Tengo ganas de que acaben estos nueve meses para dejar de preocuparme y empezar a disfrutar de la maternidad.
Por
Hattie Gladwell, Contributor
Llevo 20 semanas embarazada con ansiedad. Llevo mucho tiempo sufriendo ansiedad, así que tampoco es nada nuevo, pero no dejo de pensar en que algo va a salir mal. De hecho, tengo ganas de que acaben estos nueve meses para dejar de preocuparme y empezar a disfrutar de la maternidad. Esta preocupación nace de un trauma del pasado que me ha dejado con ansiedad de por vida.
En enero de 2015, me tuvieron que intervenir para extirparme el intestino grueso tras haber sufrido una perforación por una colitis ulcerosa. No me lo habían detectado y había pasado más de un año recibiendo un dianóstico erróneo con varios médicos quitándole importancia a mi problema. Mi gran pérdida de peso era fruto de un trastorno alimentario. Mi sangrado rectal era una menstruación. Mis calambres estomacales eran mis ovarios. Mis brotes de dolor eran gastroenteritis. No importó cuántas veces les supliqué que me escucharan y me tomaran en serio, ya que para ellos solo era una adolescente demasiado dramática. Hasta que estuve a punto de morir.
Con el intestino perforado, me dieron 20 minutos de vida si no me operaban de urgencia para extirparme todo el intestino grueso. Tuve que vivir con una bolsa de ostomía durante 10 meses hasta que me revirtieron la operación para poder ir al baño “con normalidad” de nuevo, pero todo este calvario me ha marcado de por vida y me ha afectado mentalmente.
“Los profesionales de la medicina me han decepcionado tanto que ya no confío en ellos”
Desde entonces, he sido hipocondríaca y he tenido miedo de que me diagnostiquen erróneamente. Voy al médico más de lo que debería y nunca salgo satisfecha con sus respuestas. Siempre estoy convencida de que hay un problema mayor subyacente y me da miedo volver a enfermar gravemente por un mal diagnóstico.
Durante los últimos dos años, he pensado que tenía cáncer de boca, un tumor cerebral, cáncer de garganta, meningitis y sepsis. Siempre consigo que mis diminutos síntomas se vuelvan enormes y me acabo creyendo que me pasa algo grave.
He buscado terapia y he aprendido mecanismos de afrontación para ayudarme a relajarme y a confiar más en los profesionales de la medicina, pero desde que me quedé embarazada, la ansiedad ha vuelto más fuerte. En 20 semanas, me han hecho ya 6 ecografías, cuando la mayoría de las mujeres a estas alturas solo han pasado por una. Entro en pánico por alguna emergencia, me pago una ecografía (muy cara en la sanidad privada), veo a mi bebé feliz y saludable y me empiezo a sentir mejor, pero no por mucho tiempo. Unos días después, vuelvo a entrar en pánico y entro en una espiral interminable de ansiedad y búsqueda de tranquilidad.
Me preocupa cualquier síntoma, por minúsculo que sea, aunque sea un calambre. O si mis náuseas matutinas se suavizan. O si me duele la cabeza. O si no duermo bien. Me castigo a mí misma por errores pequeños e inofensivos porque me aterra que le pase algo a mi hijo. Es agotador sentirme siempre culpable, como si no fuera suficientemente buena para mi propio hijo, como si le estuviera decepcionando sin siquiera haber nacido.
He pasado largas horas en Google leyendo síntomas y en el foro Mumsnet pidiendo consejo y leyendo experiencias. Incluso me uní a un grupo de Facebook para poder hacerles preguntas. Soy una madre primeriza y me da miedo fastidiarla. Me da miedo que los médicos la fastidien. Me aterra que algo le pase a mi bebé sin que nadie se dé cuenta pese a que podría haberse detectado a tiempo.
Sé que es una forma horrible de pensar, pero es que los profesionales de la medicina me han decepcionado tanto que ya no confío en ellos. Sé que mi maternidad es un asunto completamente diferente a mi salud intestinal, pero aun así no puedo sacudirme las dudas.
También estoy acostumbrada a que mi cuerpo me falle. Tras perder el intestino, me dijeron que necesitaría recurrir a la fecundación in vitro para concebir debido a la gran cantidad de tejido cicatricial que tenía, pero este embarazo no fue planeado y sucedió de foma natural, de modo que tengo otra buena razón para pensar que algo va a ir mal. Está claro que no me puede pasar nada bueno en temas de salud. Seguro que mi organismo encuentra una forma de decepcionarme.
Ojalá pudiera dejar de preocuparme. Ojalá supiera disfrutar del embarazo. Ojalá lograra dejar de plantearme escenarios hipotéticos. Ojalá pudiera dejar de preguntarme qué pasará si algo sale mal y empezar a preguntarme qué pasará si sale bien.
“Voy al médico más de lo que debería y nunca salgo satisfecha con sus respuestas. Siempre estoy convencida de que hay un problema mayor”
Me da miedo hablar de lo que me pasa. Me preocupa que quien me oiga preocuparme por todo piense que soy una mala madre. Que no soy capaz. Que no estoy preparada. Sé que hay más mujeres que sienten lo mismo y que también tienen miedo de pedir ayuda por los mismos motivos.
He tomado la decisión de hablar con mi matrona y pedirle más ayuda. Explicarle mis preocupaciones. Contarle lo que me pasa. Porque sé que por mi salud mental y por mi bebé es importante que lo haga. Ojalá no hubiera tardado tanto tiempo en decidirme, pero me daban miedo las críticas. Sé que ahora me toca hacer de tripas corazón y pensar solo en lo que sea mejor para mí y para mi bebé.
Sé que lidiar con mis miedos me llevará tiempo. Con el trauma médico que he vivido, no voy a recuperarme de un día para otro. No espero despertarme mañana sin preocuparme por nada, pero sí que espero hacerlo algún día. Sueño con un embarazo sin preocupaciones y espero que con un poco de apoyo logre reducir mi miedo día tras día hasta que me despierte una mañana y lo primero en lo que piense sea en la suerte que tengo de tener a mi bebé en mi interior en vez de preocuparme por asuntos que escapan a mi control.
Llevo 20 semanas embarazada con ansiedad. Llevo mucho tiempo sufriendo ansiedad, así que tampoco es nada nuevo, pero no dejo de pensar en que algo va a salir mal. De hecho, tengo ganas de que acaben estos nueve meses para dejar de preocuparme y empezar a disfrutar de la maternidad. Esta preocupación nace de un trauma del pasado que me ha dejado con ansiedad de por vida.
En enero de 2015, me tuvieron que intervenir para extirparme el intestino grueso tras haber sufrido una perforación por una colitis ulcerosa. No me lo habían detectado y había pasado más de un año recibiendo un dianóstico erróneo con varios médicos quitándole importancia a mi problema. Mi gran pérdida de peso era fruto de un trastorno alimentario. Mi sangrado rectal era una menstruación. Mis calambres estomacales eran mis ovarios. Mis brotes de dolor eran gastroenteritis. No importó cuántas veces les supliqué que me escucharan y me tomaran en serio, ya que para ellos solo era una adolescente demasiado dramática. Hasta que estuve a punto de morir.
Con el intestino perforado, me dieron 20 minutos de vida si no me operaban de urgencia para extirparme todo el intestino grueso. Tuve que vivir con una bolsa de ostomía durante 10 meses hasta que me revirtieron la operación para poder ir al baño “con normalidad” de nuevo, pero todo este calvario me ha marcado de por vida y me ha afectado mentalmente.
“Los profesionales de la medicina me han decepcionado tanto que ya no confío en ellos”
Desde entonces, he sido hipocondríaca y he tenido miedo de que me diagnostiquen erróneamente. Voy al médico más de lo que debería y nunca salgo satisfecha con sus respuestas. Siempre estoy convencida de que hay un problema mayor subyacente y me da miedo volver a enfermar gravemente por un mal diagnóstico.
Durante los últimos dos años, he pensado que tenía cáncer de boca, un tumor cerebral, cáncer de garganta, meningitis y sepsis. Siempre consigo que mis diminutos síntomas se vuelvan enormes y me acabo creyendo que me pasa algo grave.
He buscado terapia y he aprendido mecanismos de afrontación para ayudarme a relajarme y a confiar más en los profesionales de la medicina, pero desde que me quedé embarazada, la ansiedad ha vuelto más fuerte. En 20 semanas, me han hecho ya 6 ecografías, cuando la mayoría de las mujeres a estas alturas solo han pasado por una. Entro en pánico por alguna emergencia, me pago una ecografía (muy cara en la sanidad privada), veo a mi bebé feliz y saludable y me empiezo a sentir mejor, pero no por mucho tiempo. Unos días después, vuelvo a entrar en pánico y entro en una espiral interminable de ansiedad y búsqueda de tranquilidad.
Me preocupa cualquier síntoma, por minúsculo que sea, aunque sea un calambre. O si mis náuseas matutinas se suavizan. O si me duele la cabeza. O si no duermo bien. Me castigo a mí misma por errores pequeños e inofensivos porque me aterra que le pase algo a mi hijo. Es agotador sentirme siempre culpable, como si no fuera suficientemente buena para mi propio hijo, como si le estuviera decepcionando sin siquiera haber nacido.
He pasado largas horas en Google leyendo síntomas y en el foro Mumsnet pidiendo consejo y leyendo experiencias. Incluso me uní a un grupo de Facebook para poder hacerles preguntas. Soy una madre primeriza y me da miedo fastidiarla. Me da miedo que los médicos la fastidien. Me aterra que algo le pase a mi bebé sin que nadie se dé cuenta pese a que podría haberse detectado a tiempo.
Sé que es una forma horrible de pensar, pero es que los profesionales de la medicina me han decepcionado tanto que ya no confío en ellos. Sé que mi maternidad es un asunto completamente diferente a mi salud intestinal, pero aun así no puedo sacudirme las dudas.
También estoy acostumbrada a que mi cuerpo me falle. Tras perder el intestino, me dijeron que necesitaría recurrir a la fecundación in vitro para concebir debido a la gran cantidad de tejido cicatricial que tenía, pero este embarazo no fue planeado y sucedió de foma natural, de modo que tengo otra buena razón para pensar que algo va a ir mal. Está claro que no me puede pasar nada bueno en temas de salud. Seguro que mi organismo encuentra una forma de decepcionarme.
Ojalá pudiera dejar de preocuparme. Ojalá supiera disfrutar del embarazo. Ojalá lograra dejar de plantearme escenarios hipotéticos. Ojalá pudiera dejar de preguntarme qué pasará si algo sale mal y empezar a preguntarme qué pasará si sale bien.
“Voy al médico más de lo que debería y nunca salgo satisfecha con sus respuestas. Siempre estoy convencida de que hay un problema mayor”
Me da miedo hablar de lo que me pasa. Me preocupa que quien me oiga preocuparme por todo piense que soy una mala madre. Que no soy capaz. Que no estoy preparada. Sé que hay más mujeres que sienten lo mismo y que también tienen miedo de pedir ayuda por los mismos motivos.
He tomado la decisión de hablar con mi matrona y pedirle más ayuda. Explicarle mis preocupaciones. Contarle lo que me pasa. Porque sé que por mi salud mental y por mi bebé es importante que lo haga. Ojalá no hubiera tardado tanto tiempo en decidirme, pero me daban miedo las críticas. Sé que ahora me toca hacer de tripas corazón y pensar solo en lo que sea mejor para mí y para mi bebé.
Sé que lidiar con mis miedos me llevará tiempo. Con el trauma médico que he vivido, no voy a recuperarme de un día para otro. No espero despertarme mañana sin preocuparme por nada, pero sí que espero hacerlo algún día. Sueño con un embarazo sin preocupaciones y espero que con un poco de apoyo logre reducir mi miedo día tras día hasta que me despierte una mañana y lo primero en lo que piense sea en la suerte que tengo de tener a mi bebé en mi interior en vez de preocuparme por asuntos que escapan a mi control.
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