El cerebro, como el buen vino bien conservado, mejora y se disfruta más al envejecer.
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El cerebro humano es quizás el órgano más expuesto a cambios constantes según las condiciones externas. Se adapta rápidamente según las circunstancias a todas las edades de la vida.
¿Sabías que incluso en la edad avanzada puedes tener facultades óptimas?
Cómo envejece el cerebro
El cerebro no tiene canas y ya nace arrugado para poder tener cabida en el cráneo. Se calcula que si se pudiera extender, su superficie llegaría a cubrir una mesa para cuatro comensales.
Su tamaño concluye hacia los 3 años, pero los circuitos neuronales siguen desarrollándose hasta casi los 30.
En un cerebro envejecido se observa algo de merma en el número de circuitos neuronales y vasos sanguíneos y un volumen ligeramente inferior que en la juventud. Todo va a depender de la “gimnasia mental” que efectuemos.
En ese sentido, la gimnasia mental incluye desde los ejercicios memorísticos y cognitivos hasta la interacción social y el ejercicio físico.
Por otra parte, numerosos estudios científicos concluyen que, aunque más lento de respuesta, el cerebro sigue siendo flexible al envejecer incluso aumentando la conexión y número de algunas neuronas según el tipo de actividad que efectuemos.
Creatividad al poder
La actividad memorística y las habilidades intelectuales pueden verse ralentizadas con la edad. Sin embargo, no es el caso de la creatividad para la que hace falta orquestar diversas áreas del cerebro que se encuentran tanto en el hemisferio izquierdo como en el derecho.
Algunos estudios han demostrado que las personas sexagenarias aumentan sus actividades creativas gracias a tener una mejor interacción y armonía entre ambos hemisferios.
Gracias a la optimización de la conexión del lado izquierdo (más activo en la lógica y la matemática) con el lado derecho (más activo en la intuición, sensibilidad, percepción, emociones) se consigue poder trabajar con los dos hemisferios simultáneamente, lo que permitiría resolver problemas más complejos que requieren de la combinación de la intuición y la deducción.
El cerebro se hace más sabio para tomar las decisiones equilibradas con las dosis adecuadas de cordura y emociones.
La fuerza de la longevidad
Aunque no lo parezca, hay funciones intelectuales que se potencian con la edad. Hay algunos estudios recientes que demuestran que la actividad intelectual puede seguir incrementando hasta alcanzar su máximo hacia los setenta años.
En particular en las mujeres, se sabe que la capacidad semántica y las habilidades verbales son óptimas cuando se alcanzan los 60-65 años.
Este aumento de la agilidad mental está en parte inducida por el refuerzo de las conexiones neuronales. Las neuronas son grandes charlatanas que comunican a grandes velocidades. Para que la comunicación sea óptima, los nervios de conexión se recubren de una sustancia denominada mielina, formada en parte por grasas y proteínas. Con el progreso de la edad se observa que la mielina se refuerza, mejorando y agilizando la comunicación neuronal hasta en un 300%.
De esa manera, el cerebro se hace más “práctico” y eficaz a la hora de tomar decisiones, evitando los rodeos y los aspectos menos relevantes.
La gimnasia mental tiene mil formas
Para ayudar a que el cerebro esté al máximo de su potencia a los 80 años conviene que se esfuerce.
Los ejercicios para mejorar el rendimiento intelectual son muy variados y no se basan solamente en hacer sudokus. Desde practicar juegos malabares o prestidigitación, los trabajos manuales o aprender a bailar o tocar un instrumento pueden ser grandes aliados de la mente óptima.
En este vínculo puedes conocer las pautas básicas para el cerebro joven. Y en este enlace se describen 30 ejercicios para el cerebro positivo en 30 vídeos cortos.
El cerebro, como el buen vino bien conservado, mejora y se disfruta más al envejecer. ¡Disfrútalo!
Un buen comienzo marca la diferencia
El cerebro está en contacto constante con los estímulos exteriores. Desde los olores que percibimos en el entorno, las voces o sonidos ambientales, la gestión de la emoción al observar un paisaje, etc. están generando constantemente estímulos mentales que forjan y modifican los circuitos neuronales.
El estímulo del medioambiente es particularmente esencial al nacer. El cerebro del recién nacido va forjándose de acuerdo a las percepciones sensoriales, afectivas y del aprendizaje a una velocidad vertiginosa.
Por esta razón, el bebé precisa de una necesidad constante de señales externas que fomenten la “plasticidad” de su cerebro. Por el contrario, los ambientes pobres de estímulos generan que la actividad mental sea inferior.
Un ejemplo de este principio se ha constatado en épocas recientes, analizando niños que nacieron durante la pandemia por la covid-19. Estos niños experimentaron sus primeros meses de vida en un ambiente cerrado y en la mayoría de los casos con la mera presencia de sus padres que andaban estresados y alarmados con la situación inducida, y que en muchos casos tuvieron que priorizar largas horas de tele-trabajo en solitario.
Los estudios indican que la baja estimulación de estos cerebros recién llegados al mundo supuso una merma en sus habilidades cognitivas, motoras y lingüísticas, observándose en el coeficiente intelectual una reducción de aproximadamente 20 puntos en comparación con niños nacidos a principios del 2019.
Ello no quiere decir que estos niños vayan a estar menos dotados intelectualmente en el futuro, porque tienen un gran tiempo para seguir evolucionando. Lo que este dato indica es que el cerebro y los estímulos variados del medioambiente exterior establecen un diálogo constante y dinámico a lo largo de la vida.
No escatimes en caricias para estimular el tacto, respira profundamente para distinguir los olores de las especias o agudiza el oído para empatizar con los trinos de los pájaros en la lejanía.
El cerebro estará en esos momentos estimulando sus facultades cognitivas.
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