"Lo que llamamos presente es una proyección del pasado" |
Poeta, narradora, cantante y compositora, Marie Modiano (París, 1978) es la segunda hija del Premio Nobel Patrick Modiano, aunque la crítica y los lectores en Francia han reconocido su talento propio y singular, en continuo tránsito entre lo onírico y la experiencia vital. Distante (Cabaret Voltaire) es su segunda novela y la primera que se publica en España, con la traducción de Lydia Vázquez. Hace unos días, la autora la presentó junto al poeta Ben Clark en el Centro Pompidou Málaga, dentro del ciclo literario organizado por La Térmica.
-La gran protagonista de Distante es la memoria, pero ¿lo tenía estipulado así desde el principio?
-Mi primera intención era contar la experiencia de alguien que, como yo misma, se ve obligada a viajar y dar vueltas desde muy joven, a ir de acá para allá sin tener la sensación de pertenencia a un lugar concreto. Pero mientras escribía tuve la necesidad de desvincular a la protagonista de esa premisa personal, de darle una entidad propia. Así que introduje una historia de amor y fue eso lo que terminó alimentando el peso de la memoria en la novela. No me gusta la idea de que un escritor tenga que escribir necesariamente sobre sí mismo. Por supuesto que siempre pones algo de ti, pero prefiero dejar cosas a la ficción.
-Eso es paradójico, porque la protagonista se debate entre la veracidad de los recuerdos y la posibilidad de que sean inventados.
-Sí, eso es muy importante. En el fondo, la protagonista es una mujer que pasa largos años esperando algo, no sabe muy bien qué. Y eso la lleva a recordar continuamente, a almacenar recuerdos que justifican esa espera, hasta que prácticamente estalla. A partir de entonces, los recuerdos se le mezclan con sueños y pesadillas.
-Pero, ¿puede un escritor, en el fondo, escribir sobre algo que no sean sus propios recuerdos?
-Es que eso depende de lo que guardes en tu memoria. Y no siempre somos libres para determinar qué recordamos. Pero sí lo somos para seleccionar los recuerdos que preferimos a la hora de escribir. Por eso me gusta imaginar la memoria como un almacén al que acudimos a escoger los recuerdos que más nos interesen en cada momento. Eso sí, siempre hay que tener en cuenta que la memoria evoluciona, cambia. Por eso llevo siempre encima un cuaderno de notas para apuntar casi todo lo que veo, o lo que se me pasa por la cabeza. Así me garantizo de que los recuerdos, una vez anotados, se mantendrán así.
-Con el tiempo desestructurado, su libro parece una novela de detectives en la que corresponde al lector completar el puzzle.
-Me alegra que lo veas así. Quería difuminar el pasado y el presente, escribir sobre el pasado como si fuese presente, como si lo que vivimos hoy fuese una mera prolongación del ayer. Tengo cada vez más claro que lo que llamamos presente no es nada más que una proyección del pasado.
-¿Explica eso su elección de la cita inicial de Paul Celan, en la que habla de los "relojes en lo más hondo de nosotros"?
-Sí, así es. El tiempo no es una sucesión cronológica de acontecimientos. Es algo más complejo. Se parece más bien a un ovillo. Si tiras de un hilo lo vas deshaciendo, pero nunca en línea recta. Lo interesante es el modo en que la novela nos permite trabajar con esta idea del tiempo de manera tan natural. Es una herramienta narrativa fascinante.
-¿Es usted una poeta que escribe novelas o, por el contrario, una novelista que escribe poemas?
-El mundo literario en el que empecé, y del que procedo, es ante todo poético. Y cuando escribo novelas eso está presente de alguna manera. La primera que escribí, que todavía no se ha traducido al español, tenía una naturaleza abiertamente poética. La segunda, Distante, se parece más a una novela al uso, aunque sea porque cuenta una historia.
-¿Diría que la poeta y la novelista son en usted dos escritoras distintas?
-No, no lo diría así, aunque es cierto que son dos escrituras bien diferentes. Cuando escribes un poema dispones de libertad absoluta, tienes ante ti un campo en el que puedes correr sin límites, nada te lo impide. En una novela hay una cuestiones técnicas a las que tienes que atenerte, y tengo que decir que empecé a escribir novelas porque me apetecía asumir ese reto, pasar por ese aprendizaje.
-¿Y qué me dice de su faceta de compositora y cantante? ¿Se cuela eso en su literatura?
-Sí, sí, eso sí que no lo puedo evitar. La musicalidad me sale sola. Aunque, curiosamente, si en algo se parecen la composición de una canción y la escritura de una novela es en que ambas creaciones deben someterse a una disciplina técnica.
-En Distante aparece también el teatro como metáfora de la propia vida. ¿Significa eso un anhelo de verdad en su caso?
-Del teatro me interesa la vida en permanente ruta, en la que pasas cada noche en ciudades distintas y en las que a menudo ni siquiera estás segura de dónde estás, como una sonámbula, casi sin aliento. Me parece una representación muy interesante de la existencia. A lo mejor no es una idea muy optimista, pero así es como lo siento, en parte porque, como te decía, yo misma lo he vivido muchas veces.
-¿Echa de menos cuando escribe algo distinto de las palabras para contar lo que quiere contar?
-Sí: la música. Cuando escribo siempre tengo una música en la cabeza, si no la estoy escuchando. Y sería genial poder incluirla, como una banda sonora.
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