ÁNGELES LÓPEZ CANO
Ayer, 3 de diciembre, se conmemoró el Día Internacional de las Personas con Diversidad Funcional, un día que nos tiene que hacer reflexionar sobre los avances conseguidos y los que nos quedan por construir, y digo bien, "nos quedan por construir", porque es un trabajo de todos, de la sociedad, de las administraciones y de las instituciones, el alcanzar una verdadera igualdad de oportunidades para las personas con discapacidad, encaminada a su plena inclusión social y laboral.
Es una ocasión para hacer reflexionar a todos los ciudadanos y ciudadanas acerca de los derechos y de la participación en la sociedad de las personas con diversidad funcional. Ser una persona con diversidad funcional significa tener unas capacidades diferentes que se pueden aportar a la sociedad. Por ello deberíamos sensibilizar a nuestra comunidad en general sobre la valiosa contribución que las personas con diversidad funcional hacen a ella, permitiéndoles participar activamente, y posibilitándoles vivir una vida lo más saludable y satisfactoria posible.
El Día Internacional de las Personas con Discapacidad no debiera ser un día del año para recordar a los ciudadanos y ciudadanas acerca de los derechos y la participación en la sociedad de las personas con diversidad funcional, porque estos derechos debieran existir el resto de los días del año. No tendríamos que estar hablando de inclusión si la población hubiese evolucionado lo suficiente para saber que la inclusión sólo aparece cuando no hay diferencias en nuestras mentes.
Cambiemos pues las mentes para lograr una sociedad heredada por nuestros hijos, libre de "barreras mentales o sociales", más incluso, que "barreras arquitectónicas o sensoriales". Porque si cambian las primeras habremos conseguido superar las segundas.
Cambiemos también términos:
Discapacidad por capacidad: Capacidad para acceder al empleo, capacidad para formar sociedades sólidas, capacidad para participar en la construcción de sociedades sin prejuicios. Ayuda por autonomía: Autonomía para desarrollar una vida plena, autonomía para poder escoger una formación académica y laboral, autonomía para acceder al rincón de la ciudad que elijas. Exclusión por inclusión social: inclusión en los programas de desarrollo de nuestra comunidad, inclusión en decisiones en el ámbito político, educativo, laboral, económico y cultural.
No podemos hacer que las personas con discapacidad auditiva, visual, física o discapacidad psíquica puedan ver, oír, o caminar sin dificultad, pero sí podemos conseguir una ciudad accesible donde se garantice movilidad a toda la población sin obstáculos ni físicos, ni morales, ni mentales.
Es el momento de diseñar un nuevo modelo de sociedad en el que todos seamos bienvenidos, aceptados como iguales y como personas que aportamos nuestra diversidad. Ha llegado la época de la autoestima, de sentir que desde la ceguera, la sordera, la silla de ruedas, los problemas de aprendizaje, en suma, desde la diversidad, se puede aportar con orgullo un modelo de construcción social en el que todos estemos en condiciones de igualdad, y en el que la normalidad sea posible, si lo es, para todos sin distinción.
La diversidad es buena y aporta beneficios a la sociedad, baste como muestra un botón: el correo electrónico, medio de comunicación que utilizan hoy millones de personas, se inventó para poderse comunicar con una persona sorda.
Entendiendo mejor la realidad de las personas con diversidad funcional y ampliando sus opciones de progreso se logrará el alto desarrollo humano que potencian a la sociedad estas personas. En los últimos años ha habido grandes avances encaminados a trabajar desde las diferentes instituciones para conseguir la inclusión de las personas con diversidad funcional, conociendo realmente sus realidades nos enriqueceremos como sociedad y aprenderemos a construir un mejor futuro para todos, tenemos que seguir avanzando en contribuir a superar la situación de invisibilidad que aún tienen miles de personas de nuestro país que viven con discapacidad.
La inclusión de todas las personas sin distinción es un tema de derechos humanos, la igualdad, las mismas oportunidades y la no discriminación deben ser los retos de nuestra sociedad del siglo XXI. Una escuela y una educación social y familiar inclusiva asumiendo el principio del respeto a la diversidad de una forma flexible, favorecen la integración, y combaten el fracaso escolar trabajando por el éxito educativo de todos los ciudadanos. Hay que eliminar el término de "necesidades" que ha venido asociado durante todos estos años a las personas con discapacidad, y centrarnos en cuáles son las barreras de todo tipo que existen en las vidas de estas personas. La inclusión es un término que deberíamos darlo por hecho desde siempre, sin necesidad de explicarlo, deberíamos de practicarlo con absoluta normalidad desde la infancia en todos los ámbitos de la vida.
Tenemos que construir una sociedad del bienestar basada en las oportunidades para todos. Los poderes públicos deben ayudar a aquellos con mayores dificultades, y potenciar el libre desarrollo de sus capacidades. Hay que gestionar los recursos públicos desde todas las administraciones, no es una opción, debe ser una obligación. Hay que destacar el enorme valor que aportan a la sociedad las personas con diversidad funcional. Desde Tiresias hasta Hawkings, pasando por Beethoven, la discapacidad ha sido una parte integral e importante de la historia de la humanidad, en sus mitos, en sus ciencias, en sus artes, tenemos que afrontar la modernidad con otros conceptos: la igualdad de derechos, la aceptación social y la no discriminación, para poder encarar un futuro en el que se garantice la igualdad de derechos.
Promoviendo el fortalecimiento se crean oportunidades reales para la gente, se potencian sus habilidades y se les ayuda a establecer sus prioridades. El empoderamiento implica invertir en las personas, en empleos, salud, nutrición, educación y protección social. Cuando ocurre eso, están mejor preparadas para aprovechar oportunidades, se convierten en agentes de cambio y pueden asumir con más preparación sus responsabilidades cívicas, y todos debemos de implicarnos en estos cambios.
Vamos avanzando y concienciándonos de que el cambio debe darse en nuestras mentes, y cuando hayamos borrado prejuicios comenzará a no ser necesario conmemorar el Día Internacional de las personas con discapacidad porque hablaremos de capacidades, hablaremos de inclusión en todos los ámbitos.
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