ANTONIO FERNÁNDEZ TORRES | HISTORIADOR / JUAN CARLOS VÁZQUEZ |
La pasión de Antonio Fernández Torres (Sevilla, 1978) es la navegación. Tanto, que este licenciado en Historia por la Hispalense decidió especializarse en su investigación. Estudioso de la gesta de Magallanes y Elcano, se enroló en la expedición que entre 2004y 2006 reeditó la circunnavegación en la réplica de la nao Victoria. Una experiencia que le cambió, hasta el punto de encauzar su vida profesional con la fundación de la empresa Tannhauser Estudio. Recientemente ha publicado un cuento sobre la gesta, Victoria y la primera vuelta al mundo (Babidi-bú, 2021).
–¿Puedo escribir que es el guardián de Magallanes?
–No (ríe). No. Si soy guardián de algo, soy el guardián de La Victoria, de la nao. Y soy más de Elcano que casi de Magallanes.
–Eso le iba a preguntar. ¿Tiene el corazón dividido por esos navegantes?
–Soy más de Juan Sebastián Elcano porque creo que hace falta quererlo más. Magallanes tiene su lugar en la historia y a Elcano vamos poniéndolo en su sitio, pero hace falta que lo queramos un poquito más.
–Porque al fin y al cabo la gesta la culmina el navegante vasco, ¿no?
–Sí, totalmente. Quien da la vuelta al mundo, que es lo que conmemoramos ahora y lo que trasciende, es Juan Sebastián Elcano. Sin embargo, yo pienso que no existe el uno sin el otro.
–¿Una empresa conjunta?
–No. Fue una empresa de Magallanes, pero muere por el camino y nunca tuvo la intención de dar la vuelta al mundo. Quería abrir la ruta de las Maluco, pero sin intención de dar la vuelta al mundo, que es lo que trasciende de la expedición. Elcano nunca hubiera organizado la expedición, no tenía la capacidad. Y sin la oportunidad que le dio Magallanes, no lo hubiera conseguido tampoco. Para mí es un binomio Magallanes-Elcano.
–¿Y por qué cree que tiene que estar más reivindicado? La Armada sí lo hace. Para un gaditano como yo, Juan Sebastián Elcano es, sobre todo, el buque-escuela de la Marina.
–Sí, pero hablo más del público general. Quizás en Cádiz, por su relación con la Armada y con el buque-escuela, sí. Pero realmente es muy desconocido a nivel nacional e internacional. Ahora empieza a sonar. Se está haciendo un buen trabajo durante el V Centenario [de la circunnavegación], pero no es una figura a la que se le haya dado la importancia que merece desde el punto de vista de la historia de la exploración.
–Es especialista en historia de la navegación. ¿Al margen de esta impresionante gesta, dónde colocaría a España en un ranking?
–El número uno, muy competido con los portugueses.
–Le iba decir yo en el podio ¿iba corto?
–Sí. En la navegación oceánica el número uno junto con Portugal. A mí me gusta hablar de navegantes ibéricos, porque sobre todo aquí en el sur, el trasvase de cultura, de conocimiento, de construcción naval es brutal. En la zona del Algarve y de Andalucía confluyen y realmente para mí no hay una diferencia tan grande. Los marinos españoles y portugueses transforman los océanos en vías de comunicación y acaban con la Edad Media, con los océanos como frontera.
–¿Con qué gesta actual es comparable lo que hicieron Magallanes y Elcano?
–Se ha comparado mucho con la llegada a la Luna del Apolo. A mí, y es una es una idea de un almirante ya jubilado, me parece que se parece más a si encontráramos un agujero negro accesible o localizable y decidiéramos mandar una nave y ver qué pasa. Se lanzaron a la parte más desconocida de mundo y la exploraron. Está claro que ellos no inventan el Pacífico, que siempre estuvo ahí, pero son los primeros que lo atraviesan y le dan dimensiones. Y al hacerlo eso, la Tierra cambia también.
–Conoce esta gesta desde la experiencia, porque se enroló en la expedición que se hizo en 2004 para conmemorarla. ¿Cómo lo vivió?
–Yo había navegado mucho y había tenido muy buenas experiencias en barcos más de competición deportiva. Era un proyecto para mí. No tuve más remedio que embarcarme con todo lo que suponía: tenía un trabajo, una novia... y había que dejarlo todo dos años para navegar en una réplica histórica. Fueron años muy intensos y ese viaje me cambió la visión de la vida.
–Lo preguntaba porque su vida se encaminó a partir de ahí por otra ruta, ¿no?
–Sí, me condicionó mucho. Al volver hice una exposición sobre el viaje y acabé dedicándome a hacer exposiciones. Y como historiador, la experiencia de navegar en estos barcos me permite ver algo más cuando leo crónicas o accedo a información histórica.
–¿De esa experiencia nace también Victoria, la novela infantil que ha escrito?
–Sí. Participé en la reconstrucción del barco que se hizo para la Expo 92. Luego me embarqué. La nao siempre estuvo ahí. La Victoria siempre fue femenina.
–La visión femenina es una característica del cuento.
–Sí, es pretendidamente femenino en un mundo muy masculino.
–¿Por qué para niños?
–Porque tengo dos niñas pequeñas y me sirvió para explicarles la pasión de su padre por la historia de navegación, por la primera vuelta al mundo, por los barcos.
–¿Y también para inculcar valores como la constancia y el esfuerzo?
–Sí, el libro transmite ciertos valores. La nao tiene mucha ilusión, es valiente, tiene miedo, pero lo supera y se lanza al océano; hace amigos por el camino, acepta las pérdidas, se sobrepone a la derrota y es optimista. El cuento va evolucionando, madurando, y eso se traslada a los niños.
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