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La memoria casi siempre es fuente de inspiración, de controversia, de conflicto. La memoria, reconstruida o levemente deformada, como territorio para la búsqueda y la exploración. La memoria, tan necesaria, como material para tejer desde el presente sueños, esperanzas, quimeras, realidades, dolor, recuerdos, imágenes con diversas tonalidades y las dos caras de una misma moneda. La memoria, siendo honestos, como seña de identidad. La memoria personal y la memoria colectiva. La memoria para saber quiénes somos y, sobre todo, quiénes fuimos.
O, quizá habría que apuntar más correctamente, quiénes fueron nuestros antepasados: nuestros padres, nuestros abuelos, nuestras madres, nuestras abuelas. Ellas, todas esas mujeres, cada una con su carácter y su voluntad, con su perfil y su determinación, que, casi en silencio, aprendieron rápidamente a levantar el mundo que les había tocado en suerte, sabiendo que su papel, de cara a la sociedad o a la historia, iba a ocupar, injustamente, un lugar secundario. Recuperar la voz de esas mujeres, tan diferentes entre sí, es uno de los temas más destacados de la segunda y magnífica novela de Gema Nieto, Haz memoria, que acaba de publicar la editorial Dos Bigotes en una edición muy cuidada.
Un pasado que, como siempre, determina irremediablemente el presente
Nieto navega por aguas turbulentas, por recovecos a los que algunas personas aún les cuesta adentrarse, por senderos donde la luminosidad de la infancia contrasta con lo sórdido de tiempos oscuros e injustos. Hacemos caso y hacemos memoria, sí, para no perder la perspectiva de las cosas, de los hechos, del pasado. Un pasado que, como siempre, determina irremediablemente el presente. Y que no conviene olvidar porque su lado más tenebroso siempre está al acecho, como un nubarrón espeso que se resiste a desaparecer.
Novela para degustar lentamente, para pensar, para reflexionar. Leyéndola, en sus vaivenes hacia atrás y hacia delante en el tiempo, se puede entrever el esfuerzo de Nieto para llevar esta historia a buen puerto. Y también se pueden entrever las influencias de dos de las escritoras favoritas de la autora, Virginia Woolf y Ana María Matute. Las sombras de ambas revolotean por aquí, entre las voces de una memoria que resulta tan compleja como cercana.
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