El artista granadino celebra su aniversario con el grafiti con un documental que repasa su trayectoria y que se estrena mañana en el bar Papaupa
G. CAPPA GRANADA |
El Niño de las Pinturas es un artista comprometido aunque nunca da la cara, parapetado siempre para los fotos tras una máscara y una gorra. El grafitero granadino celebra este fin de semana 20 años con los sprays, contando historias en las paredes más desconchadas de la ciudad. Para la ocasión, El Niño de las Pinturas ha preparado un documental que recorre su trayectoria que se estrena mañana en el bar Papaupa (21:00 horas) con una fiesta a la que están todos invitados a tomar una cerveza. "Incluso la policía, siempre que venga de paisano y fuera del horario laboral", ironiza un artista que ha alternado en estos años las páginas de arte con las de sucesos por sus 'encontronazos' con el Ayuntamiento.
Pero el creador que firma sus obras como Sex huye de la polémica y quiere que estos 20 años sean una celebración en estado puro. El documental es una hora viajando en el tiempo y el espacio, con el artista evolucionando pieza a pieza, colaborando con multitud de compañeros de todo el mundo, buscando un lenguaje propio y universal.
El Niño de las Pinturas tiene ya 36 años pero no piensa renunciar al apodo. De hecho, recuerda a un cantaor recientemente fallecido, el Niño de las Almendras, que demostraba en los tablaos su jovialidad con 80 años más que cumplidos. ¿Síndrome de Peter Pan? "He pensado mucho sobre esto y he llegado a la conclusión de que hay que tener la actitud de un niño y la perspectiva de un adulto, no hay que perder el contacto con la infancia, porque es la fuente inagotable de todo, aunque tampoco hay que olvidarse de lo que uno es y de lo ha andado", asegura.
El grafitero se jacta de que no hizo el servicio militar, "así que se me da fatal hacer balances", pero después de dos décadas de relación con los botes de spray dice que lo único que le queda es pedirles matrimonio. Comenzó pintando las paredes de su barrio medio escondido, después pasó a realizar su arte a plena luz del día en el centro de la ciudad para regresar de nuevo a huir de la policía al tiempo que era reclamado para pintar en el extranjero en ciudades cosmopolitas como Nueva York o San Francisco, donde algunos rincones tienen la firma de Sex. Pero también México, Monterrey, la embajada española en Santo Domingo, Caracas, Buenos Aires, París, Amsterdam, Berlín, Brujas, Florencia, Edimburgo, otra embajada española como la de Zimbabue... En resumen, pinta con libertad en el planeta tierra, incluso el territorio español en el extranjero, pero no puede hacerlo en su ciudad... Y aunque no se siente cómodo hablando de su obra, sí consiente en decir que su trabajo es lo que más ha evolucionado en El Niño de las Pinturas. "Un cambio no significa una evolución", reflexiona. Su trayectoria tiene una primera etapa marcada por el dibujo hasta que en 2001 se pasó al gran formato. "Aquí encontré un camino más propio, una forma más personal de expresarme", dice el creador que estudió en la Facultad de Bellas Artes, pese a que su pasión no estaba en ningún temario. Ya en 2014 se muestra escéptico con la posibilidad de que el grafiti acabe siendo una asignatura, aunque "ha marcado y marcará los tiempos que vivimos", asegura. "Pero como estudiante me quedé muy sorprendido cuando en la asignatura de pintura mural el profesor ni mencionó la existencia de los botes de spray, pese a que como herramienta ya estaba demostrado que era muy potente".
20 años después, El Niño de las Pinturas es ya un personaje de sobra conocido, aunque puede pasear tranquilamente por la ciudad en el más absoluto anonimato. "Que me reconozcan por la calle no es un orgullo, es una putada, pero que reconozcan tu trabajo y que te admiren sí es algo que me pone muy contento". Esta actitud le ha permitido estar en un bar escuchando como dos desconocidos están hablando de él sin saber que lo tienen justo al lado de la barra. "Todas las cosas que puedan ocurrir han pasado o van pasar, siempre y cuando mantenga esta técnica de ocultar el rostro, el momento en el que me dedique a salir en la prensa rosa y a hablar de mis novias esto se acabará", ironiza.
Cuando comenzó a agitar la ciudad y los botes de spray el grafiti era para muchos un arteunderground o, directamente de gamberros. Ahora, hasta Arturo Pérez-Reverte escribe novelas sobre los grafiteros. "No me he leído la novela, mis amigos sí la han leído y les ha gustado aunque el protagonista, en la segunda parte del libro, se transforma en un personaje a lo Banksy, un spirit artist". En este sentido, ¿la vida de un grafitero tiene mucho de novela policíaca? "No, yo siempre he intentado ser lo más fiel posible a mi trabajo, ni siquiera en mis obras he dejado que esto trascienda", defiende sobre sus cíclicas polémicas con el Ayuntamiento. De momento anda pagando un embargo de 5.000 euros "por pintar grafitis con permiso de los dueños". Y en marzo comienza un juicio por un dibujo que realizó en la cueva de La Faraona en el Sacromonte, que realizó con el permiso -y el entusiasmo- del propietario y que el Ayuntamiento ya ha borrado. "Pero estos son 20 años y es lo importante, quiero dejar de lado las polémicas", insiste El Niño de las Pinturas.
El primer muro que pintó estaba a las afueras de la ciudad, era un dragón y fue una obra "muy colectiva y muy bonita, cuando las cosas empiezan de una manera tan inocente no hay problema, estos han surgido después".
En 2001 llevaba ya tiempo pintando en las calles, pero siempre en los muros, superponiendo un grafiti sobre otro. Aquí decidió pintar en el centro y abordar 'paredes nuevas' "en el sentido de que nadie hubiera pintado en ellas, porque lo cierto es que estaban hechas polvo". Así, antes de pintar pasaba horas adecentando su lienzo, raspando las paredes y dándole una capa de antihumedad.
Y mientras Málaga ya tiene hasta su peculiar Soho, un barrio en el que el grafiti, lejos de estar perseguido, se ha convertido en una seña de identidad y en un reclamo turístico, Granada sigue siendo un territorio comanche. "Pero en el Polígono se está empezando a organizar un movimiento en relación con el muralismo, estamos esperando a que el Ayuntamiento mueva ficha, así que esperemos que en 2014 encontremos todo el punto de encuentro para llevar a esta ciudad a donde debe estar". Los 20 años de El Niño de las Pinturas dan para varias celebraciones. Por eso, el domingo, La Brújula del Momo, el Ízaro y El Jergón también proyectarán su documental.
Pero el creador que firma sus obras como Sex huye de la polémica y quiere que estos 20 años sean una celebración en estado puro. El documental es una hora viajando en el tiempo y el espacio, con el artista evolucionando pieza a pieza, colaborando con multitud de compañeros de todo el mundo, buscando un lenguaje propio y universal.
El Niño de las Pinturas tiene ya 36 años pero no piensa renunciar al apodo. De hecho, recuerda a un cantaor recientemente fallecido, el Niño de las Almendras, que demostraba en los tablaos su jovialidad con 80 años más que cumplidos. ¿Síndrome de Peter Pan? "He pensado mucho sobre esto y he llegado a la conclusión de que hay que tener la actitud de un niño y la perspectiva de un adulto, no hay que perder el contacto con la infancia, porque es la fuente inagotable de todo, aunque tampoco hay que olvidarse de lo que uno es y de lo ha andado", asegura.
El grafitero se jacta de que no hizo el servicio militar, "así que se me da fatal hacer balances", pero después de dos décadas de relación con los botes de spray dice que lo único que le queda es pedirles matrimonio. Comenzó pintando las paredes de su barrio medio escondido, después pasó a realizar su arte a plena luz del día en el centro de la ciudad para regresar de nuevo a huir de la policía al tiempo que era reclamado para pintar en el extranjero en ciudades cosmopolitas como Nueva York o San Francisco, donde algunos rincones tienen la firma de Sex. Pero también México, Monterrey, la embajada española en Santo Domingo, Caracas, Buenos Aires, París, Amsterdam, Berlín, Brujas, Florencia, Edimburgo, otra embajada española como la de Zimbabue... En resumen, pinta con libertad en el planeta tierra, incluso el territorio español en el extranjero, pero no puede hacerlo en su ciudad... Y aunque no se siente cómodo hablando de su obra, sí consiente en decir que su trabajo es lo que más ha evolucionado en El Niño de las Pinturas. "Un cambio no significa una evolución", reflexiona. Su trayectoria tiene una primera etapa marcada por el dibujo hasta que en 2001 se pasó al gran formato. "Aquí encontré un camino más propio, una forma más personal de expresarme", dice el creador que estudió en la Facultad de Bellas Artes, pese a que su pasión no estaba en ningún temario. Ya en 2014 se muestra escéptico con la posibilidad de que el grafiti acabe siendo una asignatura, aunque "ha marcado y marcará los tiempos que vivimos", asegura. "Pero como estudiante me quedé muy sorprendido cuando en la asignatura de pintura mural el profesor ni mencionó la existencia de los botes de spray, pese a que como herramienta ya estaba demostrado que era muy potente".
20 años después, El Niño de las Pinturas es ya un personaje de sobra conocido, aunque puede pasear tranquilamente por la ciudad en el más absoluto anonimato. "Que me reconozcan por la calle no es un orgullo, es una putada, pero que reconozcan tu trabajo y que te admiren sí es algo que me pone muy contento". Esta actitud le ha permitido estar en un bar escuchando como dos desconocidos están hablando de él sin saber que lo tienen justo al lado de la barra. "Todas las cosas que puedan ocurrir han pasado o van pasar, siempre y cuando mantenga esta técnica de ocultar el rostro, el momento en el que me dedique a salir en la prensa rosa y a hablar de mis novias esto se acabará", ironiza.
Cuando comenzó a agitar la ciudad y los botes de spray el grafiti era para muchos un arteunderground o, directamente de gamberros. Ahora, hasta Arturo Pérez-Reverte escribe novelas sobre los grafiteros. "No me he leído la novela, mis amigos sí la han leído y les ha gustado aunque el protagonista, en la segunda parte del libro, se transforma en un personaje a lo Banksy, un spirit artist". En este sentido, ¿la vida de un grafitero tiene mucho de novela policíaca? "No, yo siempre he intentado ser lo más fiel posible a mi trabajo, ni siquiera en mis obras he dejado que esto trascienda", defiende sobre sus cíclicas polémicas con el Ayuntamiento. De momento anda pagando un embargo de 5.000 euros "por pintar grafitis con permiso de los dueños". Y en marzo comienza un juicio por un dibujo que realizó en la cueva de La Faraona en el Sacromonte, que realizó con el permiso -y el entusiasmo- del propietario y que el Ayuntamiento ya ha borrado. "Pero estos son 20 años y es lo importante, quiero dejar de lado las polémicas", insiste El Niño de las Pinturas.
El primer muro que pintó estaba a las afueras de la ciudad, era un dragón y fue una obra "muy colectiva y muy bonita, cuando las cosas empiezan de una manera tan inocente no hay problema, estos han surgido después".
En 2001 llevaba ya tiempo pintando en las calles, pero siempre en los muros, superponiendo un grafiti sobre otro. Aquí decidió pintar en el centro y abordar 'paredes nuevas' "en el sentido de que nadie hubiera pintado en ellas, porque lo cierto es que estaban hechas polvo". Así, antes de pintar pasaba horas adecentando su lienzo, raspando las paredes y dándole una capa de antihumedad.
Y mientras Málaga ya tiene hasta su peculiar Soho, un barrio en el que el grafiti, lejos de estar perseguido, se ha convertido en una seña de identidad y en un reclamo turístico, Granada sigue siendo un territorio comanche. "Pero en el Polígono se está empezando a organizar un movimiento en relación con el muralismo, estamos esperando a que el Ayuntamiento mueva ficha, así que esperemos que en 2014 encontremos todo el punto de encuentro para llevar a esta ciudad a donde debe estar". Los 20 años de El Niño de las Pinturas dan para varias celebraciones. Por eso, el domingo, La Brújula del Momo, el Ízaro y El Jergón también proyectarán su documental.
No hay comentarios:
Publicar un comentario