Hace unos meses una conocida multinacional estadounidense dedicada a la fabricación de dispositivos médicos, productos farmacéuticos y de cuidado personal, lanzó en redes una campaña dirigida a reconocer nuestra labor a lo largo de los tiempos. «Las enfermeras cambian vidas, y eso lo cambia todo», reza el eslogan principal.
El vídeo recorre algunos de los logros de la profesión desde 1854 hasta nuestros tiempos. Florence Nightingale introduciendo prácticas de higiene durante la Guerra de Crimea que aumentaban la supervivencia de los soldados, Elizabeth Kenny aplicando rehabilitación a los enfermos de polio en vez de inmovilizarlos en 1939, Jean Ward descubriendo en 1950 que la exposición al sol de los niños con ictericia reducía drásticamente su mortalidad… y continúa repasando nuestras aportaciones a la salud de la humanidad hasta llegar a 2018, año en el que Rebecca Koszalinski, enfermera norteamericana, desarrolló una app que permite a los pacientes con trastornos del lenguaje comunicarse con facilidad.
Les recomiendo que lo vean. El vídeo dura poco más de dos minutos, pero podría durar veinte si nos parásemos a recopilar y analizar todos los descubrimientos realizados por enfermeras que han cambiado la salud de la humanidad a lo largo de los tiempos.
¿Pero saben qué sucede? Que esas enfermeras que salen en el vídeo son enfermeras que se creen lo que son y saben el poder que tienen para cambiar las cosas, no como muchas de nosotras hoy en día.
Sabemos cuidar muy bien de ustedes, pero no de nosotras mismas.
Les daré un par de datos para entrar en contexto. En nuestro país, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, vivimos 299.824 enfermeras. Y si ahora mismo alguno de ustedes acude a su hospital de referencia y pregunta, le contarán que la mayor parte de la plantilla está formada por un buen puñado de esas enfermeras. A pesar de los recortes y de que seguimos estando a la cola de Europa en el número de enfermeras por paciente, somos, con diferencia, el personal más numeroso del Sistema Nacional de Salud. Podríamos conseguir como colectivo cualquier cosa que nos propusiésemos, pero no teman, porque a diferencia de las enfemeras del vídeo del que les hablaba, la mayoría no nos lo creemos. Sabemos cuidar muy bien de ustedes, pero no de nosotras mismas.
Preferimos ser un colectivo cada vez más dividido por luchas internas: eventuales contra interinos, especialistas contra generalistas, diplomados contra graduados, enfermeras gestoras contra enfermeras asistenciales… que una profesión unida frente a la temporalidad que sufrimos, los recortes en salud, el infame sistema de oposiciones y de contratación, o el abuso de algunos centros privados que contratan a enfermeras por mil euros al mes.
Pero me gustaría terminar dándoles las gracias a ustedes, porque nos han demostrado que sí son conocedores de la importancia y el valor que tenemos. Gracias porque, según el CIS, somos una de las tres profesiones mejor valoradas por la sociedad española. Gracias. Ahora solo queda que nos lo creamos nosotras.
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