios donde más se han violado los derechos de la infancia.
UNICEF/UN056152/Romenzi |
Un niño trata de calentarse junto a un fuego en el patio de una casa, después de huir de los combates entre el ISIS y las fuerzas de seguridad iraquíes en Tall Kaysumah, al oeste de Mosul, Irak, el 4 de marzo de 2017. Luego, junto a los demás, fue llevado a un centro de identificación en un camión y, de seguido, a un campamento para desplazados internos.
UNICEF/UN062735/Nybo |
En esta foto tomada el 4 de mayo de 2017 en Kutupalong Camp (Bangladesh), el pequeño Omar, de ocho años, mira al horizonte ante su cabaña de barro, que comparte con sus padres y cuatro hermanos. Llevaban ya cuatro meses en el país como refugiados, tras escapar de Birmania, donde su minoría, los musulmanes rohingyas, están siendo exterminados.
VLAD SOKHIN / UNICEF |
Anta Cisse, de 40 años, abraza a su hija Belco Diallo, de 24 meses, que padece desnutrición severa con diversas complicaciones, en el CSREF (Centro de Referencia de Salud) de Mopti, Mali, en una imagen tomada el 12 de agosto de 2017.
UNICEF/UN071652/Filippov |
Así, según los datos recopilados este año, 700 niños fueron asesinados en el conflicto de Afganistán en los primeros nueve meses del año, mientras que en Irak y Siria fueron utilizados de forma sistemática como escudos humanos, víctimas de asedio armado y diana francotiradores, sumado a los bombardeos y a la violencia cotidiana de naciones donde la paz nunca se firma.
En Yemen -posiblemente el conflicto más grave y silenciado del momento-, los datos que han podido ser verificados por Unicef indican que 5.000 niños han muertos o sido heridos en los mil días de choque entre la coalición militar dirigida por Arabia Saudí y los rebeldes de la comunidad chíi de los hutíes. Es una cifra "inicial", porque la falta de información y las complicaciones para trabajar sobre el terreno hacen imposible lograr una más fiable, por lo que se teme que sean muchas más las víctimas. Además, más de 11 millones de niños necesitan asistencia humanitaria en el país. De los 1,8 millones de niños que padecen malnutrición -una de las consecuencias más claras de los cercos y la falta de asistencia internacional-, 385.000 están gravemente desnutridos y corren peligro de morir si no reciben un tratamiento urgente.
En Birmania, los rohinyas, una minoría musulmana perseguida incluso por el ejército y el Gobierno, han sido este año víctimas de una ola de violencia generalizada que ha acabado con sus aldeas y los ha forzado al exilio al vecino Bangladesh, donde malviven en campos de refugiados. Los menores, nuevamente, son los más indefensos. Unicef considera que en zonas fronterizas remotas del estado noroccidental de Rakáin, donde históricamente han estado instalados los rohinyas, "los niños (...) continúan sufriendo las consecuencias de las tensiones entre las Fuerzas Armadas de Myanmar y diversos grupos étnicos armados". Sufren como víctimas del rechazo y la diáspora y por lo que "presencian": violaciones de sus madres, bebés tirados a fogatas, ahogamientos en el río que cruzan escapando...
CONFLICTOS ENQUISTADOS
En el caso del continente africano, Unicef destaca en su balance la extensión del conflicto interno en República Democrática del Congo (RDC) a la región central de las Kasai, que ha causado el desplazamiento forzado de 850.000 niños, que además están afectados por la destrucción de unas 400 escuelas y 200 centros de salud. En esta zona de la RDC, donde hasta 2017 no había pegado con tanta fuerza el conflicto, centrado en el este, ahora 350.000 padecen de desnutrición severa.
En el noreste de Nigeria y en Camerún, el grupo yihadista Boko Haram obligó este año a 135 niños -por lo menos- a efectuar atentados suicidas, cinco veces más que el año pasado. En Somalia también se notificaron 1.740 casos de reclutamiento de niños en los primeros 10 meses de 2017.
En Sudán del Sur, donde el conflicto interno y el desastre económico han llevado a una situación de hambruna en varias provincias del país, más de 19.000 niños han sido reclutados por la fuerza para participar en los combates y otros 2.300 aproximadamente han resultado muertos desde que los combates empezaron, cuatro años atrás.
Europa no se salva. Aunque ya no llene titulares, la guerra sigue en Ucrania. Allí, 220.000 niños viven bajo la amenaza diaria de las minas antipersona y de los explosivos abandonados en campos, carreteras y hasta parques y con los que muchas veces los niños tropiezan o recogen como si fueran juguetes.
Frente a esta situación alarmante, Unicef ha pedido a los países que usen su influencia para que las partes combatientes en los conflictos cumplan las leyes, respeten y protejan a los niños, así como la infraestructura básicas para sus vidas.
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