Investigador del Centro Nacional de Biotecnología, es uno de los ponentes del congreso de biología molecular que se celebra en Granada
ARANTXA ASENSIO GRANADA
-La biotecnología 'goza' de cierta mala fama. ¿Cómo se explica?
-La biotecnología ha existido, no con ese nombre, desde el principio de los tiempos. Siempre se pone el ejemplo de los quesos, o de la cerveza... ese tipo de productos dependen de elementos biológicos para su producción, como son las bacterias y los microorganismos. En los últimos 30 años esto ha cambiado radicalmente, convirtiéndose en una ciencia muy profunda. Surge la posibilidad de realizar ingeniería genética, esto es, de coger varios genes y de combinarlos para dotar a sistemas vivos de propiedades que antes no tenían. Esto ha llevado a desarrollo de nuevos medicamentos, nuevas formas de desarrollar la agricultura... y también a las plantas transgénicas. Creo que eso ha sido la china en el zapato que ha hecho que haya una mala percepción de la biotecnología. Ha sido un problema de comunicación y de implicación de la sociedad en un debate cuando surgió esta tecnología. En los últimos años todos los que nos dedicamos a esto somos muy conscientes de los errores que se cometieron en el pasado, en cuanto a no implicar al público en el debate, y ahora cualquier tecnología utiliza como fundamento hacer partícipe a toda la sociedad del debate desde el principio. No se trata de poner encima de la mesa productos hechos.
-Ese proceso de debate tiene que lugar contra los riesgos imaginarios que despiertan los avances científicos... riesgos que creemos más que los riesgos reales.
-En el mundo científico hay que tomar decisiones en base de las evidencias. Por el momento lo que tenemos encima de la mesa es que la biotecnología no ha generado agentes biológicos más peligrosos de los que ya tenemos. A veces creemos que la madre naturaleza es buena pero existen infinidad de patógenos que no han creado los científicos.
-¿La opinión sobre la biotecnología tiene que ver con la situación particular de cada uno? Ante un problema de salud quizá seamos menos críticos con un tratamiento basado en estas herramientas...
-Totalmente. Hay anticuerpos que parece que pueden ser eficaces en la lucha contra el ébola que se han desarrollado a partir de plantas transgénicas. Es un caso en el que se ve claramente el beneficio de apostar por estas tecnologías. Cuando se hace el balance se que el beneficio es mayor que el riesgo.
-Con afirmaciones como las suyas, ¿cree que hay quien ve intereses de la industria más que la opinión de un científico?
-En la sociedad en la que vivimos cualquier tipo de producto se canaliza a través de las empresas, que es el intermediario entre el desarrollo y el usuario final. Hay muchas cosas de la industria farmacéutica que son criticables, pero ése es otro debate. Lo que puedo atestiguar como científico es que hay poquísima evidencia de que la alarma que a veces hay en la sociedad esté justificada. Hay una discusión muy interesante sobre si la forma en que utilizamos la biomedicina y la forma en la que entregamos los resultados de nuestra investigación es acertada.
-Y usted tendrá una opinión en esa discusión sobre cómo se comercializan los descubrimientos científicos...
-(Sonríe) Soy partidario del open source, que cualquier investigación que se haya hecho con dinero público beneficie a la sociedad directamente. Llevar eso a la práctica es muy complicado, pero en la era de internet es un camino que vamos a cubrir antes o después. La información no se puede guardar en un cajón. Tenemos que pensar en nuevas formas de 'valorizar' la investigación.
-Otro elemento que obliga a repensar cómo se trabaja en ciencia es la crisis. ¿Cómo ve la situación de la ciencia en España?
-La crisis se puede ver desde muchas perspectivas. La evidencia es que la crisis ha impactado en la financiación de la ciencia. Diría que las situaciones de crisis son también un estímulo para buscar fuentes de financiación, una mayor interacción con los usuarios... caminos que a lo mejor a los científicos no se nos habían ocurrido. Lo que sí es cierto es que la investigación tiene que estar apoyada por el sector público y hay infinitos casos en los que un apoyo del sector público ha dado grandes beneficios a la sociedad. Los teléfonos móviles surgieron como consecuencia de una investigación de muchos años y apoyada por el sector público. Es cierto que hay fuegos, pero si nos centramos en apagar fuegos sin pensar a largo plazo nos perderemos la oportunidad de seguir progresando cuando esté apagado.
-Hablemos del futuro. Algunas de las aplicaciones de la biotecnología en las que trabaja su equipo tienen como finalidad detectar minas antipersona...
-Los microorganismos tienen para el gran público una mala reputación, pero los que nos hacen 'cosas malas', por decirlo de alguna manera, son una fracción muy pequeña. La mayoría hacen cosas fascinantes en beneficio nuestro. Una de esas aplicaciones es reprogramar con ingeniería genética una bacteria que vive en el suelo para que emita luz cuando se encuentre con un compuesto explosivo. Eso sería un sistema muy barato de detección de minas antipersonas. Es cierto que ahora es más una prueba de concepto que algo que podamos poner en marcha mañana, pero esa investigación abre un camino que puede ser muy provechoso para muchísimas aplicaciones en problemas ambientales o degradados.
-¿Cuáles son los próximos retos de la biotecnología?
-Uno de los más grandes es sustituir la industria química, que está basada en una química agresiva con el medio ambiente, por unas alternativas que estén basadas en catalizadores biológicos. Una gran cantidad de productos cotidianos los produce la industria con procedimientos muy agresivos. Se busca producir plásticos biodegradables, cómo utilizar plásticos, pero sin los aspectos negativos de los que utilizamos ahora. El petróleo se va a terminar y tenemos que buscar desesperadamente alternativas para mantener nuestra vida actual. Y la alternativa no es otra que la biotecnología.
-La biotecnología ha existido, no con ese nombre, desde el principio de los tiempos. Siempre se pone el ejemplo de los quesos, o de la cerveza... ese tipo de productos dependen de elementos biológicos para su producción, como son las bacterias y los microorganismos. En los últimos 30 años esto ha cambiado radicalmente, convirtiéndose en una ciencia muy profunda. Surge la posibilidad de realizar ingeniería genética, esto es, de coger varios genes y de combinarlos para dotar a sistemas vivos de propiedades que antes no tenían. Esto ha llevado a desarrollo de nuevos medicamentos, nuevas formas de desarrollar la agricultura... y también a las plantas transgénicas. Creo que eso ha sido la china en el zapato que ha hecho que haya una mala percepción de la biotecnología. Ha sido un problema de comunicación y de implicación de la sociedad en un debate cuando surgió esta tecnología. En los últimos años todos los que nos dedicamos a esto somos muy conscientes de los errores que se cometieron en el pasado, en cuanto a no implicar al público en el debate, y ahora cualquier tecnología utiliza como fundamento hacer partícipe a toda la sociedad del debate desde el principio. No se trata de poner encima de la mesa productos hechos.
-Ese proceso de debate tiene que lugar contra los riesgos imaginarios que despiertan los avances científicos... riesgos que creemos más que los riesgos reales.
-En el mundo científico hay que tomar decisiones en base de las evidencias. Por el momento lo que tenemos encima de la mesa es que la biotecnología no ha generado agentes biológicos más peligrosos de los que ya tenemos. A veces creemos que la madre naturaleza es buena pero existen infinidad de patógenos que no han creado los científicos.
-¿La opinión sobre la biotecnología tiene que ver con la situación particular de cada uno? Ante un problema de salud quizá seamos menos críticos con un tratamiento basado en estas herramientas...
-Totalmente. Hay anticuerpos que parece que pueden ser eficaces en la lucha contra el ébola que se han desarrollado a partir de plantas transgénicas. Es un caso en el que se ve claramente el beneficio de apostar por estas tecnologías. Cuando se hace el balance se que el beneficio es mayor que el riesgo.
-Con afirmaciones como las suyas, ¿cree que hay quien ve intereses de la industria más que la opinión de un científico?
-En la sociedad en la que vivimos cualquier tipo de producto se canaliza a través de las empresas, que es el intermediario entre el desarrollo y el usuario final. Hay muchas cosas de la industria farmacéutica que son criticables, pero ése es otro debate. Lo que puedo atestiguar como científico es que hay poquísima evidencia de que la alarma que a veces hay en la sociedad esté justificada. Hay una discusión muy interesante sobre si la forma en que utilizamos la biomedicina y la forma en la que entregamos los resultados de nuestra investigación es acertada.
-Y usted tendrá una opinión en esa discusión sobre cómo se comercializan los descubrimientos científicos...
-(Sonríe) Soy partidario del open source, que cualquier investigación que se haya hecho con dinero público beneficie a la sociedad directamente. Llevar eso a la práctica es muy complicado, pero en la era de internet es un camino que vamos a cubrir antes o después. La información no se puede guardar en un cajón. Tenemos que pensar en nuevas formas de 'valorizar' la investigación.
-Otro elemento que obliga a repensar cómo se trabaja en ciencia es la crisis. ¿Cómo ve la situación de la ciencia en España?
-La crisis se puede ver desde muchas perspectivas. La evidencia es que la crisis ha impactado en la financiación de la ciencia. Diría que las situaciones de crisis son también un estímulo para buscar fuentes de financiación, una mayor interacción con los usuarios... caminos que a lo mejor a los científicos no se nos habían ocurrido. Lo que sí es cierto es que la investigación tiene que estar apoyada por el sector público y hay infinitos casos en los que un apoyo del sector público ha dado grandes beneficios a la sociedad. Los teléfonos móviles surgieron como consecuencia de una investigación de muchos años y apoyada por el sector público. Es cierto que hay fuegos, pero si nos centramos en apagar fuegos sin pensar a largo plazo nos perderemos la oportunidad de seguir progresando cuando esté apagado.
-Hablemos del futuro. Algunas de las aplicaciones de la biotecnología en las que trabaja su equipo tienen como finalidad detectar minas antipersona...
-Los microorganismos tienen para el gran público una mala reputación, pero los que nos hacen 'cosas malas', por decirlo de alguna manera, son una fracción muy pequeña. La mayoría hacen cosas fascinantes en beneficio nuestro. Una de esas aplicaciones es reprogramar con ingeniería genética una bacteria que vive en el suelo para que emita luz cuando se encuentre con un compuesto explosivo. Eso sería un sistema muy barato de detección de minas antipersonas. Es cierto que ahora es más una prueba de concepto que algo que podamos poner en marcha mañana, pero esa investigación abre un camino que puede ser muy provechoso para muchísimas aplicaciones en problemas ambientales o degradados.
-¿Cuáles son los próximos retos de la biotecnología?
-Uno de los más grandes es sustituir la industria química, que está basada en una química agresiva con el medio ambiente, por unas alternativas que estén basadas en catalizadores biológicos. Una gran cantidad de productos cotidianos los produce la industria con procedimientos muy agresivos. Se busca producir plásticos biodegradables, cómo utilizar plásticos, pero sin los aspectos negativos de los que utilizamos ahora. El petróleo se va a terminar y tenemos que buscar desesperadamente alternativas para mantener nuestra vida actual. Y la alternativa no es otra que la biotecnología.
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