Colonias de ejemplares comunes, listados, mulares y grandes calderones hacen de la costa granadina su territorio favorito para pescar y reproducirse
JUAN ENRIQUE GÓMEZ | MERCHE S. CALLE | GRANADA
Un grupo de delfines mular nada frente a las playas de Almuñécar. :: RAFAEL JIMÉNEZ (OBSEMAR)
La mar está tranquila y en el horizonte se aprecia una pequeña estela plateada. Surge tras un punto negro que se desplaza a gran velocidad. De improviso, el agua se abre y lo que aparenta ser un gran pez se levanta hacia el cielo para volver a zambullirse en el mar. De nuevo volverá a saltar unos metros más adelante. La aleta es larga, puntiaguda, el lomo gris y de cuerpo poderoso. Es un ejemplar de delfín mular, un mamífero cetáceo, de los que pueden observarse desde diferentes puntos de la costa de Granada, un territorio que ha sido elegido por colonias de delfines para convertirlo en su residencia habitual.
En las aguas de Andalucía Oriental viven una docena de especies de cetáceos, que llegan a veinte si se tienen en cuenta los datos de avistamientos esporádicos y varamientos. «La mayoría son delfines, calderones y zifios, pero también se han observado dos especies de orcas, otras dos de ballenas y tres de cachalotes», afirma Rafael Jiménez, presidente del Observatorio del Mar, una asociación especializada que desde hace unos años estudia la presencia de cetáceos en las costas de Granada. «Hemos comprobado que las aguas granadinas son especialmente atractivas para los cetáceos porque están menos urbanizadas que las de otros puntos de Andalucía y aportan una mayor seguridad a las poblaciones, sobre todo de delfines».
El litoral granadino tiene una extensión de 75,8 kilómetros, de los que 36 están ocupados por 21 playas y 14 calas abrigadas entre acantilados, pero el resto es territorio semi virgen con fondos marinos que favorecen la presencia de todo tipo de especies. «La suavidad de los vientos que llegan desde África y la protección ante el aire frío del norte, que se ve reducido por la barrera que supone Sierra Nevada, convierten a estas costas y parte del mar de Alborán, en un espacio ideal para el desarrollo de mamíferos marinos». En cualquier recorrido en una embarcación de tamaño medio que se pueda realizar desde los puertos de Motril, Marina del Este o desde Adra, se pueden observar las evoluciones de estos maravillosos animales ancestralmente relacionados con el hombre sus costumbres y su historia.
No existe un censo de delfines y cetáceos, pero las observaciones realizadas por el Observatorio del Mar desde 2007 hasta ahora indican que la población habitual en las aguas granadinas es de alrededor de 500 individuos. Los más numerosos son los que se conocen como delfín listado y delfín común, que también son los más fáciles de ver porque se acercan más a las costas y a aguas someras.
Grupos de listados, calderones, zifios y grandes cetáceos solo se podrían observar en aguas con más de 500 metros de profundidad, pero la orografía del fondo marino situado entre la provincia de Granada y el centro de Alborán baja hasta esas cotas a pocas millas de la línea de tierra. «Sabemos que hay una población permanente de delfín mular de alrededor de 15 y 20 ejemplares, así como otras de común y listado que se mueven en grupos de una decena de individuos y que en total pueden constituir una población de hasta 400 ejemplares», dice Rafael Jiménez.
Por las aletas
Desde lejos no es fácil distinguir a qué especie pertenece el grupo de delfines que evolucionan en el horizonte o incluso junto a una embarcación. Los ‘avistadores’ les reconocen por el color y, sobre todo, por la forma de la aleta dorsal. Si es más puntiaguda en el extremo y ancha en la base, sobre un cuerpo poderoso en su parte trasera, estamos ante la presencia de un delfín mular, en cambio el delfín común se distingue porque es un poco más pequeño con el abdomen blanquecino y con la aleta dorsal, muy similar pero menos puntiaguda. Si el cuerpo es estilizado, más pequeño, la aleta se cae hacia un lado y el color gris del lomo se vuelve blanco con rayas en el abdomen, se tratará de un delfín listado, y si su cabeza es chata, con un cuerpo de gran tamaño, casi como una ballena pequeña, se trata de un calderón, que de hecho es conocido con el nombre de ballena piloto. Los zifios no son fáciles de ver. No son exactamente de la familia de los delfines (Delphinidae), sino que pertenecen a la denominada Ziphiidae; su aspecto es muy similar, pero con el pico más ancho y corto.
Un delfín listado salta junto a una embarcación. Se aprecia las rayas que cruzan su lateral. / R. JIMÉNEZ (OBSEMAR) |
Los ‘bichos’
El mar de Alborán, cuyo punto central se encuentra frente a las costas granadinas, se ha convertido en el único lugar donde queda una población estable de delfín común, con grupos de alrededor de 45 individuos cada uno de ellos. Esta especie, al igual que los mulares poseen una buena relación con el hombre. La exclamación «¡ya están aquí los bichos¡», lanzada desde la cubierta de un pesquero motrileño significa que han llegado los delfines y que ese día el trabajo puede reportar magníficos resultados. Los pescadores saben que la presencia de delfín común a ciertas horas de mañana y de la tarde, marca la posición de bancos de peces pelágicos, sardinas, agujas, alachas, incluso anguilas, salmonetes y también calamares, si se trata de delfín mular. Los cetáceos acosan los cardúmenes de peces (los bancos de pescado) que al huir, si el barco ha sabido colocarse en posición, se introducen en las artes de pesca. Los delfines obtienen su alimento y los pescadores incrementan sus capturas.
Los grupos de delfines que habitan en una determinada zona han aprendido los horarios de vuelta a puerto de los barcos pesqueros y entre las cinco y las seis de la tarde siguen a las embarcaciones, ya cerca de las ensenadas, para aprovechar el pescado de descarte que los marineros tiran por la borda.
También aprovechan la existencia de mallas de piscifactorías para alimentarse de los peces que escapan de ellas y de la rica biodiversidad que se genera alrededor de estas explotaciones, aunque pueden provocar problemas en las infraestructuras y redes. En la provincia de Granada, junto al parque piscícola de la Caleta de Salobreña, es conocida la existencia de una colonia estable de delfín mular que reside en esta zona desde el año 2004.
Los delfines no siempre son aliados de los pescadores y llegan a introducirse en las redes y a llevarse pescados atrapados en líneas de palangre, aunque esta actividad les reporta graves daños, porque algunos resultan enganchados en las mallas o heridos por los anzuelos, además de provocar destrozos en las artes de pesca.
Desde la costa
Es factible observar cetáceos sin necesidad de embarcar. Desde algunos puntos de la costa de Granada el avistamiento es casi seguro. Hay tres puntos clave para divisar delfines e incluso algún cachalote o ballena de paso. Se pueden ver desde la playa de La Rábita, al estar situada hacia el interior del mar, en la línea entre levante y poniente, por lo que pasan cerca del litoral; desde los acantilados de Castell de Ferro y especialmente desde el cabo Sacratif. La altura de este lugar hace que con prismáticos pueda divisarse una gran extensión de mar y, por tanto, detectar los movimientos de los cetáceos. Otro punto especialmente adecuado son los acantilados situados entre la Caleta de Salobreña y las calas que preceden la localidad de Almuñécar, y en la Punta de la Mona. Cerro Gordo y Maro, ya en la provincia de Málaga, son otros de los puntos clave para la observación de estos mamíferos marinos.
Cerca del horizonte, entre las líneas que marcan las corrientes, se aprecia un grupo de aves marinas que vuelan en círculos. En el agua se ven pequeños remolinos y estelas. Un banco de peces se encuentra muy cercano a la superficie. La mar se ondula. Allí están. Son delfines, mamíferos, vertebrados que forman parte de la misma clase zoológica que el hombre.
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