Málaga y Granada son las antítesis del esfuerzo y la atonía de sus responsables políticos y sus 'fuerzas vivas'
Me he referido en muchas ocasiones a dos modelos antagónicos de abordar el futuro de las ciudades que, en Andalucía, podrían representar Málaga y Granada. Mientras Granada ha permanecido anclada en su rico pasado, que incluso ha salpicado no sólo a su economía, sino a su aliento cultural, mirando para atrás más que para adelante, Málaga ha hecho su presente a costa de esfuerzo, unidad y constancia, dejando a un lado la llantina y la siesta de sus 'autoridades enanas', de las que advertía Ganivet. Es verdad que ha contribuido a ese despertar el auge de sus infraestructuras: un aeropuerto internacional, a la altura de los de Madrid y Barcelona; un núcleo ferroviario que le ha conectado con el resto del país, un puerto acogedor de los grandes cruceros y una red viaria que lleva décadas soportando un desarrollo económico, no sólo apoyado en su turismo. Nada comparable con la penuria, retraso u olvido, central y autonómico, sufrido por Granada (véase la penosa situación del aislamiento ferroviario que sufrimos).
En el capítulo cultural lo poco que hemos logrado ha sido mantener su Festival de Música y Danza, una Orquesta, el Parque de las Ciencias y referencias de Falla y Lorca, en especial en Fuente Vaqueros. Málaga, sin embargo, ha sabido trabajar con unidad y seriedad su idea cultural, basada no sólo en su teatro y su magnífica orquesta sinfónica, sino con una oferta museística a nivel europeo. A los museos Picasso, Thyssen y otros 30 centros de diverso rango, acaba de unirse un logro histórico por el que lucharon entidades, empresarios, artistas, periodistas y la ciudadanía malagueña durante 19 años: convertir el edificio de La Aduana -que fue un lugar siniestro de castigo- en el gran museo de Bellas Artes y Arqueológico de Málaga. El mayor museo de titularidad pública existente en Andalucía que ha costado 40 millones de euros y que hace posible, como dijo el ministro de Cultura, que Málaga, con su ayuntamiento a la cabeza, se haya dotado de "una infraestructura cultural innovadora que ha transformado su atractivo turístico y económico proporcionándole una gran identidad, convirtiéndola en la ciudad de los museos".
Mientras Málaga hace una apuesta decidida por la cultura, Granada languidece, apolillada en sus fracasos -Centro Lorca, Gran museo (mejor escuela de fiscales), Teatro de la Ópera, Arqueológico…-, culpando a lo demás, cuando ni siquiera se une para demandar, salvo en la masiva protesta por la sanidad. Son dos formas distintas de gobernar una ciudad y de exigir unos apoyos que nunca llegarán si no existe un plan ambicioso de futuro y un consenso colectivo de sus representantes políticos, culturales y sociales. Dos formar de hacer ciudad. Felicitemos a Málaga y mirémonos en su espejo.
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