Verónica Forqué Actriz representa durante el fin de semana en el Isabel la Católica esta comedia agridulce de Willy Russell, que dirige su marido
JOSÉ ANTONIO MUÑOZ | GRANADA.
Verónica Forqué (Madrid, 1955) representará este fin de semana en el Teatro Isabel la Católica la obra 'Shirley Valentine', del dramaturgo Willy Russell, en un montaje que dirige su marido, Manuel Iborra. Tras interpretar 'La abeja reina' hace algunos años, vuelve a ponerse frente al público granadino con una mezcla de complicidad y respeto.
- Llega usted a Granada con una obra, 'Shirley Valentine', que se representa de forma ininterrumpida desde 1986. ¿Qué tiene este papel para que se sienta usted cómoda en él?
- Que es una comedia agridulce, donde domina la naturalidad. No le digo más que los huevos que la protagonista fríe durante la obra, los frío yo de verdad en el escenario. Se oye el chisporroteo, se huelen. Ella habla con la pared de su cocina, porque está muy sola, y luego descubre que tiene un público que la mira, con lo cual, se convierte en cómplice de ese público. En fin, es un personaje muy rico en matices, que me encanta.
- ¿Y qué le cuenta una mujer con 50 años a un público extraño?
- Pues que una amiga suya le acaba de traer un pasaje para irse de vacaciones a las islas griegas. Todo un acontecimiento, que la remueve internamente. Y a partir de ahí comienza la historia.
- Un acontecimiento inusual, sin duda.
- Sí, y es lo inusual de la situación lo que provoca las carcajadas del público, aparte de los puntos de vista de Shirley sobre la vida, los hijos, el amor o el sexo. El autor, siendo un hombre, cuenta con mucha sutileza la manera de pensar y de sentir de una mujer de esa mediana edad. En el fondo, de lo que trata la obra es de que todos, tengamos la edad que tengamos y vivamos en las circunstancias que vivamos, tenemos la posibilidad de que nuestra vida sea mejor, de ser más felices.
- ¿Cómo es feliz Verónica Forqué?
- Pues, desde aproximadamente 2003, haciendo teatro sin parar. He tenido mucha suerte, porque me han llegado ofertas muy interesantes. Con algunas películas en medio -'Reinas', 'La dama boba', 'Enloquecidas'-, he ido encadenando personajes muy interesantes, como esta Shirley Valentine, que es un papel clásico para las actrices de mi edad.
- Estar sola en el escenario, ¿impone, o ya no?
- La verdad es que cuando Nacho Artime, el adaptador de la obra, me propuso hacerla, mi primer pensamiento fue rechazar la oferta, pero luego, con unas copas de vino blanco por medio, acabó convenciéndome. Y menos mal, porque este personaje no me ha dado más que satisfacciones. Me impone igual estar sola o acompañada en el escenario, siempre es un reto.
- Llevarse bien con el director ayuda.
- (Ríe sonoramente). Sí, sí, afortunadamente, me llevo muy bien. Nos conocemos desde que yo tenía 18 años y él 22. Llevamos 30 años de vida en común. Cuando comenzamos el montaje, me preguntaron sobre qué me parecía que lo dirigiera Manuel. Para mí fue una gran alegría, porque entre actores y directores de teatro debe haber una continua complicidad, ya que los montajes evolucionan mucho, hasta que baja por última vez el telón.
Reinventarse
- Uno de sus partenaires en cine, Jorge Sanz, pasó por Granada en su debut teatral, en los primeros años de la década. Ahora, después de años de éxito, se ha tenido que reinventar. ¿Una situación común a muchos actores?
- Por supuesto, todos nos reinventamos cada cierto tiempo. El contacto con el público a diario, en mi caso, ha supuesto volver a mis inicios, ya que mi primer trabajo fue con Nuria Espert en una versión de 'Divinas palabras' de Valle-Inclán, y mi primera pareja escénica fue Héctor Alterio. El clima que se crea en cada función, el calor del público, es algo maravilloso.
- Haga usted drama o comedia, creo que quienes hemos acudido a verla tenemos la impresión de que es usted ya, más que una actriz, una marca, un sello propio, como lo es, salvando las distancias, Arturo Fernández. Una garantía, vamos.
- Algo de eso hay, porque me encuentro por la calle gente muy joven, que a lo mejor ha visto 'Kika' en televisión o en Internet, o mis apariciones en 'El club de la comedia', y es cierto que noto muy de cerca el cariño de varias generaciones, algo que en absoluto me molesta, me halaga muchísimo. Trato de que cada personaje mío tenga su alma, pero es cierto que mi forma de moverme, de expresarme, es muy característica.
- El público granadino ha sido muy cariñoso con usted, pero también es muy exigente. ¿Cree que le gustará este montaje?
- Sí, porque Granada es una ciudad con una intensa vida cultural, con un patrimonio monumental impresionante, pero al mismo tiempo muy inquieta, y Shirley Valentine es, metafóricamente hablando, como Granada, una mujer tranquila, con mucha vida detrás, pero al mismo tiempo llena de ilusiones. Creo que, en general, en la vida, lo más importante es no perder la ilusión. Por eso, creo que muchos granadinos se van a sentir muy identificados con este personaje.
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