Cada vez más médicos y farmacéuticos recomiendan consumirlos durante un tratamiento antibiótico, lo que ha puesto sobre la mesa el debate: ¿es una moda o una necesidad?
Por
Margarita Lázaro
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Los probióticos pisan cada vez más fuerte. En los últimos años ha crecido notablemente el número de profesionales de la salud que acompañan la prescripción de un antibiótico con este otro tratamiento para cuidar la flora intestinal. Si no se recomiendan en la consulta, se hace en la farmacia. Casi resulta raro el especialista que no los menciona ni aconseja.
¿Se ha quedado anticuado o es que los otros se están pasando? ¿Son tan necesarios los probióticos o son más bien una moda como alertan algunos en Twitter? ¿Basta un yogur para paliar los efectos de los antibióticos? ¿Pueden los probióticos ser perjudiciales?
Perjudiciales no son ni lo van a ser, pero hay que usarlos siempre con cierta cautela y bajo supervisión médica, asegura la doctora Juani Carretero, especialista en Medicina interna y vicepresidenta de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI). Por eso, si salimos de consulta sin esta recomendación médica, tampoco deberíamos alertarnos ni comprarlos libremente, por mucho que no requieran receta.
“Un tratamiento antibiótico de tres días no debe acompañarse necesariamente del consumo de probióticos. Tampoco uno de ocho”, apostilla el doctor Oreste Lo Iacono, especialista en gastroenterología y exmiembro del Consejo Científico del Colegio de Médicos de Madrid. “Si te lo tomas bien y si no, también. No hay estudios científicos determinantes que demuestren que en ese caso sean imprescindibles”, añade.
Qué es un probiótico y para qué sirve
Los probióticos son alimentos o suplementos que contienen microorganismos vivos destinados a mantener o mejorar las bacterias “buenas” (microbiota normal) del cuerpo, según la definición de la Clínica Mayo. Más en concreto, la microbiota intestinal, que se compone de bacterias, levaduras, hongos y otros microorganismos que recubren intestino delgado y grueso para aislarlos de agentes externos.
“En una persona sana la composición fecal (la materia de desecho que descargan los intestinos) permanece estable la mayor parte del tiempo, predominando dos tipos de bacterias como los Bacteroides y los Firmicutes. Ante determinadas circunstancias, por ejemplo, diarreas, algún tipo de enfermedad inflamatoria o uso de antibióticos, esta composición se puede ver alterada, de forma permanente o transitoria”, explica Carretero. “A través de los probióticos podemos volver a la composición inicial o considerada beneficiosa”
“Los antibióticos matan lo malo y lo bueno. Por eso, mucha gente cuando los toma tiene grandes diarreas y luego les aparece una cándida, bucal o vaginal”
ÁNGELA QUINTÁS, NUTRICIONISTA
“Piensa que los antibióticos matan lo malo y lo bueno”, continúa la nutricionista Ángela Quintas, autora del libro El secreto de una buena digestión (Planeta). Así, a la vez que el antibiótico acaba bacterias como Helicobacter Pylori puede también matar la microbiota. “Mucha gente cuando toma antibióticos tiene grandes diarreas y luego les aparece una cándida, bucal o vaginal, o incluso una neumonía”, continúa la especialista, para la que los probióticos deben ser imprescindibles en mujeres propensas a tener cándidas.
“La microbiota hace de barrera frente a agentes patógenos, que pueden entrar en nuestro organismo a través del intestino”, explica. “Si extendiéramos toda su longitud ocuparía lo mismo que una cancha de tenis, 33 metros cuadrados. Esa barrera (contacto con el exterior) debe estar en las mejores condiciones posibles, de lo contrario a través de esa membrana pueden pasar sustancias que no deberían, tanto trozos de comida sin digerir de manera correcta como agentes patógenos que pueden hacer que enferme”, añade la nutricionista, que recuerda que en estudios recientes se ha visto una microbiota alterada en pacientes con Alzheimer, Parkinson o ansiedad y estrés.
“No sabemos qué desencadena qué, si es antes la enfermedad o la alteración de la microbiota. Aún estamos en pañales en ese tema, pero sí hay una relación directa”, añade.
Cuando los probióticos son imprescindibles
Queda claro pues que no estamos ante una moda, pero tampoco es una prescripción imprescindible. De hecho, hay casos en los que el uso de probióticos está desaconsejado. “En las personas con sistema inmune comprometido, por ejemplo, que están siendo sometidas a quimioterapia”, asegura Carretero, quien recuerda que “no son medicamentos aprobados ni certificados por la FDA por la cual en ciertas ocasiones las condiciones de seguridad, trazabilidad o calidad de las cepas no se pueden asegurar para todos los productos”.
La doctora insiste en que los probióticos “tienen que estar restringidos a un uso específico, para prevenir o tratar una situación concreta, puesto que la mayor parte de sus beneficios son cepa dependiente, es decir, que no todos son iguales o sirven para lo mismo, ni la cantidad que se requiere es la misma”. En otras palabras, sus efectos dependen de la cepa utilizada en su elaboración y de su concentración en los productos.
“Los probióticos tienen que estar restringidos a un uso específico, para prevenir o tratar una situación concreta”
JUANI CARRETERO, ESPECIALISTA EN MEDICINA INTERNA
Ese tipo de situaciones específicas son el tratamiento de la diarrea aguda, ya que está comprobado que disminuye un día su duración, o la prevención de “la diarrea asociada a antibióticos, tanto en adultos como en niños”. “Un caso especial de diarrea asociada a antibióticos es la Colitis pseudomembranosa, que cursa con una colitis hemorrágica con la formación de úlceras en el colon. Aquí también está demostrado su efecto preventivo beneficioso, o en la diarrea asociada a la radioterapia”, añade Carretero.
“Y también el síndrome de intestino irritable se beneficia del uso de probióticos disminuyendo las flatulencias y el dolor abdominal que ocasiona”, asegura.
El riesgo de pasarse
El uso cada vez más frecuente de los probióticos surge en pleno debate sobre los antibióticos. Ahora que la comunidad científica se muestra preocupada por la amenaza que supone para la salud mundial la resistencia a estos fármacos, fruto del uso indiscriminado e indebido, como alertó la Organización Mundial de la Salud (OMS) en febrero de 2018, cabe preguntarse si puede pasar lo mismo con estos otros.
“El futuro pasa por que por cada síntoma o patología encontremos un probiótico adecuado”
ORESTE LO IACONO, GASTROENTERÓLOGO
La respuesta es no. “Al contrario, es probable que en el futuro su uso sea más generalizado, más seguro y para mayor número de enfermedades o preenfermedades, es decir, para mantener la salud de las personas”, asegura Carretero. “El futuro pasa por que por cada síntoma o patología encontremos un probiótico adecuado”, matiza Lo Iacono.
La resistencia no es en ningún caso posible porque los probióticos “tienen un metabolismo rápido”, añade. Del mismo modo tampoco es posible restaurar por uno mismo una microbiota dañada por una diarrea aguda, episodios fuertes de estrés o el uso de antibióticos. Eso sí, podemos cuidarla llevando una vida sana, con una alimentación equilibrada y ejercicio físico. Lo que Ia Iacono resume en pocas palabras: “Se puede decir que cada uno tiene la microbiota que se merece”.
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