Estas élites irresponsables que nos dan lecciones sobre el clima desde sus jets privados carecen de toda autoridad
Nuestros líderes mundiales -nuestras élites económicas y políticas, las que toman las decisiones trascendentales para nuestra vida- han acudido a la Cumbre del Clima de Glasgow volando en 400 jets privados. El atasco que se ha formado en el espacio aéreo de Glasgow ha sido descomunal. Lo bueno del caso es que estos señores han volado a Glasgow a darnos lecciones morales sobre lo que debemos consumir y lo que debemos hacer. Y gente que gana del orden de los 100.000 euros al año (o un millón, o diez millones, o cien millones, o mil millones), se ha dedicado a reñirnos porque nuestra huella de carbono es excesiva y está poniendo en peligro la supervivencia del planeta. Una y otra vez, nuestros líderes nos han repetido que viajamos demasiado, consumimos demasiado, comemos demasiado y derrochamos demasiado. Es la misma monserga de siempre desde que se ha despertado una súbita conciencia ecologista entre nuestras élites políticas y económicas. No sabemos si esa conciencia es puro oportunismo o cálculo egoísta o simple deseo de apuntarse a un carro que parece muy popular. Pero el caso es que una gente que vive muy bien no para de darnos consejos sobre lo mal que hacemos las cosas. Que Jeff Bezos, que trata a sus empleados humanos como si fueran mangostas recluidas en un zoo de Bangladesh, se dedique a darnos lecciones morales sobre la fragilidad del planeta es un hecho que debería tener en nosotros los efectos de un buen purgante. Tres cucharadas soperas de aceite de ricino, por ejemplo.
Nadie puede negar la realidad del cambio climático, pero estas élites irresponsables que nos dan lecciones sobre el clima desde sus jets privados carecen de toda autoridad moral y de toda ejemplaridad humana. Nos harán pagar la electricidad mucho más cara, nos cobrarán peajes, nos limitarán los desplazamientos, cerrarán las pocas industrias que nos quedan, harán subir los precios de los bienes de consumo hasta límites nunca vistos y nos impondrán unas condiciones draconianas que tendremos que aceptar sin rechistar por el bien del planeta. Pero ellos, por supuesto, no renunciarán a ninguno de sus privilegios y seguirán viviendo a cuerpo de rey. Nos ha tocado, en el peor momento, la peor clase política imaginable y las peores élites económicas. Y aunque se hagan pasar por muy virtuosas y muy moralistas, todo es mentira. Todo. Todo.
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