Es difícil imaginarse vivir sin agua. No hay que esforzarse mucho en imaginar las consecuencias de la sequía
Sin agua no hay vida y no hay vida sin mujeres. Hoy mi paseo se alarma por el crujido con el que se pronuncia la tierra que piso. Es la manera que tiene éste campo de cultivo para contarme sus pesares. Tiene sed desde hace catorce años. No bebe agua porque su espejo en el mundo, ese cielo, no le da de beber como en siglos. Hubo mejores años en los que en esos veinte mil metros cuadrados resplandecían pintones tomates, lechugas, acelgas, berenjenas, remolachas, calabazas, cebollas, habichuelas, quimbombó que lucían como un cuadro de Renoir. Sin el agua empezaron a morir ante la impotencia de sus cosechadores, que tienen fama popular de ser los más "vivos" de esa zona de Cuba.
Inalvys nació y aquí vive desde hace cuarenta años. Con un cubo azul agarrado por su mano izquierda valora cada mata con el escozor en la boca del estómago de si llegará a poder recoger el fruto. Inalvys porfía a estas destemplanzas diarias. No es la única crueldad a la que debe resistir. El machismo intenta secar el crecimiento de la libertad femenina para poder trabajar así en la tierra como en su hogar. De cada cien hombres que están empleados en zonas rurales solo trabajan treinta mujeres. Al amanecer ya se enfrentan al problema de dar de desayunar y lavar a sus hijos antes de que vayan al colegio, porque no hay agua en sus casas. Es difícil imaginarse vivir sin agua. No hay que esforzarse mucho en imaginar las nefastas derivadas de la sequía. Por todas estas circunstancias muchas mujeres han dejado de ir a trabajar al campo porque ya es suficientemente duro como para luego superar los problemas de sus casas y el machismo. Otras mantienen la fortaleza física y mental de que pueden hacerlo, que deben hacerlo y de que les están ayudando a hacerlo. Tiene derecho a ser libres y la necesidad de encajar en el mismo sitio. El Fondo ODS de la ONU, junto al gobierno de la isla y productores locales, se empeñaron en que estas mujeres pudieran montar sus negocios, dirigir la cooperativa y aprender a ser autosuficientes. Inalvys controla la técnica, las tecnologías e incluso puede manejarse en el negocio del mercado. Su campo volverá a lucir con el colorido de un Renoir gracias al gobierno que le envía carros con cisternas de agua. En Abel Santamaría mejora el futuro porque como dice Inalvys, "aquí sabemos darle la vuelta a las cosas y que todo lo malo salga algo mejor". Las ansias de libertad siempre han sido algo inherente a cualquier mujer inspiradora.
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