Mar Marín
Buenos Aires, (EFE).- A punto de cumplir cien años, Vicente Ayala, hermano del genial escritor español Francisco Ayala, sigue al frente de su librería, un símbolo de la cultura en Buenos Aires, la ciudad que le ofreció una nueva vida tras la guerra civil española y donde hoy ha recibido un emotivo homenaje.
"Lo que recuerdo con más agrado, la familia; lo peor, el presidio en la guerra civil". Así resume hoy Vicente Ayala las experiencias de sus siglo de vida, marcada por su estrecha relación con su hermano Francisco, su "favorito".
"Éramos todos muy unidos, pero nosotros éramos los más unidos (...) El siempre me cuidó y yo siempre le adoré", recuerda Vicente en una entrevista con Efe en el día del homenaje que le ha organizado en Buenos Aires la Fundación Francisco Ayala con motivo de su centenario, que se cumplirá el próximo 14 de diciembre.
Lúcido y conversador, pero molesto por estar postrado en una silla de ruedas como consecuencia de la fractura de cadera que sufrió hace unos meses, Vicente mantiene el buen humor y confía en que la lesión será "transitoria" y volverá a atender la librería, como ha hecho desde que abrió sus puertas, en julio de 1940.
Muy lejos en el tiempo, pero no en la memoria de Vicente Ayala, quedan los años de infancia en Granada, su juventud en Madrid, su detención en Burgos al comienzo de la guerra civil, el asesinato de su padre y de su hermano Rafael, la cárcel durante dos años y "muchas cosas tristes", hasta que salió de España gracias a la intercesión de Francisco.
Fue el escritor, que vivió exiliado en Buenos Aires entre 1939 y 1950, quien se encargó de conseguir el visado para Vicente y para Carmen, su esposa, y quien les pagó el pasaje en el barco Oceanía, en mayo de 1940.
Y fue la primera mujer de Francisco quien convenció a Vicente de que el negocio de chanchos (cerdos) que pretendía montar para vivir en Buenos Aires no era la mejor idea.
"Sigo pensando que, como negocio, los chanchos eran mejor que la librería", bromea hoy Vicente Ayala, emocionado por el documental "El guardián de los cuadros" que ha preparado la Fundación Ayala para su homenaje.
Aunque no se considera un "guardián" en sentido estricto, gracias a Vicente se han conservado los cuadros que pintó la madre de los Ayala, Luz García Duarte, y que sirvieron de inspiración para algunos de los más bellos versos de Francisco en el libro "El jardín de las delicias".
"Yo no tengo recuerdos de verla pintar. Éramos muchos hermanos y ella se dedicaba mucho a nosotros", reconoce Vicente, que sin embargo, se hizo cargo de unos quince cuadros de su madre cuando salió de España y logró trasladarlos a Buenos Aires, desmontados y ocultos en los bajos de un baúl.
Fue así como se salvaron del olvido y llegaron a Argentina las estampas de Andalucía de Luz García Duarte y que -como ha destacado hoy una carta del consejero de Cultura de la Junta de Andalucía, Paulino Plata- "fueron fuente de inspiración creativa" para Francisco Ayala.
Hoy, ha recordado Carolyn Rychmond, viuda de Francisco Ayala, las cenizas del escritor reposan bajo un enorme limonero en la sede de la Fundación, en Granada.
"Deben ser cenizas de gran valor biológico porque el limonero esta estupendo y tiene muchos limones y estamos todos muy contentos", bromeó Rychmond, que le regaló a su cuñado una serigrafía del limonero de los Ayala.
En vísperas de este reencuentro virtual con su hermano, Vicente se ocupó de releer "Recuerdos y Olvidos" para recuperar el tiempo pasado y cerciorarse de que veían las cosas "de la misma manera".
Cuando Francisco abandonó Buenos Aires, Vicente se quedó: "Me sentí tan bien en esta ciudad desde el primer día que aquí estoy", y a sus cien años lo único que anhela es levantarse de la silla de ruedas y atender su librería, como ha hecho cada día desde 1940.EFE
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