Quiénes lo alientan, cuándo lo calculan, cómo afectaría a España...
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Teléfonos móviles que no cargan. Frigoríficos sin funcionar. Empresas sin poder
trabajar… y Europa, e incluso el mundo, visto desde el espacio como un enorme manto negro agazapado en la oscuridad. Parece el punto de partida de una película de tintes apocalípticos pero según la teoría del gran apagón, esta podía convertirse en realidad dentro de unos años… e incluso antes.
Suposiciones aparte, es uno de los temas más buscados en las últimas semanas en Google y también uno recurrente en conversaciones entre amigos, artículos de prensa y tertulias de televisión, pero ¿qué hay de cierto en el gran apagón que, para algunos, amenaza al planeta?
Fue a finales del pasado mes de octubre. La desconocida hasta entonces ministra de Defensa de Austria, Klaudia Tanner, soltaba unas declaraciones y la histeria empezaba a propagarse rápidamente por todo el planeta. Que la autoría de tales afirmaciones emane de una ministra, cobró para muchos mayor veracidad si cabe.
Austria lanza la psicosis
Tanner, del partido conservador OVP, fue tajante: “La cuestión no es si habrá un gran apagón, sino cuándo”. El tema puede adquirir cierta credibilidad si analizamos las últimas “predicciones” de las Fuerzas Armadas de Austria en los años recientes. Todas se han cumplido: desde una pandemia global, hasta un atentado en la siempre tranquila Viena e incluso ataques cibernéticos capaces de poner en jaque la seguridad de los gobiernos más poderosos. Tanner no lo ha dudado un momento y ha empezado alentar a sus compatriotas, y desde ahí a los europeos, sobre un gran apagón eléctrico.
De hecho, la ministra ya ha supervisado una serie de maniobras e iniciativas de
concienciación sobre lo que asegura es “un peligro real, pero subestimado”. Entre ellas, una intensa campaña de información con publicidad en los medios y la difusión de más de 6.000 carteles repartidos por todo el país bajo el título “Qué hacer cuando todo se para”. Esta va acompañada de una guía de consejos prácticos sobre qué comprar en un momento así, como combustible, velas, baterías, conservas y agua potable. Pero ¿qué hay detrás de todo esto? ¿De dónde nace en realidad esta teoría de la que ahora la ministra austriaca es su cara más famosa?
¿Ha habido otros apagones?
La realidad es que ya ha habido otros apagones, aunque nunca uno a escala europea y mucho menos mundial. Suecia sufrió uno de diciembre de 1983 a marzo de 1984 donde dos tercios de la red eléctrica del país se vieron afectados por un cortocircuito en un transformador.
Italia vivió otro, el 28 de septiembre de 2003, debido a una caída de árboles sobre una línea de alta tensión que afectó a todo el país. También Suiza, con un apagón general de 18 horas; la ciudad de Londres, tres días entre el 20 y el 24 de julio de 2009, o Nueva York, donde entre el 13 y 14 de julio de 1977, la fuerza de un rayo destruyó un transformador y nueve millones de neoyorkinos estuvieron sin luz, han sido algunos casos de apagones pero no los únicos. Y por supuesto, no tan intensos como el que se prevé.
¿Se salvaría España de un gran apagón?
En pleno conflicto ante el cierre del gasoeducto Magreb-Europa, la vicepresidenta tercera y Ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, fue tajante: “Es un tema que podemos descartar de nuestro horizonte de preocupaciones con total rotundidad”. E hizo referencia a la peculiaridad geográfica de España donde el sistema energético español “es casi una isla”, de modo que “el riesgo de un tipo de apagón por una caída del sistema en terceros países es muy limitado”.
La escasa relación energética de España con el resto de países podría salvarnos aunque, como es lógico, el precio de la luz se dispararía hasta niveles estratosféricos jamás vistos. Lo que afectaría profundamente a la economía del país y el día a día de los ciudadanos.
Cabe tener en cuenta que la interconexión existente entre muchos países europeos en el caso de un apagón al fallar una subestación estratégica produciría un efecto contagio debido a la superposición de unas líneas con otras. Sin embargo, sus consecuencias no serían las mismas para todos. Países como Islandia, Irlanda, Portugal y España podrían sufrir menos las consecuencias.
Dada la alta dependencia de Europa del gas, haría necesario bombear aún más a través de los gasoductos rusos. Sería necesario importar gas natural licuado en barcos metaneros para abastecer a las centrales de regasificación europeas. Y todo ello en un mercado donde los precios han ascendido en un 300% en menos de un año por la crisis del transporte marítimo mundial.
El mercado europeo de la electricidad, el cual encarece las fuentes de energía fósiles, vería cómo los precios del mercado mayorista se dispararían hasta tal punto que haría muy complicado comercializar la electricidad en la península, por lo que España aunque no sufriría directamente los efectos de un gran apagón si sufriría consecuencias trágicas. Todo ello en el caso de que el gran apagón fuera posible, claro está.
Qué energía tiene España
El país se encuentra en la actualidad en una situación variopinta respecto a la
producción y el consumo de electricidad. España produce casi el triple de energía de la que consume, siendo la eléctrica la más utilizada aunque con un déficit tarifario de 30.000 millones de euros. La mitad de la energía producida se concentra en las comunidades autónomas de Cataluña (17%), Andalucía (15%), Galicia y Castilla y León (ambas un 10%).
Sin embargo, también se encuentra muy por encima de la media comunitaria en lo que a dependencia energética se refiere, un 70,5% frente al 53,2% de la media del resto de la UE. Según un informe elaborado por Red Eléctrica de España, en todo el país hay instalada una potencia de algo más de 108.000 MW, pero ¿se usa toda? No. En el momento de una mayor exigencia, España necesita 40.000 MW. Eso sí, destaca el elevado coste de mantenimiento de las infraestructuras de energía eléctrica.
Es decir, cuando hay poca demanda de energía eléctrica muchas de las centrales repartidas por el país no entran en funcionamiento. Aunque, eso sí, deben continuar operativas mientras que las centrales de ciclo combinado disparan sobremanera su coste de mantenimiento. El exceso de energía que se produce hace que exportemos sobre todo a Portugal, Marruecos, Andorra y Francia. Sin embargo, las ganancias siguen sin compensar el elevado gasto que supone producirla.
Por ejemplo, de 2010 a 2016 se exportaron entre 6.000 y 10.000 GWh, una cifra que podría parecer alta pero que tan solo representa entre el 2% y el 4% del total de la energía producida. En el otro lado de la moneda, España es potencia productora de electricidad pero no así de gas, carbón y petróleo, de hecho en este último se necesitan cada año 58 millones de toneladas para abastecer a todo el país, lo que nos convierte en un país tremendamente dependiente. ¿Por qué no se transforma la energía para su reutilización? Esto ayudaría, entre otras consecuencias, a ayudar a abaratar el recibo de la luz. Y es lo que persiguen desde hace años diferentes asociaciones y organizaciones ecologistas sin suerte.
De hecho, las compañías eléctricas calculan que si España utilizase sus reservas estratégicas de gas, la factura de la luz se podría rebajar hasta en más de 6.000 millones de euros durante algo más de medio año. Una propuesta trasladada al Ministerio de Transición Ecológica de Teresa Ribera pero rechazada por la misma Ribera. El uso de estas reservas estratégicas para alimentar las centrales térmicas de ciclo combinado, defienden las compañías, es fundamental ya que son responsables del 14,4% de la producción total de energía en lo que llevamos de 2021, según los registros de Red Eléctrica.
Más datos. Según el informe Un modelo energético sostenible para España en 2050 de Deloitte, España emite una media de 322 millones de toneladas de gases de efecto invernadero (GEI), de las cuales 240 millones proceden de usos energéticos y los 82 millones restantes correspondieron a otros usos no energéticos. El compromiso europeo de reducción de emisiones GEI entre un 80% y un 95% en 2050 supondrá para España, que las emisiones se limiten hasta un valor muy reducido de entre 14 y 88 MtCO2. Para ello, el Gobierno, estima que las inversiones que la economía española tendrá que realizar entre hasta dicha fecha en descarbonización alcanzarán un importe de entre 330.000 y 385.000 millones de euros.
A priori, este proceso de descarbonización presenta tres impactos positivos. Por un lado, una menor dependencia de las importaciones de productos. También un menor precio de la electricidad, hasta los 65-75 €/MWh en 2050. Y una mayor eficiencia energética, donde la electrificación disminuye el consumo energético total del país. Dicho estudio apunta a que el importante volumen de las inversiones a realizar, los largos plazos de recuperación de dichas inversiones y la incertidumbre sobre cuándo ciertas tecnologías estarán suficientemente maduras para su uso masivo, requieren una transición inteligente. Un proceso que ha de garantizar el cumplimiento eficiente de los objetivos a largo plazo y la adaptación a la evolución de la tecnología y de los costes.
2025, la supuesta fecha del caos
El gran apagón tiene una fecha en el calendario, 2025. No es algo que se prevea inmediato pero ¿por qué esa fecha? ¿Y por qué se ha llegado a pensar que Europa e incluso el mundo podría acabar a oscuras? Es necesario analizar el momento actual para entender las bases de quienes defienden esta teoría.
Por un lado, la pandemia por la covid-19 ha causado estragos a nivel eléctrico. La paralización productiva a todos los niveles y los confinamientos domiciliarios en gran parte del planeta, provocaron un exceso en el consumo de electricidad en el mundo. Esto llevó a un gran impacto en la disponibilidad de las materias primas. Por otro, los esfuerzos de los países en combatir el cambio climático ha puesto sobre la mesa el cierre de 13 de los 57 reactores nucleares del viejo continente.
¿Alienta Vox la teoría del Gran Apagón?
El pasado miércoles en el Congreso, el portavoz de ERC Gabriel Rufián, aseguraba que no habrá un “gran apagón” en España ni en Europa y acusaba a la “ultraderecha” de avivar “el miedo” y “la mentira” con el objetivo de ganar votos y controlar la sociedad.
Fue el pasado 25 de octubre cuando Vox pedía en el Congreso la comparecencia del director de Seguridad Nacional, Miguel Ángel Ballesteros, en la Comisión Mixta de la Cámara para informar sobre las medidas que se tomarán frente al riesgo de que España sufra este hipotético colapso eléctrico.
Rufián fue claro, “la desinformación es la principal amenaza de la democracia”, y señaló a Vox, por alimentar el mantra de que un gran apagón que nos dejará sin luz, sin calefacción y sin agua caliente aunque recordó que de esta manera “viven dos tercios del planeta”.
Rufián se ha alzado como uno de los mayores detractores de la idea del gran apagón, defendiendo por otro lado que en España, “las centrales hidroeléctricas están preparadas para generar mucha más electricidad de la que la población consume cada día. El sistema eléctrico tiene 10 fuentes de energía distintas. Es mentira que vaya a haber un apagón”, defendiendo que “si hay escasez energética” es porque hay gente que “no pueda pagar la factura de la luz” y no porque las centrales no puedan generar electricidad.
El portavoz de ERC fue muy crítico con Vox, al que acusa de estar instaurado en “el miedo, el ultranacionalismo, la islamofobia, la xenofobia y la homofobia” para crear sistemas basados en el “sálvese quien pueda; sálvese quien tenga”. A la vez que comparaba esta teoría del miedo “por el que temían que unos menas les quiten la pensión o unos okupas les ocupen la casa mientras compran el pan”.
Mientras, desde Austria el gobierno conservador continúa alimentando la polémica y la psicosis. Recomienda hacer un curso de primeros auxilios a la población, organizar un punto de encuentro con familiares y amigos e incluso pactar con vecinos el reparto de tareas para obtener la mayor cantidad de recursos posible.
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