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magina despertarte cada mañana con una visión totalmente nítida de lo que quieres en la vida. Esa imagen permanece en la mente y en el corazón, pero el miedo y la incertidumbre ahogan el valor de convertirla en realidad. Si alguien odia su trabajo debe dejarlo y perseguir su sueño.
La primera parte de la historia de mi vida es parecida a la de la mayoría de personas que dejan morir sus sueños por miedo al fracaso. Yo vivía en la soleada Florida, rodeada de palmeras, diversas culturas y la mejor comida en Estados Unidos. En mi mente parecía que estaba en el paraíso, pero nada más lejos de la realidad.
No aguantaba más en el trabajo
Mi día consistía en conducir por la autopista a toda velocidad para llegar a tiempo al trabajo. Me sentaba en la mesa y miraba a través de la ventana preguntándome cómo sería mi vida si tuviera más libertad para hacer lo que realmente me hacía feliz. Me resultaba deprimente ver cómo la gente jugaba a golf mientras yo trataba de llegar al trabajo entre los atascos. Me preguntaba por qué hay tan poca gente que vive una vida con la que los demás solo podemos soñar.
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Yo me conformaba con mi vida porque me ofrecía seguridad. Esta seguridad me hacía sentir que no estaba preparada para salir de mi zona de confort cuando el universo me planteaba otras oportunidades. La realidad es que haber invertido algo de tiempo en hacer lo que de verdad me gusta podría haberme abierto las puertas a nuevas oportunidades.
El día que me propuse cambiar de vida
Recuerdo un día en el que acudí a una entrevista de trabajo en una agencia de contratación. La entrevistadora me miró sorprendida y preguntó. "¿Qué haces aquí? Según tu currículum tienes un grado en periodismo. Deberías buscar un trabajo que te apasione". Me sentí avergonzada. Una mujer que no me conocía de nada me estaba recordando que no estaba haciendo lo correcto. ¿Por qué me había costado tanto darme cuenta de eso?
Decidí perseguir mi sueño
Me desperté una mañana con la sensación de que tenía que cambiar ciertos aspectos de mi vida de forma drástica. Corrí al ordenador y me informé de cómo escribir un buen perfil de LinkedIn para empezar a compartir mi trabajo como autónoma. No tenía ni idea de qué escribir en mi currículum para que fuera perfecto, pero era como si algo superior a mí me estuviera ayudando a hacerlo. En ese momento no tenía muestras de escritura ni una página web. Recibí mi primer trabajo y, en mi mente, mi afición por la escritura se convirtió en un estilo de vida sin el cual era incapaz de vivir.
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Pasaba las tardes escribiendo para encargos. Perdí horas de sueño, porque al día siguiente tenía que ir al trabajo, pero sentía un gran deseo de perseguir mi objetivo hasta que se convirtiera en realidad. Esa era mi mayor motivación.
Saqué papel y boli y empecé a apuntar mis metas detalladamente, desde mis ingresos deseados hasta el entorno de trabajo en casa. Para evitar presionarme a mí misma y tomar decisiones irracionales, decidí no ponerme una fecha límite. En mi corazón sentía que me merecía algo más en la vida y estaba dispuesta a trabajar lo que fuera necesario para conseguirlo.
El día que dejé el mundo de la empresa
El día que dejé mi trabajo a tiempo completo en la empresa, mi corazón latía a mil. Constantemente se me pasaba por la cabeza la idea de que todo fuera mal. El sentimiento de miedo estuvo a punto de ganarme, pero decidí pensar en todos los motivos por los que esa era la mejor decisión. Mis amigos me animaban y me recordaban que era el principio de una nueva vida. Al principio pensé que solo lo hacían por ser amables, pero al final tenían razón.
Me acordé de aquellos amigos que me habían contado que no estaban satisfechos con sus vidas porque se sentían estancados en el trabajo y ya no sentían motivación. Mi mente empezó a recordar conversaciones que había tenido con personas que se arrepentían de no haberse dado la oportunidad de perseguir sus sueños. Me sentí afortunada porque mi familia me apoyó y me animó a darme una oportunidad como escritora autónoma. Pensé en personas como Oprah Winfrey y Steve Jobs, que me recordaron que la vida era lo que yo hiciera con ella.
La próxima vez que te enfrentes a una decisión de vida drástica, piensa en todos los motivos por los que puede funcionar.
En mi mente, llevar un negocio como escritora a tiempo completo se antojaba lejano, y pensaba que tardaría por lo menos una década en conseguirlo. Pero mi corazón y mi pasión por la escritura me hacían sentirme viva.
Los que estáis leyendo este artículo pensaréis que "tuve suerte". Me gustaría aclarar que mis padres no me ayudaron a llegar hasta aquí. Y tampoco me asesoró ningún autor exitoso del New York Times.
La próxima vez que te enfrentes a una decisión de vida drástica, piensa en todos los motivos por los que puede funcionar. Deshazte de los pensamientos negativos e imagina cómo será tu futuro si no dieras ese primer paso
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