El jurado, presidido por César Portela, la considera la mejor obra de la península
MAR MATO - VIGO Corren momentos difíciles para la arquitectura. Si no, que se lo pregunten al Museo del Agua de Lanjarón, en Granada, asentado sobre un antiguo matadero. Si hablara, diría que, a pesar de su juventud –fue inaugurado el 13 de febrero de 2010– y de ser finalista en los premios Saloni y la XI Bienal de Arquitectura, se encuentra abandonado. Hasta una plataforma ciudadana ha reclamado su reapertura criticando que el alcalde lo hubiese cerrado "a los 20 días de tomar posesión" y que, incluso, tenga en mente convertirlo en un tanatorio. Frente a esta controversia, el edificio lucha contra el olvido. Los últimos en apoyarlo, los miembros del jurado de la V Edición de los Premios Ascensores Enor de Arquitectura, presididos por el gallego César Portela que ayer le otorgaban en Vigo al creador del museo, Juan Domingo Santos (Granada, 1961), el Gran Premio Enor.
El galardón reconoce esta obra como la más destacada del último año en toda la península. Un total de 350 obras (más de 60 gallegas) aspiraban a esa distinción en un certamen que ayer tuvo su colofón en una gala en el Teatro Novacaixagalicia de la ciudad olívica donde se dieron cita arquitectos llegados de todos los puntos de España y Portugal.
En la antesala de la entrega de premios (además del Museo del Agua de Lanjarón se entregaron otros cinco más durante la noche), las conversaciones entre los arquitectos atravesaban, rondaban y analizaban el tema del momento: la crisis y sus diversas manifestaciones, desde el retraso o inexistencia de pagos por obras hechas, y la falta o reducción de encargos de diseño.
Ángel Santorio, presidente del consejo de administración de Enor, también hablaba del asunto en su discurso. "La realidad no es halagüeña", indicaba con voz firme desde el escenario. Carlos Quintáns, secretario del jurado, lo ratificaba a su manera minutos después aludiendo a las "dificultades de los momentos actuales". No obstante, ambos daban un mensaje de optimismo y lanzaban el reto de hacer frente a la oscuridad de esta época, resaltando que tanto las obras premiadas este año por Enor como entre las finalistas se encontraban construcciones que demostraban "cómo se puede trabajar en situaciones adversas".
Efectivamente, la colección de edificios finalistas de esta quinta edición (que se recogen en un libro especial) sirve para darse cuenta de cómo los arquitectos luchan contra presupuestos exiguos y la necesidad obligada de utilizar materiales más baratos ideando edificios originales, prácticos y modernos.
Aseguraba Quintáns que "no puede haber tristeza entre los que no ganaron" un premio ayer ya que "los otros finalistas son magníficos" con un nivel de selección "altísimo" en las obras presentadas. No obstante, como siempre debe haber un podio, quienes subieron fueron el Museo del Agua de Lanjarón, el Parque Arqueológico Rupestre de Campo Lameiro (mejor obra en Galicia); el Aulario de la Facultad de Biología en León (premio Castilla-León); los Laboratorios de la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid), el Bar Jardín 9 de abril de Lisboa (Portugal) y el Gimnasio 704, (arquitectura joven). Como colofón, la entrega en Vigo de la distinción Enor al Premio Pritzker 2011, el luso Eduardo Souto de Moura.
El galardón reconoce esta obra como la más destacada del último año en toda la península. Un total de 350 obras (más de 60 gallegas) aspiraban a esa distinción en un certamen que ayer tuvo su colofón en una gala en el Teatro Novacaixagalicia de la ciudad olívica donde se dieron cita arquitectos llegados de todos los puntos de España y Portugal.
En la antesala de la entrega de premios (además del Museo del Agua de Lanjarón se entregaron otros cinco más durante la noche), las conversaciones entre los arquitectos atravesaban, rondaban y analizaban el tema del momento: la crisis y sus diversas manifestaciones, desde el retraso o inexistencia de pagos por obras hechas, y la falta o reducción de encargos de diseño.
Ángel Santorio, presidente del consejo de administración de Enor, también hablaba del asunto en su discurso. "La realidad no es halagüeña", indicaba con voz firme desde el escenario. Carlos Quintáns, secretario del jurado, lo ratificaba a su manera minutos después aludiendo a las "dificultades de los momentos actuales". No obstante, ambos daban un mensaje de optimismo y lanzaban el reto de hacer frente a la oscuridad de esta época, resaltando que tanto las obras premiadas este año por Enor como entre las finalistas se encontraban construcciones que demostraban "cómo se puede trabajar en situaciones adversas".
Efectivamente, la colección de edificios finalistas de esta quinta edición (que se recogen en un libro especial) sirve para darse cuenta de cómo los arquitectos luchan contra presupuestos exiguos y la necesidad obligada de utilizar materiales más baratos ideando edificios originales, prácticos y modernos.
Aseguraba Quintáns que "no puede haber tristeza entre los que no ganaron" un premio ayer ya que "los otros finalistas son magníficos" con un nivel de selección "altísimo" en las obras presentadas. No obstante, como siempre debe haber un podio, quienes subieron fueron el Museo del Agua de Lanjarón, el Parque Arqueológico Rupestre de Campo Lameiro (mejor obra en Galicia); el Aulario de la Facultad de Biología en León (premio Castilla-León); los Laboratorios de la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid), el Bar Jardín 9 de abril de Lisboa (Portugal) y el Gimnasio 704, (arquitectura joven). Como colofón, la entrega en Vigo de la distinción Enor al Premio Pritzker 2011, el luso Eduardo Souto de Moura.
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