La historia de Andoni es una de esas que inspiran a los jóvenes emprendedores -y no tan jóvenes- por el éxito cosechado con una de las empresas de restauración más prometedoras del panorama actual, que cuenta con una legión de fieles parroquianos que le siguen allá donde abra un local, entre los cuales me incluyo por supuesto: el Goiko Grill, una cadena de 64 hamburgueserías (y más de 20 en proyecto para este año); todas propias. Es el espejo donde muchos y muchas se miran, nos miramos, pero creo que desconocen el esfuerzo, tesón y perseverancia (entre otras muchas cualidades) que hay detrás de su historia y que le han llevado a donde está. Porque, amigos, el esfuerzo y la perseverancia son condición necesaria, pero no suficiente.
Andoni fue un chaval que estudió en los Jesuitas de su Venezuela natal con el sueño de ser médico algún día, como su abuelo materno, del que habla con la admiración con la que habla un niño de sus padres y abuelos. “Desde pequeño, tenía botiquines de primeros auxilios en casa, curaba a quien me pasara por delante... Me preparé muchísimo para lograr entrar la universidad central (pública)” cuenta echando la vista no tan atrás.
Los 6 años de carrera los disfrutó con pasión porque “pasaba básicamente todo el día en el hospital”; se le dibuja una sonrisa, y sigue con una anécdota “Hice las prácticas en el Hospital Universitario (hospital principal de la ciudad pero muy pobre y mal gestionado), y por las mañanas me pasaba por una farmacia cercana para comprar gasas y esparadrapo con el que poder hacer las curas a mis pacientes. Lo hacía para salir más temprano, porque si no, tenía que ponerme a suplicar a las enfermeras y auxiliares para que me las consiguieran y solían tardar horas. Necesitaba tiempo para poder trabajar por la tarde en una empresita que tenía con un amigo, nos dedicábamos a montar altavoces, pantallas e iluminación para todo tipo de eventos. ¡Hasta logramos tener un equipo como de 6 personas fijas! fue una experiencia maravillosa” confiesa.
Todavía en Caracas, después de graduarse como médico, siguió con el negocio de los eventos e incluso emprendió alguna otro proyecto más. ”¿Pero teniendo esa vocación tan clara -algo que admiro profundamente al no haberla tenido yo-, no ejerciste nunca?”, pregunto extrañado. “En Caracas nunca ejercí de médico. Viajé a USA y España de vacaciones. En los viajes pensé mucho y terminé decidiéndome por emigrar a España, a Madrid. En ese momento, Venezuela y yo teníamos poco que ofrecernos”, comenta con cierto pesar…
En aquel momento lo vi como una oportunidad, pero casi nadie lo vio así, muchos me dijeron que estaba loco y que sería una tontería abrir un bar en plena crisis.
“A Madrid llegué con poco dinero. Mientras estudiaba para el MIR, apliqué por InfoJobs a casi todos los trabajos que existían. Así conseguí mi primer trabajo en un Centro de Día de mayores, que recuerdo con un cariño inmenso porque los pacientes eran muy divertidos. Mi primera exploración física de un paciente fue memorable, le dije: “Paco, respira profundo... y ahora bótalo”, el pobre no sabía qué hacer y yo mucho menos -en Venezuela decimos “botar el aire” en vez de exhalar-. Aún peor fue con otro paciente en esa misma semana, el pobre me dijo que estaba “constipado” y le comencé a preguntar acerca de su ritmo intestinal mientas él no salía de su asombro, pero es que en América constipado viene de constipation que significa estreñimiento”. Sonoras carcajadas, nos limpiamos las lágrimas, nos recomponemos un poco y prosigue.
“Cuando por fin entré en el MIR de Geriatría, que era el que más deseaba aunque en España es de los menos solicitados, la pasé fenomenal, me enamoré de nuestra Salud Pública. Vaya gusto trabajar y estudiar en La Paz (Madrid). Ha sido de mis mejores experiencias. Siendo R1 (residente de primer año) todo el personal del hospital es tu jefe, así se aprende muuuucho y se curra aún más. Por las tardes solía beberme unas cañas con un amigo por María de Molina. Siempre pensando ideas para emprender. La mayoría tenían que ver con la salud, lógicamente. Pero un día, el bar donde solíamos ir quebró y decidió cerrar. Uno de esos momentos en los que pasa una oportunidad por delante, y la pillas. En aquel momento lo vi como una oportunidad, pero casi nadie lo vio así, muchos me dijeron que estaba loco y que sería una tontería abrir un bar en plena crisis. A mí me hacía mucha ilusión empezar algo desde cero. Alquilé el local (noviembre 2012), abrimos Goiko en enero 2013 y me mantuve en el MIR. Estaba haciendo dos cosas muy difíciles de compaginar: ¡Hostelería y Medicina!”. “Compaginar eso es una heroicidad, tío”, le reconozco asombrado. “Sin tiempo para nada, claro. Los días que tenía guardia a la hora de la cena me iba en moto al Goiko a ver qué tal el servicio de la noche y regresaba volando para seguir con la guardia... Después de las guardias, en plan a las 11:00, me iba al restaurante y dormía en el parking unas horas para luego abrir y atender al mediodía. Después del servicio, estaba agotado y solíamos echarnos la siesta en el banco del local”. ”¡Es que ese ritmo sólo se puede llevar por un tiempo muy limitado, y en plena juventud…! Cuánto aguantaste así, Andoni?”, le pregunto con asombro.
“En el verano ya estaba enloqueciendo. Mi padre me recomendó que me cogiera una semanita de vacaciones, y así hice. Me fui al Algarve y allí, relajado y ensimismado, decidí que renunciaría a mi profesión de médico y me dedicaría a desarrollar el Goiko al 100%”. ¿Entonces no hubo ningún detonante para cambiar de la medicina a la hostelería? “No, no creo que hubiera habido ningún detonante específico, pero sí creo que la decisión la venía retrasando por falta de reflexión real, que muchas veces es necesario”.
Emprender es arriesgarse, hacer algo distinto, cambiar, salir de lo habitual, coger los mandos...
Y tanto; viene muy bien reordenar las ideas y prioridades de vez en cuando. Yo soy malísimo para las fechas, pero creo recordar que conocí a Andoni ese no tan lejano 2013, cuando Luisete , Mauro , Inma y Agus nos juntábamos para probar nuevos sitios de hamburguesas de la capital y arreglar el mundo, claro.
″¿Cómo surgió el proyecto, Andoni?”, le pregunto. “El proyecto surge de mi pasión por emprender. Emprender es arriesgarse, hacer algo distinto, cambiar, salir de lo habitual, coger los mandos... Todo lo que lleva emprender siempre me ha gustado, en especial, ser capaz de montar en una idea a más personas, y así, ayudarlos a llegar a sitios que no habían soñado. Convencer a otros de que los sueños se pueden lograr haciendo las cosas distinto, de que aunque a veces ya exista el manual de instrucciones se puede improvisar con rebeldía buscando diferenciarte y de que no hay destino ni molde que valga. ¿Hamburguesas? han sido (y siguen siendo) el vehículo perfecto para nuestro propósito”.
Si algo me llamó la atención de él cuando le conocí, y estoy seguro de que es una de las razones de su éxito, fue el hecho de que nos localizara por las redes sociales con la inestimable ayuda de su hermana Daniela para preguntarnos qué nos parecía la hamburguesa y cómo la podía mejorar, incluso hacíamos alguna cata de nuevas elaboraciones de vez en cuando. Puede parecer algo lógico al lector, pero creedme; un empresario y restaurador preguntando a sus clientes cómo puede mejorar su negocio es hoy un alarde de sentido común y humildad muy poco frecuente. Pero es que no sólo preguntaba a sus clientes, ¡sino que implementaba lo que se le proponía! Daniela, hoy directora de Marketing, es responsable también de esa filosofía, de ese acercamiento a sus clientes, a sus parroquianos, de crear familia más allá de su familia.
En breve inicia su proyecto más ambicioso aunque él todavía no es consciente del todo: La paternindad, y por eso quiero enviarle desde aquí el abrazo más fuerte que se le puede dar a una gran persona.
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