El 'korista' salió solo tañendo su ancestral instrumento que suena a voz sabia y antigua de la tierra
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JUAN JESÚS GARCÍA | GRANADA.
El korista (tocador de kora) malinés Toumani Diabaté dio el último concierto de su actual gira europea en el Festival de jazz de Granada. Con todas las entradas vendidas hace semanas, Diabaté se presentó junto con el cuarteto que sucede a la gran Symetric Orchestra.
Cuenta una leyenda africana que un guerrero, siguiendo una música mágica y espiritual, encontró en una cueva a una musa-maga que tocaba un raro instrumento hecho con una calabaza, piel de chivo y muchas cuerdas. Cuenta la misma leyenda que ese guerrero mandinga se quedó con ese extraño aparato de poderes hechiceros. Dicen que se llamaba Djelimady Oulé Diabaté; setenta generaciones después (setenta y una ya con su hijo) Toumani Diabaté sigue abrazando ese único instrumento capaz de hacer música y magia a la vez.
Diabaté es, además, su mayor propagandista, y se encarga en sus conciertos de muy didácticamente entrar en sus detalles por si alguien (y cuando preguntó se levantaron muchas manos) los desconoce: es un instrumento construido sobre media calabaza gigante que con sus 21 cuerdas, una suerte de laúd-arpa que permite tres voces simultáneas, ya que el mismo músico hace las líneas de bajo, acompañamiento y a la vez los solos. Y lo demostró.
La kora encajó perfectamente en su momento con las guitarras flamencas de los Carmona, como también junto a la eléctrica de Touré (con quien obtuvo un Grammy -¡el segundo de todo un continente!- por el inmenso disco 'In the heart of the moon'), por eso bajo la bellísima melodía de 'Koira, como por debajo de 'Rubi' o 'Sambou yaya' latía el austero pulso blues de la guitarra del fallecido músico de Tombuctú. Y de que guarda un buen recuerdo de los dos 'Shongais' quede constancia de sus continuas alusiones a Ketama, y eso que hace ya veinticuatro años de aquel encuentro casual: «a la búsqueda de un sonido acústico capaz de sonar en el Rastro y en el bazar Rosa de Bamako. Que paseará en 'walkman' por la Rambla y Times Square y que será música de fondo de un Informe Semana' sobre la sequía de África o el París-Dakar o la Feria de San Isidro», como dijera el malogrado promotor del proyecto Mario Pacheco.
Ancestral instrumento
Toumani salió solo y terminó igual, tañendo su ancestral instrumento que suena a voz sabia y antigua de la tierra, con larguísimas y circulares interpretaciones de piezas de otra procedencia también, como el tema 'Cantelowes' o 'Djouru kara nany' (ambas de otra maravilla: 'Mande variations'). Entre medias el acompañamiento en hipnóticas espirales repetitivas del cuarteto dio a lo escuchado otra dinámica, menos contemplativa o espiritual y más animosa, aunque lejos del enorme volumen de sonido en tromba de la Symetric Orchestra. Diabaté prima ahora el alma sobre el cuerpo.
El público que llenó el teatro se puso de pie para aplaudirle y despedirle, mientras el korista agradecía «el cuidado con que en España se trata a la cultura». ¿O debemos decir se trataba?
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