Suelen presentar una temática catastrófica, agresiva, sexual o religiosa...
COLLAGE DE RAYO PÚRPURA. |
¿Has probado alguna vez intentar dejar de pensar? Puedes hacerlo ahora mismo. Intenta alejar cualquier tipo de cognición durante 60 segundos. Si al cabo de un minuto no aparece ningún tipo de pensamiento, ya sea en forma de imagen o lenguaje interiorizado, te recomiendo que patentes tu método y escribas un libro de autoayuda. Será un bombazo.
En las últimas décadas se han llevado numerosas investigaciones centradas en los efectos de los esfuerzos por suprimir voluntariamente un pensamiento. Una amplia mayoría se basa en la investigación de Wegner, Schneider, Cárter, White (1987), quienes llevaron a cabo algunos de los experimentos con mayor impacto de la década de los ochenta (y no, aunque sea increíble, no incluía descargas eléctricas). En este estudio, se pedía a los participantes que imaginasen durante 2 minutos un oso polar y que levantasen la mano derecha cada vez que no lograsen idear el oso. A continuación, y también durante 2 minutos intentaban no pensar bajo ningún concepto en el oso polar, y levantaban la mano cada vez que aparecía este pensamiento. Generalmente es más fácil llevar a cabo la primera tarea que la segunda. Resulta muy complicado mantener un pensamiento alejado de manera intencionada. Este sencillo ejercicio venía a demostrar que el pensamiento no es un proceso completamente voluntario.
Sin embargo, tendemos a creer que el pensamiento es un proceso controlado. Se estima que el ser humano experimenta una media aproximada de 4.000 pensamientos diarios, una amplia mayoría se produce de manera involuntaria (Clark D.A., 2005) En algunas ocasiones dirigimos el hilo del pensamiento, en muchas otras, no. Al fin y al cabo, nuestra cabeza es una lavadora que centrifuga constantemente, ya sea con mayor o menor carga, o a mayor o menor velocidad. Un pensamiento intrusivo es un invitado no deseado que puede provocar una reacción emocional ‘negativa’; es un calcetín rojo en una lavadora de ropa blanca.
Todos y todas generamos ideas bizarras o absurdas. Aunque entendamos que son sólo pensamientos, nos produciría cierto pudor estos pensamientos con otros. Un pensamiento se vuelve recurrente en la medida que provoca una respuesta emocional. Los pensamientos neutros, que no presentan un impacto, suelen ser descartados y olvidados. Cuanto más nos afecte el pensamiento y más nos esforcemos en su evitación, más probabilidad tendrá de aparecer.
Los pensamientos intrusivos suelen presentar una temática catastrófica, agresiva, sexual o religiosa y tienden a provocar contrariedad, miedo, asco o estupor.
Paradójicamente, los intentos de supresión o evitación de un pensamiento indeseado muestran un efecto de incremento inmediato, o bien de incremento demorado llamado ‘efecto rebote’. El investigador del oso blanco, Wegner (1994), desarrolló un modelo teórico para explicar el incremento pensamientos que queremos evitar basado en dos procesos: un proceso voluntario y consciente que pretende evocar ideas distractoras para reemplazar el pensamiento a evitar; y un proceso involuntario y no consciente, que funciona como un estado de alerta que rastrea posibles indicios o detonantes del pensamiento que se pretende suprimir. Los pensamientos distractores generados por el primer proceso, paradójicamente se convierten en detonantes del pensamiento indeseado, ya que se asocian con el mismo.
¿Cuáles son los pensamientos intrusivos más frecuentes?
Los pensamientos intrusivos suelen presentar una temática catastrófica, agresiva, sexual o religiosa y tienden a provocar contrariedad, miedo, asco o estupor.
- Pensamientos de agresión, siendo especialmente frecuentes aquellos en los que se hace daño o mata una mascota, un niño/a, una persona mayor o alguien que se percibe como más débil. Provocan malestar si le damos validez o si nos creemos capaces de llevarlo a la práctica.
- Pensamientos autolesivos o suicidas que despiertan el miedo a hacerse daño. En este sentido abundan las ideas de saltar por un balcón, al andén del metro, dar un volantazo en el coche, cortarse con un cuchillo, etc.
- Anticipación de algo terrible, ya sea la muerte de un ser querido, un accidente una enfermedad o cualquier tipo de desgracia que temamos. El pensamiento tendrá mayor impacto emocional si creemos en su carácter premonitorio.
- Ideas sexualmente perturbadoras, tales como incesto, pedofilia, sadismo, zoofilia, etc. También son frecuentes pensamientos homoeróticos (mayormente en hombres heterosexuales que atribuyen un gran valor a su heterosexualidad) asociados a cierto malestar. Son pensamientos relativamente usuales, y sólo son problemáticos si ponen en cuestión la propia orientación sexual o cuestionan valores morales.
- De tipo religioso, que afecta a personas devotas cuando les asaltan ideas blasfemas o moralmente reprobables. En este caso el beato o beata siente que traiciona su credo, produciendo sentimientos de culpa y vergüenza, llegando incluso a temer ser castigado/a.
En definitiva, el pensamiento intrusivo es problemático cuando su interpretación amenaza algún significo nuclear de la persona que lo padece, implicando un fallo moral, o cuando es percibido como una amenaza real. Dependiendo de su impacto emocional y conductual, el pensamiento intrusivo puede llegar a constituir el núcleo de algunos trastornos ansiosos u obsesivos. Es el caso del trastorno de estrés postraumático, cuando evocamos imágenes a modo de ‘flashback’ de la experiencia traumática. También es un aspecto central en el trastorno obsesivo compulsivo, resultando en rituales o compulsiones para compensar la ansiedad generada.
¿Qué hacer ante un pensamiento intrusivo?
- Nada. No hagas nada. Es importante entender que es una idea generada de manera involuntaria y que no tiene mayor importancia.
- Observa el pensamiento cuando aparezca, no lo intentes evitar. La evitación consciente genera un estado de alerta que aumenta la probabilidad de generar el pensamiento temido.
- Relativiza, un pensamiento es sólo un pensamiento, no es un hecho, no es real. No interpretes como amenazante algo que carece de peligro. Cuanto más te preocupe o más temor te produzca, más recurrente y fuerte será el pensamiento.
- No evites situaciones, tareas, personas o lugares por temor a que aparezca el pensamiento no deseado. Son sólo pensamientos, sólo eso. La evitación de posibles detonantes limitará tu día a día y dará más fuerza a los pensamientos intrusivos. Confronta y exponte a toda situación problemática, si aparece el pensamiento problemático: no hagas nada, intenta observarlo, relativízalo e ignóralo.
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