|
ASSOCIATED PRESS |
Últimamente se han producido algunos movimientos desde la izquierda tan bochornosos que he visto oportuno preguntar sobre los migrantes al filósofo Christopher Bertram, que ha escrito un libro acerca de si los estados tienen el derecho de excluir a los inmigrantes. La respuesta corta, si te piensas ahorrar la lectura (igual que muchos nos ahorramos, para nuestra vergüenza, la asistencia a los inmigrantes), es que en principio sí, pero a la hora de la verdad, por razones humanitarias y de sentido común, no.
ANDRÉS LOMEÑA: El derecho a excluir a los inmigrantes se basaría en la soberanía nacional. ¿Existe de verdad tal cosa? Algunas personas se consideran ciudadanos de pleno derecho y ven a los extranjeros como meros residentes, y eso en el mejor de los casos.
CHRISTOPHER BERTRAM: Tienes razón al decir que el principio de soberanía nacional implica que los estados tienen el derecho de excluir a los inmigrantes, pero ahora también entendemos que hay límites a esa soberanía nacional. Por ejemplo, muchas personas sostienen que la soberanía nacional no supone inmunidad a las intervenciones externas en caso de claras violaciones de los derechos humanos, como en caso de genocidio. Además, muchos estados reconocen la obligación moral hacia algunos migrantes forzosos, los refugiados, a través de su participación en la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 y su protocolo de 1967.
Haces mención a la distinción entre ciudadanos y residentes, y la cuestión crucial aquí es si los residentes a largo plazo tienen derecho a que sean reconocidos como miembros de la sociedad. Eso es algo que no debemos delegar en los propios estados, dada la historia de exclusiones de una participación plena a muchos grupos con derechos políticos, como en el caso de las mujeres y los grupos étnicos. La migración, al igual que el cambio climático, es un fenómeno global con efectos globales, y cuando los estados se reservan el derecho de decidir unilateralmente, imponen sus decisiones a todo el mundo. Tal y como defiendo en mi libro, Do States Have the Right to Exclude Immigrants?, necesitamos un marco legal global, basado en principios aceptables para todos, en todas partes, de manera que las decisiones no puedan tomarse por grupos de personas que sean juez y parte al mismo tiempo.
A.L.: En España existe la omisión del deber de auxilio. Lo que nadie cuestiona a nivel individual se niega a nivel colectivo. ¿Por qué?
C.B.: Uno de los fenómenos más interesantes de la llamada "crisis migratoria" ha sido la disposición de los estados para apartar, e incluso criminalizar, a las personas que ejercen sus obligaciones de asistencia a quienes están en una situación de necesidad o grave peligro. Esas leyes se han activado en muchos lugares, incluyendo Dinamarca, Hungría, Francia y Arizona. Un caso reciente se dio con el agricultor francés Cédric Herrou, que vive en el lado francés de la frontera franco-italiana. En este caso con final feliz, el Tribunal Constitucional francés reconoció la obligación de fraternidad hacia quienes estaban en peligro, protegiendo a los que asisten sin autorización a los migrantes. Desde mi punto de vista, el deber de auxilio (Samaritan duties) es una obligación que nos insta a actuar independientemente de las leyes estatales y de las convenciones. Los migrantes son seres humanos, a menudo en serios aprietos, y muchas veces están en esa posición debido a los esfuerzos de los estados por hacer sus travesías aún más difíciles. Aquellos que ayudan, como los voluntarios en los rescates llevados a cabo en el Mediterráneo, merecen nuestra admiración.
Las personas con dinero o cualificación cruzan las fronteras y se establecen en un nuevo estado con mucha más facilidad que las personas que carecen de esos recursos
A.L.: Empiezo a pensar que la xenofobia no existe, pues casi todas esas actitudes encubren un rechazo a los pobres, la llamada aporofobia. ¿Qué opina?
C.B.: Te confieso que no conocía esa palabra y veo que el neologismo lo ha acuñado una filósofa española. Estoy de acuerdo en que hay una diferencia sustancial entre la experiencia de los inmigrantes con riqueza y quienes no la tienen. Las personas con dinero o cualificación cruzan las fronteras y se establecen en un nuevo estado con mucha más facilidad que las personas que carecen de esos recursos. Al mismo tiempo, hay personas más o menos acomodadas que pueden sufrir las políticas migratorias desarrolladas por los estados, sobre todo si pertenecen a comunidades étnicas o religiosas que son objeto de sospecha. En Reino Unido, mucha gente de otras partes de la Unión Europea, personas con trabajos, dinero y cualificación, están sufriendo una gran incertidumbre por culpa de una decisión, el Brexit, que nace de una hostilidad general hacia los migrantes.
A.L.: ¿Qué remedios deberían buscar los Estados a largo plazo? Samir Nair dijo que la clave está en reforzar la integración política de la Unión Europea.
C.B.: No hay soluciones fáciles al problema del populismo, particularmente cuando los políticos piensan que se ganan votos promoviendo el miedo de otros. Estoy seguro de que se pueden promover políticas que hagan más sencilla la integración de los inmigrantes, ya sea a la hora de formarse o de aprender idiomas. Sabemos que las personas que viven en áreas con más inmigrantes tienden a ser más amistosas con ellas y que, a la inversa, buena parte de la hostilidad hacia la inmigración se da en lugares y países, como Polonia y Hungría, donde hay muy poca gente no nativa.
No sé si estoy de acuerdo con Samir Nair sobre reforzar la integración política en Europa ya que mi país, desafortunadamente, avanza en la dirección contraria (un proceso que yo querría parar o revertir). El problema con una mayor integración es que da munición a los populistas para denunciar que las élites de la Unión Europea están ignorando la voluntad popular de la nación. Si inflamamos ese resentimiento nacionalista, las cosas se pueden poner aún más difíciles.
A.L.: Claire Rodier sostiene en El negocio de la xenofobia que todo se reduce a una privatización salvaje en la industria de la seguridad. ¿Está de acuerdo?
C.B.: Desde luego, creo que esa es parte de la explicación, aunque quizás no sea la más importante. Con frecuencia, los políticos son proclives a medidas simbólicas como construir muros o vallas porque esas medidas muestran a su electorado que están haciendo algo. Esto es así incluso cuando tenemos evidencias de que esas políticas no funcionan. Por desgracia, los políticos, los medios y la ciudadanía no tienen demasiado interés en ver esas evidencias. Hay una necesidad creada desde las instancias políticas para que se incorporen esas tecnologías de exclusión y toda una industria aguardando para responder a la demanda. La industria de la seguridad y de las armas, como todas las industrias, ejercerán presiones para vender sus productos. Además, la privatización de los controles de inmigración es un problema porque complica la asignación de responsabilidades políticas cuando las malas prácticas desencadenan consecuencias desastrosas.
Los migrantes y los refugiados son personas corrientes como tú y como yo, con las mismas ambiciones, deseos y vulnerabilidades
A.L.: Emplea la idea del velo de ignorancia del filósofo John Rawls, pero me temo que no será suficiente para persuadir a ciertos sectores de la población en asuntos como la inmigración.
C.B.: No uso el velo de ignorancia del mismo modo en que lo usa Rawls. Pretende ser un dispositivo heurístico para hacer más vívida la idea de que ciertas políticas no están justificadas, dados los daños que se infligen a los intereses básicos de las personas. Imaginar que pueden estar separadas de sus familias, o en situaciones de riesgo, o condenadas a una vida de pobreza, solamente porque tienen la nacionalidad "equivocada", es un ejercicio útil que, puesto en perspectiva, puede ayudar a superar ciertos sesgos cognitivos.
A.L.: Un apunte final...
C.B.: Nuestro punto de partida debería ser siempre que los migrantes y los refugiados son personas corrientes como tú y como yo, con las mismas ambiciones, deseos y vulnerabilidades. Necesitamos políticas de inmigración que partan de ahí y que no expongan a las personas al odio de una forma tan innecesaria.