La clave no es solo ralentizar el ritmo de vida, sino también lograr concentrarte en lo que estás haciendo en el momento presente.
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"Hay más en la vida que aumentar su velocidad", dijo con sabiduría el gran Gandhi. Ralentizar el ritmo de vida es un concepto que nunca ha estado tan de actualidad, especialmente desde la publicación en 2005 de la obra de Carl Honoré Elogio de la lentitud.
El Día Internacional de la Lentitud, celebrado el pasado 21 de junio con motivo del solsticio de verano (el día más largo del año), fue la ocasión ideal para recordarle a todo el mundo cuáles son las ventajas de tomarse su tiempo.
Según Carl Honoré, "vivimos en una cultura de consumo": todo el mundo quiere hacerlo todo y, sobre todo, hacerlo todo con éxito. "Esto provoca un constante desajuste entre lo que esperamos de la vida y lo que conseguimos, un desajuste que alimenta la sensación de que nunca tenemos tiempo suficiente. En consecuencia, la tentación de ir más deprisa, a contrarreloj, pasa a ser irresistible. Nos hemos vuelto adictos a la actividad".
Entre el trabajo, el transporte y la mirada fija en los smartphones, la gente ya no se toma su tiempo. Por un montón de razones, es fundamental saber ralentizar el ritmo de vida. Estas cinco razones te animarán a que empieces a hacerlo.
Descubrirás lo que de verdad importa
"Tomarte tu tiempo no significa no hacer nada, sino emprender una aventura: descubrir, valorar tus recursos, evaluar tus carencias, desarrollar ciertos atributos (saber escuchar, mantener la paciencia, prestar atención, tener sentido crítico), estudiar y ahondar en cualquier asunto. También significa dar un paso atrás y ver las cosas con perspectiva en relación con lo cotidiano, las modas y los modelos impuestos. Es el camino de aprendizaje hacia la libertad", escribe Jacqueline Kelen, especialista en mitos y autora de L'Espirit de solitude, en la web Psychologies.
Esta autora ilustra la tendencia humana a la precipitación mediante el siguiente mito griego clásico: el rey Midas, tras haberle prestado un servicio al dios Baco, pudo pedir un deseo. Ávido de riquezas, pidió que todo aquello que tocara su cuerpo se convirtiera en oro. Tras el júbilo inicial, se dio cuenta de que ya no podría volver a beber ni comer.
"Nada bueno surge de la precipitación", explica la escritora. Tomarte tu tiempo, escuchar, reflexionar y valorar los pros y las contras son algunas de las claves que nos ofrece la lentitud para saber de verdad qué es lo que queremos en esta vida.
Perderás peso comiendo más despacio
El cerebro tarda 20 minutos en darse cuenta de que ya has comido suficiente, el tiempo que tarda la comida en llegar al intestino, que es el que envía la señal de alarma. Tomarte tu tiempo para comer, por tanto, permite al cerebro avisarte cuando ya has tomado más que suficiente.
La consecuencia es evidente: evitas comer demasiado y engordar. O, como mínimo, te permite estabilizar tu peso. Algunos consejos clásicos para tomarte tu tiempo cuando estás a la mesa son comer antes de tener demasiada hambre, masticar bien, ir a tu ritmo y no al de los demás, etc.
Por otra parte, esta reflexión sobre la lentitud y la alimentación está bastante de actualidad gracias al movimiento del slow food (comida lenta), surgido en Italia a finales del siglo XX. Este movimiento se basa en unos valores que entran en conflicto con los del fast food: la ecogastronomía, la protección del medio ambiente, y el consumo lento con familia o con amigos.
Tendrás más creatividad
El cerebro está continuamente siendo bombardeado con información. ¿Cómo gestionar ese flujo, tener ideas nuevas y ser creativos si las neuronas nunca paran de trabajar?
La doctora Susan Biali habla en la web Psychology Today de Lena, una mujer a la que asesoró. Lena, como la mayoría de la gente, tenía muchos proyectos en mente, pero se encontraba siempre cansada y tenía la sensación de que nunca tenía suficiente tiempo para sí misma y para ponerse a escribir.
"En vez de sobrecargarse, decidió escuchar a su cuerpo e irse a dar un paseo por la naturaleza. Se sentía culpable, como les pasa a la mayoría de las personas ocupadas y productivas al reaccionar a las señales que les envía el organismo cuando necesita poner freno. Al igual que nosotros, se sentía más cómoda 'haciendo' que 'siendo'", recuerda la doctora.
Sin embargo, poco a poco empezó a dejar la mente en blanco y se encontró más tranquila. Cuando volvió a casa, se sintió inspirada. Estuvo dos días escribiendo y ella misma se quedó impresionada por la calidad de su producción.
Disfrutarás más durante el sexo
"Proponemos ir más despacio y estar plenamente presentes en cada instantede la relación sexual en lugar de hacer el amor intensamente solo con vistas al orgasmo y dejando de lado la posibilidad de sentir los matices sutiles que se dan a lo largo de toda la unión sexual", escribe la terapeuta sexual Diana Richardson en la introducción de su libro Slow Sex. Sexo sin prisas: Sexualidad consciente para una sensualidad plena y sostenida.
Tras el movimiento de la comida lenta y el elogio de la lentitud del libro de Carl Honoré, el sexo lento es una invitación a hacer el amor sin prisas y siendo plenamente conscientes del momento (sin dejarse interrumpir por el móvil). "El sexo lento, entendido en el sentido de estar 'aquí y ahora' y centrarse en las sensaciones y deseos propios, es una buena manera de retomar el contacto con la pareja, pero también con la propia sensualidad", explica al mediol'Express Albert Barbaro, sexólogo y terapeuta de parejas. Consiste, en otras palabras, en ralentizar el ritmo, en tomarse el tiempo para centrarse en las sensaciones, en la pareja sexual, en ese instante.
Aprovecharás los pequeños placeres del día a día
¿Hay algo más agradable que valorar lo que estás haciendo en un momento concreto? Encontrarse bien, ahí, en ese momento, disfrutar de un buen plato con un amigo, leer un libro en el parque aprovechando los últimos rayos de sol o viajar por el océano.
La clave no es solo ralentizar el ritmo de vida, sino también lograr concentrarte en lo que estás haciendo en el momento presente. En tus acciones, en tu entorno, en los otros.
Demasiado a menudo, las personas hacen varias cosas a la vez. Se toman una cerveza en grupo y mantienen los ojos pegados al correo electrónico. Ralentizar el ritmo de vida también implica desconectar. O, más bien, tomarse el tiempo de reconectar con los demás y con uno mismo. Más que no despegarse del móvil, hace falta lograr tomarse el tiempo de respirar, mirar alrededor y apreciar cosas tan simples como el roce del viento fresco de la mañana en la piel.
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