- Desde que Esquilache recortó la capa, esta prenda entró en crisis
- El ministro granadino Natalio Rivas quiso ponerla de moda y la primera que se colocó provocó un accidente callejero
JOSÉ LUIS DELGADO GRANADA
Se cumple el 250 aniversario del Motín de Esquilache, aquel que los que antiguamente estudiaban Historia identificaban con el levantamiento del pueblo de Madrid contra el ministro italiano de Carlos III, cuando en marzo de 1766 prohibió el uso de la capa española con el pretexto de que bajo ella era fácil camuflar la identidad o esconder armas. Puro pretexto. La capa no dejó de usarse; hombres ilustres la llevaron pero entró en crisis a finales del siglo XIX. Ya era raro ver gente luciendo la pañosa.
Cuando Natalio Rivas, allá por 1929, se puso en la vía pública la primera capa comprada por 5 duros por poco lo meten preso, porque al embozarse graciosamente en la pañosa le dio tan vigoroso vuelo que arrolló a una pobre viejecita; cayó la señora contra una esquina y acabó con erosiones en cara y hombro. Desde entonces consideró que era la capa una prenda diabólica que puede llevar a involuntarios atropellos y a desmanes criminales. Así lo recogía Miguel La Chica en la revista Reflejos. Tuvo luego que indemnizar a un yerno de la mujer atropellada entregándole 25 pesetas porque lo amenazó con denunciarlo en el juzgado. Y aunque dicen que una buena capa todo lo tapa, aquel chantaje, más que la capa lo tapó la pasta.
Don Natalio se convirtió en un gran defensor de la capa española, o pañosa, e incluso nos dio algunas lecciones de cómo se ha de lucir. En una de sus visitas a Granada y en los jardines del Hotel Washington, antes de empezar la partida de tresillo que allí tenía concertada con sus amigos, explicó sus conocimientos sobre la capa que él venía usando desde que era estudiante, aunque con la entrada del siglo XX pasó a ser una prenda trasnochada hasta el punto de que los toreros, que solían presumir de llevarla, empezaron a vestirse con abrigos de corte inglés, despreciando una prenda que había sido tradicional.
Natalio Rivas tenía dos capas; una parda y otra azul con el embozo rojo; presumía de caerle bien porque decía que estilizaba la figura, sobre todo a los que son altos y gruesos. Llevar la capa con elegancia tiene su técnica que solo se adquiere con el hábito. Y aunque Ángel Ganivet llegó a decir que "no hay prenda más individualista ni más difícil de llevar que la capa española", don Natalio presumía de saberla llevar, valoraba su elegancia, su halo de romanticismo, su condición de abrigo en los fríos días invernales y lamentaba que hubiera entrado en crisis el mejor paño fabricado en Béjar. Sin embargo es la capa símbolo de generosidad desde que San Martín de Tour partió la suya para dar la mitad a un pobre desnudo. Una buena capa todo lo tapa y no estuvo mal echarle medio capote al necesitado.
En el Madrid de finales de los años 20, a punto ya de caer la Dictadura de Primo de Rivera, apenas se veían capas españolas si no eran las de Natalio Rivas, las de los hermanos Álvarez Quintero, la de Julio Romero de Torres y las más modestas de la Tuna en noches de serenata. Aunque se acababa de fundar la primera Asociación de la Capa en Madrid en 1928. Eran los románticos y orgullosos hierofantes portadores de la vieja pañosa que apenas se dejaban ver; pero cuando el granadino Natalio Rivas era ministro, no solo la usaba en la calle, sino que se atrevió a aparecer en el Congreso con su capa, recibiendo las críticas de algún periodista que lo tachó con ironía de ser un ministro "muy moderno".
Quedan románticas asociaciones de nostálgicos amigos portadores de esta elegante prenda española y sea por muchos años; aunque ya es difícil verla pasear con garbo, y menos a ministros. Ahora los políticos pueden ir en vaqueros y hasta con rastas enmarañadas; cada cual hace de su capa un sayo e intenta defender su indumentaria a capa y espada; pero veo que en cuestiones de elegancia estamos de capa caída.
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