ROSA FERNÁNDEZ MOTRIL
En la reunión que mantuvieron los empresarios de la Costa Tropical con el entonces ministro José Blanco en Motril el 2 de febrero de 2011 le expresaron su preocupación por las infraestructuras pendientes de la Costa, en especial por la A-7 pero, sobre todo, por la marcha del tramo Taramay-Lobres. Después se han producido otros encuentros en los que se ha puesto en evidencia la importancia de este tramo, que supondría la proyección del final de la ansiada autovía. Por ello se llegó a decir en alguna ocasión que era el tramo "mimado", en el sentido de que no se podía consentir que se parase por ninguna razón. Terminarlo suponía, como ahora es notorio, revolucionar la manera de comunicarse de la Costa con el exterior.
Sin embargo, este ramal (que ha terminado costando 171,1 millones de euros) ha sido el que más dolores de cabeza ha dado a los técnicos y al Ministerio, con tan sólo 7,8 kilómetros de recorrido y siendo el más retrasado, dentro de una larga historia de despropósitos.
Los mayores rompederos de cabeza han venido por los túneles, en concreto el de La Minilla, de 2.047 metros de longitud. Tal y como adelantó este periódico, el 20 de diciembre de 2010 se produjo un desprendimiento en uno de los tubos que provocó la paralización de la obra durante 14 meses.
En febrero de 2012 los empresarios, alarmados por la situación, visitaron la obra para comprobar in situ los problemas de la misma. El Ministerio de Fomento argumentó después que se trataba de "un terreno geotécnicamente muy difícil, lo que había complicado los trabajos en el túnel y ralentizado su avance, habiéndose tenido que disponer de medios de sostenimiento más importantes que los inicialmente previstos en el proyecto". Según el subdelegado del Gobierno, Santiago Pérez, el "problema" era como consecuencia de las labores de excavación: "como es un terreno muy poco consistente y hay agua cerca, se ha abierto una chimenea". Y se decidió primero atajar este problema cubriendo de hormigón los dos kilómetros afectados.
En verano se produjo el calado de los túneles, que suponía el vencimiento de 'la bestia'. Dos meses después, el delegado de FCC en Andalucía, José Antonio Madrazo, comentó satisfecho que le habían "metido caña", pasando en tan sólo dos meses del 30 al 45% de ejecución.
En julio de 2013, un grupo de ferrallistas puso en jaque la obra porque la subcontrata para la que trabajaban no les pagaba. Los empleados se negaban a terminar las estructuras de hierro del viaducto de Lobres-Molvízar hasta que no les abonaran las dos nóminas que les debían. El conflicto se zanjó en apenas 24 horas con la liquidación de la deuda, porque los trabajos no podían parar.
El 7 de agosto de 2012, este periódico denunció la situación de la familia de Manuel Lozano, que vive prácticamente bajo el viaducto del Romeral. Se trataba de la finca número 344. Fomento en 2007 le expropió la mitad de la finca, pero no la casa, y les daba miedo residir bajo el inmenso puente. Pedían unas apropiadas medidas de seguridad en la construcción del mismo. En 48 horas, se colocaron viseras horizontales en los pilares, redes y mallas y se habilitó a una persona para regular el tráfico de vehículos pesados.
Por cierto, que este último viaducto, el del Romeral, causó la inquietud de algunos vecinos puesto que parecía doblado. Preguntado el Gobierno por este asunto, respondió que se trataba de un efecto óptico.
Los accesos también presentaron problemas, Lobres pidió una rotonda que finalmente obtuvo y los cortijos de la rambla de Molvízar temían que una avenida de agua les sepultara.
En agosto de 2013 el Gobierno decidió dar el impulso definitivo para terminar el tramo. Así, el Consejo de Ministros aprueba la contratación de obras complementarias por 30 millones de euros. Aquel dinero fue a parar a obras de excavación del túnel de La Minilla, su impermeabilización mediante una lámina específica a lo largo de toda la longitud del túnel, el refuerzo del sistema de drenaje y la evacuación del agua de infiltración. Además, se ejecutó la línea de alimentación al túnel, que partía del centro de transformación existente en la boca este del de Cantalobos y discurría soterrada por la mediana de la A-7, hasta la boca del propio túnel.
En el lado opuesto se encuentra el 'fácil' tramo también inaugurado de Lobres-Guadalfeo (de 2,3 kilómetros), finalizado desde hace años, que ha amenizado visualmente la bajada de los conductores por la A-44 y que en su momento fue incluso hasta estandarte de que la autovía iba a buen ritmo. Sobre esas décimas por las que no se daba por terminado, algunos apuntan que tenían que ver, como casi todo en esta infraestructura, con los problemas de financiación. En las últimas horas antes de la llegada de la ministra, todavía se le daban los retoques finales, pues las fotos con él de fondo eran espectaculares. También los copilotos estos días plasman a través de sus cámaras y móviles este estandarte de que la situación en las infraestructuras de la Costa han cambiado, y para bien.
Sin embargo, este ramal (que ha terminado costando 171,1 millones de euros) ha sido el que más dolores de cabeza ha dado a los técnicos y al Ministerio, con tan sólo 7,8 kilómetros de recorrido y siendo el más retrasado, dentro de una larga historia de despropósitos.
Los mayores rompederos de cabeza han venido por los túneles, en concreto el de La Minilla, de 2.047 metros de longitud. Tal y como adelantó este periódico, el 20 de diciembre de 2010 se produjo un desprendimiento en uno de los tubos que provocó la paralización de la obra durante 14 meses.
En febrero de 2012 los empresarios, alarmados por la situación, visitaron la obra para comprobar in situ los problemas de la misma. El Ministerio de Fomento argumentó después que se trataba de "un terreno geotécnicamente muy difícil, lo que había complicado los trabajos en el túnel y ralentizado su avance, habiéndose tenido que disponer de medios de sostenimiento más importantes que los inicialmente previstos en el proyecto". Según el subdelegado del Gobierno, Santiago Pérez, el "problema" era como consecuencia de las labores de excavación: "como es un terreno muy poco consistente y hay agua cerca, se ha abierto una chimenea". Y se decidió primero atajar este problema cubriendo de hormigón los dos kilómetros afectados.
En verano se produjo el calado de los túneles, que suponía el vencimiento de 'la bestia'. Dos meses después, el delegado de FCC en Andalucía, José Antonio Madrazo, comentó satisfecho que le habían "metido caña", pasando en tan sólo dos meses del 30 al 45% de ejecución.
En julio de 2013, un grupo de ferrallistas puso en jaque la obra porque la subcontrata para la que trabajaban no les pagaba. Los empleados se negaban a terminar las estructuras de hierro del viaducto de Lobres-Molvízar hasta que no les abonaran las dos nóminas que les debían. El conflicto se zanjó en apenas 24 horas con la liquidación de la deuda, porque los trabajos no podían parar.
El 7 de agosto de 2012, este periódico denunció la situación de la familia de Manuel Lozano, que vive prácticamente bajo el viaducto del Romeral. Se trataba de la finca número 344. Fomento en 2007 le expropió la mitad de la finca, pero no la casa, y les daba miedo residir bajo el inmenso puente. Pedían unas apropiadas medidas de seguridad en la construcción del mismo. En 48 horas, se colocaron viseras horizontales en los pilares, redes y mallas y se habilitó a una persona para regular el tráfico de vehículos pesados.
Por cierto, que este último viaducto, el del Romeral, causó la inquietud de algunos vecinos puesto que parecía doblado. Preguntado el Gobierno por este asunto, respondió que se trataba de un efecto óptico.
Los accesos también presentaron problemas, Lobres pidió una rotonda que finalmente obtuvo y los cortijos de la rambla de Molvízar temían que una avenida de agua les sepultara.
En agosto de 2013 el Gobierno decidió dar el impulso definitivo para terminar el tramo. Así, el Consejo de Ministros aprueba la contratación de obras complementarias por 30 millones de euros. Aquel dinero fue a parar a obras de excavación del túnel de La Minilla, su impermeabilización mediante una lámina específica a lo largo de toda la longitud del túnel, el refuerzo del sistema de drenaje y la evacuación del agua de infiltración. Además, se ejecutó la línea de alimentación al túnel, que partía del centro de transformación existente en la boca este del de Cantalobos y discurría soterrada por la mediana de la A-7, hasta la boca del propio túnel.
En el lado opuesto se encuentra el 'fácil' tramo también inaugurado de Lobres-Guadalfeo (de 2,3 kilómetros), finalizado desde hace años, que ha amenizado visualmente la bajada de los conductores por la A-44 y que en su momento fue incluso hasta estandarte de que la autovía iba a buen ritmo. Sobre esas décimas por las que no se daba por terminado, algunos apuntan que tenían que ver, como casi todo en esta infraestructura, con los problemas de financiación. En las últimas horas antes de la llegada de la ministra, todavía se le daban los retoques finales, pues las fotos con él de fondo eran espectaculares. También los copilotos estos días plasman a través de sus cámaras y móviles este estandarte de que la situación en las infraestructuras de la Costa han cambiado, y para bien.