viernes, 17 de abril de 2015

Nacidas para sobrevivir granadahoy.com

En el Pico del Trevenque y en los Alayos viven plantas adaptadas a uno de los ambientes más duros y selectivos para la vida vegetal, las rocas sedimentarias conocidas como dolomías
IGNACIO HENAREs

Una de las formaciones más originales de las Sierras Béticas andaluzas, y en particular de la zona occidental de la media montaña nevadense, son las constituidas por unas rocas denominadas dolomías. Son rocas sedimentarias compuestas por carbonato cálcico y magnesio, y por ello, muy apreciadas como áridos para el sector de la construcción inmobiliaria, lo que ha provocado, durante años, la reducción progresiva de una parte muy importante de los ecosistemas dolomíticos del sector biogeográfico malacitano-almijarense, tanto en Sierra Nevada como en las sierras de Tejeda y Almijara. La normativa ambiental actual prohíbe la prórroga y las nuevas concesiones de explotación de estos materiales en los espacios naturales protegidos. 

En la formación de Sierra Nevada en algunos sectores estas dolomías fueron sometidas a un alto grado de metamorfismo que las ha fracturado de manera considerable, llegando en algunos casos a convertirlas en arenales (aunque en realidad es más propio hablar de gravas dolomíticas). A este tipo especial de dolomías se les conoce como kakiritas

Aunque la apariencia en la distancia sea la de zonas desérticas, en realidad atesoran una gran biodiversidad y un alto valor ecológico lo que ha llevado a la Unión Europea a incluir los matorrales dolomíticos entre los hábitats europeos de interés prioritario para su conservación. 

Un ambiente muy hostil 

A las dificultades de la vida en la montaña, (grandes y bruscos cambios de temperaturas, fuertes vientos…), las dolomías añaden un sustrato con grandes limitaciones para la mayoría de las plantas. En primer lugar, por la toxicidad que suponen las altas concentraciones de estos minerales. Y también por la disminuida capacidad de retención de agua tanto por la escasa profundidad del suelo como por su elevada permeabilidad, debido a la textura fracturada de estas rocas. Finalmente, la alta reflexión de la luz que incide sobre las arenas blanquecinas, puede producir quemaduras foliares. 

Adaptación 

Las plantas que han logrado colonizar con éxito estos hábitats han precisado una serie de adaptaciones muy concretas, que pueden reconocerse como un síndrome adaptativo típico, caracterizado por un porte rastrero, con predominio de nanocaméfitos y hemicriptófitos, de aspecto sedoso o presencia de abundantes pelillos y colores blanquecinos o grisáceos, así como un sistema radicular muy desarrollado en relación con el porte de la planta. 

Nanocaméfitos: Pequeñas plantas cuyas yemas de crecimiento se encuentran a menos de 25 cm de altura con respecto al suelo, de forma que en la estación desfavorable puedan quedar protegidas por un manto de hojarasca o de nieve. 

Hemicriptófitos: Viene del griego y literalmente significa "planta medio escondida". Con este término los botánicos denominan a cualquier forma vegetal perenne en que muere anualmente la parte aérea y sus yemas invernantes se quedan más o menos a ras de suelo. 

A pesar de las restricciones que suponen las duras condiciones ambientales de estos ecosistemas para el desarrollo de las plantas, se encuentra una alta diversidad de especies, que rondan el medio centenar. Algunas han sido bautizadas como ultradolomitófilas ya que son las únicas capaces de desarrollarse con elevadas concentraciones de este mineral y sólo viven sobre este sustrato concreto. El aislamiento entre unas montañas y otras ha propiciado por otra parte una distribución disyunta y a veces muy restringida de las especies, lo que incrementa el valor de la endemicidad. 

Muchas de estas especies no son extrañas a los granadinos ya que las dolomías forman parte del paisaje de senderos muy habituales como el que va desde el Canal de la Espartera hacia la Boca de la Pescá o el Corazón de la Sandía o desde Cumbres Verdes hasta el Jardín Botánico de la Cortijuela al pie del Pico del Trevenque, el rey de la media montaña y se encuentran en recorridos frecuentados por excursionistas y amantes de la Naturaleza. Esta relativa accesibilidad y la fragilidad y vulnerabilidad de algunas de estas especies, con poblaciones escasas, incluso en riesgo de extinción, ha llevado al parque nacional y natural de Sierra Nevada a establecer limitaciones a determinadas actividades deportivas como las carreras fuera de caminos forestales y a establecer una prohibición a la circulación de bicicletas de montaña campo a través y fuera de las rutas autorizadas y balizadas. 

Apellidos locales y pruebas de paternidad 



Entre los nombres que reciben las especies que viven en las dolomías hay algunos que muestran claramente que son autóctonas como es el caso de una especie exclusiva de los Arenales del Trevenque, apellidada con el nombre de nuestra provincia, Rothmaleria granatensis, una margarita de color amarillo, que aparece entre las piedras blancas y sueltas. Otras incluso reciben un nombre más específico de la zona de estas dolomías, como la perdiguera del Trevenque, (Helianthemum pannosum) o Armeria filicaulis trevenqueana, una subespecie que tiene esta zona como hábitat exclusivo. 

Varias especies se apellidan boissieri en honor al botánico suizo Edmon Boissier, uno de los padres de la botánica nevadense, que en el primero de los tres viajes que hizo a Sierra Nevada, recorrió toda esta orla occidental del macizo nevadense describiendo y clasificando las especies que encontraba en su expedición, resultando muchas de ellas exclusivas de Sierra Nevada y siendo denominadas por tal motivo y en su honor, con su apellido. Así nos encontramos con Convolvulus boissieri, una atractiva campanilla de color malva, endemismo nevadense exclusivo, Erodium boissieri, un geranio conocido comúnmente como el alfilerillo del Trevenque, Echinospartum boissieri, conocido como piorno blanco o bolina, o la compuesta Centaurea boissieri subsp. funkii.

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