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Leer de nuevo tras mi muerte, que espero llegue tarde.
Piensa un momento en tus seres queridos, aproximadamente la mitad de ellos morirán antes que tú y el resto vivirá lo suficiente para saber de tu muerte.
Hacer frente a esto es el mayor reto al que nos enfrentamos durante nuestra vida.
Dos sucesos nos hacen plantearnos nuestra vida y modificar nuestras prioridades. La llegada de una vida y su fin.
A quienes llorarán mi muerte...
- No guardéis rencor a quien no me quiso en vida, sé que no caía bien a todos y creedme cuando os digo que no me importa. Pero hacerme el favor de decir al resto que les quiero. Seguro que yo lo hice en vida, pero seguro que me hubiera gustado hacerlo más.
- No guardéis mis trastos, la ropa, los zapatos... donarlo todo para que se pueda repartir entre quienes lo necesitan. Sé que para ellos no será el recuerdo de una vida, pero les ayudará en la suya, que mi cazadora abrigue a alguien otro invierno, que mis deportivas corran de nuevo, que mis trajes ayuden a alguien a conseguir un trabajo o participen de una boda más.
- Guarda sólo aquello que cuando lo sujetes entre tus manos te haga sentir bien. Conserva lo que te haga feliz a ti y no lo que creas que para mí importaba.
- Habla de mí, pero no sólo para recordar mi muerte, no acerca de cuánto me extrañas, habla de los viajes, manías, de mi sentido del humor, habla acerca de lo que viví y no solo de lo que me quedó por vivir.
Alguien cercano murió antes que yo y me enseñó la más bella lección: que esto no es eterno y por lo tanto merece la pena ser vivido con intensidad.
Que mi recuerdo te empuje a viajar, a andar en moto, a navegar, que te lleve la playa, que te arranque de las sábanas para salir a disfrutar. No te pido que no llores o no me eches de menos, te pido que vivas por los dos.
Están los vivos, los muertos y los que se recuerdan. Sé que los últimos no estamos vivos, pero mientras hablas de mí tampoco he muerto del todo.
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