VERÓNICA GAYÁ
-Viene a hablar de un tema preocupante: el 38,2% de los jóvenes de 16 a 29 años están por debajo del umbral de la pobreza, ¿el futuro se les ha escapado de las manos?
-Es muy preocupante para mí, para muchos, pero no para otros. Este libro está hecho ante la irritación que me genera el hecho de que cuando un Gobierno llega a gobernar lo primero que hace es ver cómo hacer sostenibles las pensiones, pero, sin embargo, en los primeros 100 días no hay medidas de choque contra la pobreza o el paro juvenil. El futuro se les está escapando de las manos. Para mí, ésta es la peor herencia de la crisis; no es que los jóvenes se hayan convertido en perdedores económicos, que lo son, es que se han convertido en perdedores aspiracionales: aspiran a mucho menos de aquello para lo que estudiaron.
-Su generación, la de los abuelos, ¿qué ha sido: ilusa, confiada...?
-Perdedores. Nunca lo vimos, creíamos que todo iría a mejor. Habíamos dejado atrás las guerras mundiales, la Gran Depresión... creíamos que nada de eso volvería a ocurrir porque habíamos aprendido lo suficiente. Me angustia mucho no ser capaz de dar a mis hijos y a mis nietos la protección que mis padres me dieron a mí.
-¿Puede que la culpa sea del sistema en el que vivivimos? ¿Es el capitalismo, tal y como lo hemos llevado hasta ahora, compatible con la democracia?
-Ése es otro de los problemas que tenemos. Sabíamos que estaban en un equilibrio inestable, después de dos guerras mundiales nos dimos cuenta de que para que este dueto pudiese funcionar bien cada una de las partes tenía que hacer concesiones a la otra y, sin embargo, desde principios de la crisis el capitalismo ha abusado tanto, ha tenido tanto poder, que se ha producido este desequilibrio. Hay que tener cuidado, porque es entonces cuando aparecen las guerras y los conflictos.
-Crear un pilar social en un mercado capitalista es... ¿"arrojar cenizas al viento"?
-No, por lo menos en Europa. Europa está deslegitimada. Para mi generación Europa era una utopía factible, queríamos entrar para tener libertades, Estado de bienestar, pero en los últimos años, todo lo que nos llega desde Europa es demanda de recortes, exigencias de sacrificio, de ajustes... Para que esto se legitime, Europa tiene que poner en marcha un pilar social con la misma o mayor prevalencia que los demás pilares, la política exterior, la justicia, la economía... Si no construimos un pilar social en Europa, se disolverá.
-Bueno, y ahora dejemos de mirar hacia el pasado y miremos hacia el futuro. ¿Hacia dónde vamos?
-Soy relativamente optimista en creer que lo de Trump es una excepción, y que los europeos -quizás si me hicieses esta entrevista en un par de meses, tendría que comerme mis palabras- no vamos a ser tan necios de votar a Marine Le Pen, a Alternativa para Alemania o a la multitud de partidos por la libertad que están creciendo en estos momentos. Lo que me preocupa es que estos partidos ya hayan contagiado con sus idearios a los partidos de centro.
-A nosotros nos dijeron que si luchábamos teníamos al alcance cualquier cosa. No ha sido así. Pero entonces... ¿qué les decimos a sus nietas? ¿Que aunque luchen no lo conseguirán? No es un mensaje muy alentador.
-Hay que decirles que tienen que luchar, que buena parte de cómo se va a desarrollar su vida tiene que ver con el esfuerzo, tiene que ver con su formación. Existe una hipótesis que prevé que ellos pueden vivir peor que nosotros, pero no es aún real. También tenemos que decirles lo que no nos decían a nosotros, que una parte de su vida depende de esos mercados, de esos poderes, de la correlación de fuerzas de todo el mundo, dado que vivimos en una era de globalización...
-Y a ese respecto, ¿qué hacemos?
-Creer en las reformas, que éstas no tienen que ser sinónimos de recortes, y participar, votar, no es lo mismo que ganen unos que otros.
-Ese muro del que habla al final del libro y que separa a su generación de la de sus hijas, ¿de qué está hecho?
-De hechos, de emociones, de fracasos, de desigualdades, de empobrecimiento, de precarización estructural, del temor a que cuando lleguen los momentos de debilidad no podamos estar protegidos, está hecho de una desconfianza terrible y de laxitud sobre la democracia.
-¿Lección aprendida?
-La lección es que no hay atajos, que debemos construir con tablones sólidos y poco a poco. Veremos si vosotros, nuestros hijos, sois sólo un pequeño bache en la historia y la situación de nuestros nietos mejora, o si ellos también van a peor.
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