"Así como mis amigas ni siquiera tenían que pensar en su fertilidad, yo no podía dejar de darle vueltas a todas horas”.
ETTY CREATIVE |
Al final de su adolescencia y durante sus primeros años de veinteañera, cuando muchas mujeres están centradas en los estudios, amigos, novios o novias, Rebecca Saunders sopesaba la posibilidad de tener un bebé.
Con 16 años le diagnosticaron síndrome del ovario poliquístico y le dijeron que si quería tener hijos, tendría que ser antes de cumplir los 25. Un año más tarde, los médicos le dijeron que también padecía endometriosis, un problema que reducía aún más sus probabilidades de tener hijos.
“Le daba vueltas constantemente cuando tenía diecimuchos y veintipocos. Dejé la universidad. Quería desarrollar mi carrera profesional, pero así como mis amigas ni siquiera tenían que pensar en su fertilidad, yo no podía dejar de darle vueltas a todas horas”, comenta Rebecca, que ahora tiene 35 años.
Considera que la presión por afrontar sus problemas de fertilidad fue un factor que contribuyó a la depresión que padeció de joven, ya que era más consciente del paso del tiempo.
“Pensaba: ‘No me va a querer ningún hombre porque no puedo tener hijos’. A medida que pasaba el tiempo, reflexionaba: ’Tengo 19... Tengo 20 y aún no he conocido a nadie, no voy a tener hijos”, recuerda.
HUFFPOST UK/GETTY |
A cualquier mujer con intención de tener hijos le resultaría duro que le diagnosticaran un problema de fertilidad o descubrir que tiene una reserva ovárica baja, es decir, que tiene pocos óvulos en los ovarios. Si además le dan la noticia cuando está soltera, el problema no hacen más que crecer.
Bryony Farmer, de 21 años, padece adenomiosis, una enfermedad prima hermana de la endometriosis por la que las células que normalmente forman el revestimiento del útero se desarrollan en la pared muscular. Con el tiempo tiende a empeorar, de modo que a Farmer le advirtieron que, si quería tener hijos, tendría que hacerlo antes de los 30.
“Cuando me diagnosticaron la enfermedad en enero de 2018, ya llevaba unos cinco años con problemas de menstruación, de modo que al principio fue un alivio que descubrieran lo que me pasaba, pero siempre he tenido mucho instinto maternal, de modo que también fue un palo”, explica.
Farmer, que sigue soltera, señala que además de ese problema cuenta con una dificultad añadida porque es grisexual, es decir, un paso intermedio entre los asexuales y los demisexuales. “Soy heterosexual y me atraen los hombres, pero es muy infrecuente”.
Eso supone una presión añadida cuando tienes una cuenta atrás para conocer a alguien que quiera tener hijos y que además también esté listo para tenerlos contigo y ya. “Haría falta que quisiera tener hijos y yo tendría que decirle: ‘Mira, probablemente tengamos que tratar este tema de aquí a dos años’”.
No es extraño que la amenaza de la infertilidad acelere el ritmo de una relación. Una mujer a la que le diagnosticaron el síndrome del ovario poliquístico antes de cumplir los 20 dice que al enterarse, se casó enseguida. “Básicamente me espoleó para conocer a alguien, fuera quien fuera, casarme y tener hijos lo antes posible. Sorprendentemente, antes de los 30 ya estaba divorciada”, rememora.
“Sin duda, el diagnóstico me presionó y me llevó a casarme con el hombre equivocado, pero ahora tengo dos hijos por los que doy gracias”.
Farmer ha decidido que si a los 25 no ha conocido a nadie, considerará la posibilidad de recurrir a donantes de esperma.
Los últimos datos de la Autoridad de Fecundación y Embriología Humana (HFEA), el organismo que regula los tratamientos de fertilidad en el Reino Unido, revela que cada vez más mujeres escogen ser madres solteras. El número de ciclos de fecundación in vitro llevados a cabo con mujeres solteras aumentó un 4% entre 2016 y 2017.
GETTY/HUFFPOST UK |
La profesora Geeta Nargund, directora médica de las clínicas de fertilidad Create Fertility, asegura que ha notado un “aumento significativo” en el número de mujeres que se han sometido a pruebas de fertilidad y que acuden a las tardes de puertas abiertas en sus clínicas. “Descubrir que quizás tengas un problema de fertilidad puede ser duro, pero estar soltera no significa que tengas que preocuparte más, ya que dispones de diversas opciones, tanto para solucionar los problemas actuales como para prevenir los futuros”.
Una opción para las mujeres que quieran ser madres en el futuro es congelar óvulos, según la profesora Nargund. Pese a que cuesta varios miles de euros, es el tratamiento de fertilidad que más está creciendo en el Reino Unido.
Ariel Carson, de 24 años, tiene pensado congelar sus óvulos si sigue soltera a los 29. En su familia cuentan con un historial médico de menopausia temprana y está advertida de que es probable que a ella le suceda lo mismo antes de los 40. “Tengo una cuenta con 10.000 libras para cubrir todos los costes de la congelación de óvulos y la fecundación in vitro”, comenta.
Los avances en los tratamientos de fertilidad han permitido que ya no tenga la presión de encontrar pareja. “Desde adolescente he sido muy consciente de que tengo una cuenta atrás para tener hijos, pero no tengo prisa por salir con chicos ni me obsesiona casarme”, asegura.
Si no encuentra pareja, Ariel se imagina criando a sus hijos bajo un modelo de coparentalidad “con un hombre que quiera ser padre sin que haya necesariamente una relación sexual” entre ambos.
Aunque no quieras tener hijos, los problemas de fertilidad pueden ocasionar problemas a la hora de empezar una relación con alguien. Emma Chittenden se sometió a una histerectomía a los 36 años cuando le detectaron “un fibroma del tamaño de un melón”, lo que le provocó una menopausia temprana. Eso ha afectado enormemente a la hora de encontrar pareja, señala esta mujer de 42 años.
“Una persona a la que estaba conociendo me hizo sentir como si fuera mercancía en mal estado y desde entonces no quise que nadie más me hiciera sentir así. Destruyó mi confianza, de modo que dejé de buscar. Es fácil soportar un rechazo cuando te dicen que no eres su tipo, pero que te rechacen por algo que escapa a tu control es demoledor”, dice.
Rebecca acabó encontrando una pareja que la quiere independientemente de su síndrome del ovario poliquístico y su endometriosis. Justo antes de cumplir 25, la “fecha límite” que le habían señalado los médicos para tener hijos, conoció a su marido Dean. Una de las primeras conversaciones que tuvieron trató sobre sus potenciales problemas de fertilidad.
“Me sentí avergonzada y un poco triste. No me sentía una mujer adecuada, pero Dean es una persona maravillosa y me dijo: ‘No quiero estar con nadie más, así que si no podemos tener hijos, estaremos tú y yo solos’”. recuerda Rebecca.
Tres años más tarde, se casaron y, para su sorpresa, Rebecca no tardó en quedarse embarazada de su primer hijo, Seb, que nació de cesárea porque venía de nalgas. Con la ayuda de un tratamiento de fertilidad, la pareja tuvo otra hija, Jessica.
“Recuerdo que cuando me entregaron a Seb después de la cesárea me puse a llorar como nunca lo había hecho. Fueron lágrimas de alivio. El bebé que tenía en brazos era mío, pese a que llevaba desde los 16 años oyendo que ese momento no llegaría”, celebra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario