JOSÉ CARLOS BABIANO | ARQUITECTO Y URBANISTA |
Reconoce José Carlos Babiano (Puerto de Santa María, Cádiz, 1960) que los debates urbanísticos han desaparecido de los medios. Precisamente ahora, en un momento en que el fenómeno turístico está reconfigurando la fisonomía de las ciudades, transformando a sus actores -los vecinos- en espectadores de un escenario que cada vez les pertenece menos. Este profesor gaditano, que ejerce en la Universidad de Sevilla, anima a un debate sosegado sobre la ciudad con la justa medida y el término medio como puntos de partida y apunta a la vivienda protegida como posible solución a la gentrificación.
-¿La calle no es de nadie o es de todos?
-No es de nadie, pero nunca dejó de ser un lugar de conflictos entre intereses.
-Con tanta mesa, silla, soportes publicitarios a ras de suelo, ¿no ha pasado la calle a ser solamente de algunos?
-La economía se ha infiltrado en todos los rincones de la ciudad. Cualquier espacio es susceptible del provecho económico. Eso, que no es necesariamente malo en su justa medida, sí puede producir perjuicios.
-Con la masificación del turismo en los centros urbanos, ¿lo que era un lugar de convivencia entre vecinos se convierte en un espacio de deambulación para desconocidos?
-Si el turismo es masivo, el modelo cambia y las ciudades dejan de ser espacios de convivencia. El visitante deja de ser espectador y se convierte en un actor e incluso en el guionista de la ciudad. El cambio es importantísimo. En el ámbito andaluz, donde la sociedad tiene esa riqueza en el espacio público, la inversión de papeles entre actores y espectadores es conflictiva y conllevará cambios que habrá que ver por dónde van.
-¿La ciudad es cada vez menos un lugar de encuentros para convertirse en un objeto de consumo?
-Siempre ha habido de todo. La cuestión es si todo es vendible, si hay espacios donde no se pueden realizar actividades porque hay otras que son más rentables, aunque sea para un número menor de personas. La privatización del espacio va por ahí.
-Umberto Eco propuso construir una réplica de Venecia junto a la original y sospechó que a la mayoría de los turistas apenas le importaría.
-Es posible. Andalucía tiene una extraordinaria fuerza social, que es en parte su atractivo. Hay un modo de vivir que supone un espectáculo para otros. Distinto es el fenómeno de la gentrificación, que es un problema muy serio. Se expulsa a los vecinos, se transforman los edificios, el comercio... Pero en economías tan débiles como la andaluza, la tentación es fuerte.
-Entonces es mejor asumirlo.
-Yo invitaría a una reflexión sosegada y distinguiría entre incrementar la oferta turística en edificios dedicados a ello y poner en el mercado miles de viviendas no reguladas o mezcladas con otras viviendas. Hace poco vi un plano de Sevilla en el que cada oferta de vivienda turística era un punto. El resultado era una extraordinaria nube de puntos, no se veía la ciudad. De algún modo, las ciudades están en venta, lo que repercute sobre la vivienda y sobre los usos de ciudad.
-A la hora de la regulación del fenómeno, las administraciones se responsabilizan unas a otras.
-Cada uno tiene su ámbito de competencia. Una parte puede hacerse desde los ayuntamientos y otros aspectos son autonómicos. La comunidad autónoma es la que regula los edificios hoteleros, los apartamentos, viviendas... Y habrá que seguir trabajando.
-¿En qué aspectos?
-La clave es compatibilizar la deseada actividad turística con la capacidad de vivir de los vecinos, a quienes se les duplican los precios. Por ahora no se ha resuelto en ningún sitio. Hay planteamientos en Berlín, París, Barcelona, Mallorca, Madrid... En Andalucía hay el agravante de la debilidad de la economía, con lo que es difícil intentar disminuir un sector económico. La peor noticia de los últimos años es que Andalucía ha vuelto a ser región de objetivo 1 en Europa.
-Ryanair ha entrado en la lista de las empresas europeas más contaminantes. ¿Hacer turismo afecta al cambio climático?
-Pues sí. Y también, el comercio, cuyo sector logístico ha crecido de modo espectacular. Por ejemplo, comprar por internet implica un sistema de transporte que acarrea un importante consumo de energía. El sistema de competitividad es tan feroz que resulta difícil articular mecanismos de control ambiental.
-La gente está cada vez más preocupada por el cambio climático. ¿Habrá que viajar y consumir con moderación si se pretende un planeta habitable para nuestros nietos?
-El problema del cambio climático son en general las ciudades. La vida en la urbe es la gran consumidora de energía y la gran productora de residuos. Naciones Unidas ha dicho que el principal problema de la humanidad son las ciudades. El impacto ambiental está tan focalizado que es poco capaz de regenerarse.
-La ciudad como lugar y origen de conflicto, ¿no?
-Hay mucho que avanzar todavía. Hace 20 años se hablaba de la ciudad verde como una ciudad baja y ahora se plantean ciudades más altas y compactas. El concepto de ciudades verdes como ciudad expandida, con chalés, con zonas verdes, es un despilfarro ambiental extraordinario. El sistema de transportes y de suministros se hace poco sostenible. Para llegar a los chalés hay que atravesar kilómetros consumiendo energía y contaminando.
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