Periodista y responsable de Participación Ciudadana en Valencia de la ONG Alianza por la Solidaridad
Hace 21 años, las Naciones Unidas declararon el 16 de noviembre como Día Internacional para la Tolerancia. Esta efeméride nos recuerda y hace presente el trabajo que queda por hacer en este sentido, ya que millones de personas sufren a diario, como un acto cotidiano, discriminación por su orientación sexual, género, creencias religiosas u orígenes culturales, entre otros motivos.
Este es el caso de Angélica Dass, a la que confundieron con una mujer senegalesa en el metro y tuvo que soportar comentarios despectivos por ello. "Éstas no se saben comportar", dijeron un grupo de mujeres españolas, que no disimularon su desprecio hacia las jóvenes africanas que reían y charlaban animadamente en wolof, una de las lenguas mayoritarias de África Occidental. Nada diferente a como haría cualquier otro grupo de adolescentes y jóvenes entre amigas.
"Justo entonces, estábamos colaborando con Alianza por la Solidaridad en un proyecto sobre el pelo como identidad cultural y en ese momento íbamos a una reunión. Yo llevaba trenzas, así que esas mujeres que nos insultaron asumieron que yo era africana y me hicieron sentir como se sienten ellas a menudo, como el escalón más bajo de la sociedad española: mujeres negras subsaharianas", recuerda la fotógrafa brasileña y voluntaria de la ONG desde prácticamente sus orígenes.
A Angélica Dassle preocupa la situación internacional actual, marcada por el triunfo del discurso racista del nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el desamparo de miles de personas refugiadas en Europa.
"Ese incidente en el metro ha sido una de las pocas veces que he sentido discriminación por mi imagen. Yo soy afortunada, puedo permitirme cierta ropa, así que no soy foco policial, alguien a quien pedirle la documentación, como ocurre a menudo con quien tiene un aspecto más humilde. Por eso no me gusta hablar de racismo -explica Dass-; prefiero hablar de discriminación: cuando hay cuentas bancarias llenas, parece que no importa el color de la piel", añade.
La artista asegura que sus proyectos surgen de motivaciones personales. En esta ocasión, su enfado íntimo se transformó en Vecinas, un periódico que muestra la vida familiar de las mujeres subsaharianas que residen en el Estado español. "Pero ¿qué sabrán de estas mujeres para hablar así de ellas?", pensé en ese momento. Así que puse en marcha esta iniciativa, para mostrar la realidad de estas mujeres que son enfermeras, amas de casa, economistas... Quería reunir su álbum de fotografías familiar de Mali para que la sociedad mayoritaria viera que podría ser el de cualquiera de nosotros y nosotras. Las protagonistas aparecían en el colegio, en la universidad, en la playa, en su fase de hombreras gigantes de los 80... La discriminación surge del desconocimiento, y yo quería conectar con la sociedad española".
Este proyecto, que nace de una colaboración con Alianza por la Solidaridad para sensibilizar a partir de la deconstrucción de prejuicios mediante imágenes, acabó convertido en una exposición que se exhibió en Matadero, espacio emblemático de Madrid, y, más adelante, en el barrio de Aluche, como parte de las actividades que celebran anualmente en el que es el distrito con mayor población de origen migrante de la ciudad. "Es un espacio simbólico, porque a un lado de las vías del tren estaba la exposición y, al otro, el CIE de Madrid, donde se encierra a personas migrantes que no han podido regularizar su situación administrativa", indica.
Angélica Dass es, además, autora de Humanae, su proyecto más reconocido, que transforma los colores de la piel humana en pantones, -un sistema utilizado en las artes gráficas que permite identificar colores mediante un código determinado- a partir de miles de fotografías de la cara de personas de 17 países diferentes. Desmonta así la idea de raza. De nuevo, la fotografía y el arte como reflexión para desmontar ideas preconcebidas.
En el Día Internacional de la Tolerancia, le preocupa la situación internacional actual, marcada por el triunfo del discurso racista del nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el desamparo de miles de personas refugiadas en Europa, pero es optimista. "Es cierto que ahora existe más gente capaz de explicitar un discurso racista abiertamente, como puede suceder en EEUU, pero también hay más gente dispuesta a dar la cara por los demás y a alzar la voz contra la discriminación. En España, por ejemplo, es cierto que el Gobierno no acoge el número de personas refugiadas con el que se había comprometido, pero también existe un movimiento muy importante de colectivos y personas que han pedido que se cumplan estos compromisos. Hay más gente dispuesta a plantarle cara al racismo y a la discriminación.", indica.
¿Su herramienta de trabajo contra la discriminación? Su profesión. "Creo mucho en las historias colectivas que cuenta la fotografía. Para mí es una herramienta para luchar contra la discriminación, en el sentido de que es una forma de que las personas afectadas cuenten su historia. Cuando como voluntaria hago talleres en Alianza por la Solidaridad con migrantes subsaharianos, les digo lo único que sé de vosotros es que saltáis la valla de Melilla ¡y me miran como si estuviera loca! Después les explico que es la imagen que los medios nos venden de ellos, y que por eso es fundamental que, para luchar contra los prejuicios, sean ellos y ellas quienes cuenten su propia historia. Utilizo la imagen para dar voz a los que no la tienen. Esa es la clave", concluye.
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