La alerta se ha disparado ante la claudicación subjetiva que supone la renuncia a lo más elemental que nos asiste
La pandemia dejó una desesperanza incrustada en el alma colectiva que se ha traducido en un dispararse al alza el índice de personas que deciden no seguir apostando por la vida. Por su propia vida.
La alerta se ha disparado ante la claudicación subjetiva que supone la renuncia a lo más elemental que nos asiste, a ese instinto que nos mantiene en pie aunque sea en los mínimos vitales, esa pasión primaria que tiene todo ser humano desde que ve la luz, una capacidad innata que llevamos todos desde la cuna de sobreponernos a todo lo que se nos venga encima si es por el mero hecho de seguir vivo. Ante la pulsión de la vida que debe preservarse siempre y defenderse frente a cualquier amenaza que la ponga en peligro todo se vuelve secundario. El honor, el hambre, la necesidad de cariño. Vivir es lo primero y luego ya veremos.
Triplica esta cifra letal según las estadísticas más recientes el número de muertes por accidente de tráfico en la provincia de Granada. Ahí es nada. La soledad, el desencanto de todo, el desaliento, la depresión, la centrifugadora vital en la que estamos metidos que no nos da tiempo de procesar tantos cambios y de digerir los cambios en las relaciones que nos ha tocado vivir. La psique se rinde frente a esta sobrecarga de realidad ante la que algunos claudican. Algo hay que hacer, mucho hay que hacer y nos compete a todos y cada uno de los que queremos seguir perteneciendo a la raza humana.
Especialmente, ya han surgido iniciativas aquí y allá para contrarrestar esta sangría de malestar que rezuma este sistema enfocado a la productividad a cualquier precio. Los gobiernos han detectado esta lacra social en aumento y ya propugnan hasta ministerios para combatir soledades.
Mucho por hacer. Especial e individualmente, preocuparnos por el que está más cerca y preguntarle tan sólo cómo le va la vida. Y escucharle. Solo con prestar atención a lo que alguien nos quiere comunicar tal vez ya hagamos algo cada uno por cambiar las cosas. También en esta sangría constante y siniestra que nos mete de lleno en la modernidad que vive entre el desarraigo existencial y el desasosiego del alma que no encuentra reposo y consuelo para seguir, en algunos casos, existiendo, vibrando con todo lo vivo, esa maravilla a la que nos asomamos cada día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario