El pasado de Europa es tan siniestro que cabe preocuparse cuando los extremistas asoman el hocico
Una buena noticia francesa: Macron, apoyado por los otros partidos salvo tal vez el ultraizquierdista-populista Mélechon, ganará la segunda vuelta cortando el paso a la señora Le Pen. Una mala noticia francesa: el 21,43% de los franceses apoya a la extrema derecha, dándole paso a la segunda vuelta, y el 19,62 a la extrema izquierda, mientras los republicanos y socialistas que han vertebrado la vida política francesa durante décadas se hunden. Una buena noticia francesa: sumadas, las fuerzas de centro izquierda y centro derecha ganan a las de extrema derecha y extrema izquierda. Una mala noticia francesa: incidentes en París protagonizados por manifestantes convocados por supuestos movimientos antifascistas tras conocerse el resultado de las elecciones.
El balance no es tan apocalíptico como si a la segunda vuelta hubieran pasado Le Pen y Mélechon, pero tampoco es como para ponerse a tocar las palmas. El pasado reciente de Europa -el siglo XX de 1914 a 1945 en la Europa Occidental y de 1917 a 1991 en la Oriental- es tan siniestro que cabe preocuparse cuando la extrema derecha y la extrema izquierda vuelven a asomar el hocico. No olvidemos que el Reino Unido nos salvó dos veces, encabezando la resistencia contra ellos, de los apetitos alemanes por zamparse a Europa en nombre de su derecho al lebensraum (espacio vital, idea acuñada en el siglo XIX), tanto bajo el emperador Guillermo II, el mariscal Hindemburg y el general Ludendorff en la Primera Guerra Mundial como bajo Hitler, no casualmente apoyado por el segundo en el golpe de 1923 y nombrado canciller por el primero en 1933, en la Segunda Guerra Mundial. En cuanto a Rusia, y la posterior área aplastada por la Unión Soviética, ya saben lo que vivió desde 1917 hasta 1991, prácticamente durante la totalidad del pasado siglo.
Hay que tentarse, pues, cuando en la Europa continental los extremistas ganan espacio político. Más aún cuando las dos naciones que fueron las más seguras defensoras de las libertades democráticas europeas -Inglaterra y Estados Unidos: las democracias más estables y antiguas del mundo- están en estos momentos preparando su salida de la UE y bajo el errático gobierno de Trump. No es cuestión de ponerse apocalípticos, pero sí de recordar nuestro pasado para no cometer los mismos errores (aunque sea con distintos nombres porque los lobos políticos siempre se disfrazan) en el futuro.
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