CARMEN MARCHENA
Dos amigas van de la mano por los pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras de Granada. Son Noelia y su amiga Sandra. Se conocieron de pequeñas en la ONCE y ambas son universitarias. Sandra cursa segundo de Filología Hispánica y es ciega, ella es la encargada en muchas ocasiones de acompañar a Noelia Lirola -que es sordociega congénita- al aula donde le corresponde la clase cada día.
A Noelia le detectaron la ceguera nada más nacer, pero la sordera no le fue diagnosticada hasta los seis años, cuando los profesores se percataron de que no respondía a las preguntas y se encontraba continuamente distraída en clase. "Si he aprendido a hablar es, en gran parte, gracias a mi madre, ya que me crié con el oído pegado a ella...".
Esta granadina tiene el 60% de pérdida auditiva y pese a las trabas que se ha encontrado a lo largo de su niñez, sobre todo en la escuela, actualmente cursa tercero del grado de Estudios Ingleses de la UGR. Noelia se formó en el colegio público Santa Juliana de La Chana y el aprendizaje del sistema braille propició a que la joven tuviese que repetir dos veces. Con independencia de ese inicio escolar, ha superado sin problemas todos los cursos de los que se compone el sistema educativo español. "La única adaptación que tuve durante mis años en el instituto fue la partición del Bachillerato en cuatro años". Noelia asegura que al sistema educativo le queda mucho por conseguir, tanto a nivel formativo como de sensibilización, y no sólo refiriéndose a la docencia, sino a la educación que debe transmitirse a edades tempranas a los alumnos de cara a la discapacidad.
"En el colegio no llegué a integrarme del todo, tanto fue así, que nunca tuve una pandilla de amigos con los que salir porque se creían que al no ver, me iba a caer e iba a ser un estorbo". Otra de las anécdotas que Noelia recuerda fue la de un profesor de Educación Física que le decía que "no corriese, no fuese a caerse", en vez de adaptar la carrera junto a un compañero que la guiase durante el recorrido.
Pero una vez acabada la selectividad con una calificación de 10.8, el esfuerzo y la constancia de esta joven se vería recompensado tras unas convivencias organizadas por la profesora Esperanza Alcaín. Se trata de unas jornadas inclusivas celebradas en el Colegio Mayor Isabel la Católica antes de que comience el curso universitario, donde alumnos con discapacidad y sin ella conviven realizando diversas actividades lúdicas e informativas vinculadas a la universidad y las diferentes carreras y cursos que se ofertan.
El objetivo de esta convivencia es el de crear redes de alumnos lo más heterogéneas posible y, en cierta manera, romper las barreras que todavía existen con las personas con discapacidad que, en muchas ocasiones, son motivo de la inseguridad en estas personas al enfrentarse a importantes pasos, como el de comenzar una carrera universitaria.
Noelia pertenece a la ONCE y a la Asociación española de Familias de Personas con Sordoceguera (Apascide). Gracias a estas entidades ha disfrutado a lo largo de su vida de las herramientas y los apoyos necesarios para ir desarrollándose de la manera más satisfactoria posible. Sin la ayuda de estas asociaciones, el gasto en herramientas para mejorar el día a día de esta joven ascendería a los 6.000 euros.
Para el seguimiento de las clases, Noelia necesita varios dispositivos: los dos audífonos que lleva conectados al FM que tiene que colocarse el profesor, a modo de micrófono, y la línea braille que sería el equivalente a un teclado de ordenador, con el añadido de unos sensores para las yemas de los dedo que a través del bluetooth, le envía en braille lo que aparece en la pantalla.
Esta es la rutina a la que se enfrenta Noelia cada vez que tiene clase, aunque el ritual no acaba aquí. Tomar apuntes es uno de los handicaps a los que se enfrenta y, pese a que este año entre su tutor, profesores y alumnos, le pasan los apuntes en formato word -para que su lector de pantalla y la línea lo reconozcan para estudiarlos-, los cursos pasados recibió muy poca ayuda por parte de sus compañeros y profesorado de la Facultad.
"Si no fuese por mi tutor, Juan Santana, no podría haber superado muchas de las asignaturas al no recibir ayuda alguna". Y es que, gracias a su apoyo, Noelia ha podido adaptar sus apuntes desde que comenzó la carrera.
Las barreras físicas de la Universidad tampoco obstaculizan a esta perseverante estudiante, aunque hay excepciones: "Las estatuas y paneles informativos de los pasillos me juegan en ocasiones malas pasadas. No entiendo por qué tienen que estar en mitad de los pasillos", explica la joven recalcando que otro de los principales problemas que encuentra es el medio de transporte.
La UGR pone a disposición de los alumnos con necesidades especiales un autobús que los desplaza desde sus casas a la facultad. El problema aparece cuando el conductor deja al alumno en la puerta de la facultad correspondiente y éste tiene que ingeniárselas para llegar hasta la clase.
Es el caso de Noelia, que todavía no puede realizar el camino sola, y tiene que ir acompañada de Sandra o de otra alumna en silla de ruedas que estudia en su facultad. "Es muy frustrante cuando el conductor te dice que te la apañes tú sola", confiesa, "y cuando no están mis dos compañeras, tengo que pedir ayuda a alguna persona que se preste a acompañarme hasta mi clase, y no me resulta nada cómodo".
Con independencia de los óbices del camino, Noelia ya está preparando el que será un nuevo paso adelante en su vida, la beca Erasmus. Cardiff y Birmingham son dos de sus destinos preferentes, y una vez finalizados los trámites y el presente curso, se convertirá en la segunda persona sordociega de Erasmus en España.
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