Quien no tiene de qué arrepentirse, o no ha vivido o no se ha enterado o es un crack del 'guasap'
Dos minutos. Tengo dos minutos para decir "¡ay, Dios!, ¿pero qué he hecho?" y volver atrás, buscar -las manos temblorosas- en mi móvil el mensaje arrebatado que acabo de enviar y eliminarlo antes de que el destinatario lo lea, la líe y eso cambie mi destino para siempre. La semana pasada conocimos que WhatsApp -en adelante guasap-, cual Deux ex machina posmoderno, nos va a dar 120 segundos para poder borrar mensajes enviados, para desdecirnos, para dar una nueva oportunidad a la boca imprudente, a la mano errada; tiempo en definitiva para el arrepentimiento (o para no tener que arrepentirnos más, quizá, cuando ya sea demasiado tarde).
Estas nuevas tecnologías, junto con lo audiovisual, nos instalan en la sensación de que en la vida podemos repetir la jugada, rebobinarnos, congelar la caída, ralentizar el adiós, eliminar lo dicho, hacer flash-back; fintar el puño y ahorrarnos el golpe y la cicatriz, pero también su aprendizaje. La poesía, por el contrario, se fija en la imposible vuelta atrás. Arden las pérdidas: "Que la vida iba en serio/ uno lo empieza a comprender más tarde", dice Gil de Biedma; "…tú me quisieras lo mismo/ que veinte años atrás", entona el bolero; "No se pueden recomponer los fragmentos/ de un espejo roto. No se puede", escribe David Eloy Rodríguez.
Hay al menos dos maneras de hacerlo desastrosamente mal. La primera, arrepentirse una, al final de sus días, de todo -y principalmente de lo que no ha hecho- ; la segunda, no arrepentirse nunca de nada. Conceptos vinculados a lo religioso como pecado, culpa,remordimiento o penitencia -que llevados a extremo anda que no han hecho la puñeta- no han sido reemplazados en la vida civil por términos como falta, responsabilidad, restitución o retractación. Antes bien, priman las actitudes laxas -por no decir lacias-, derivadas de que este sistema y su obsesión por la seguridad nos evite la caída. -Otra opción igual de tibia es ir por ahí de loser de pacotilla, como esos que brotan en la barra de algunos bares-. Quien no tiene de qué arrepentirse, o no ha vivido o no se ha enterado o es un crack del guasap. "Existe todo -decía Quiñones-/ para que lo perdamos después, antes,/ para que no cesemos de vivir y perder"… Puestas a arrepentirnos, vale más que la segunda oportunidad nos la conceda la misericordia del otro, no el guasap. Eso sostengo. (Pues ya verán como soy la primera rescatar un mensaje en cuanto se pueda. Me desordeno amor, me desordeno…).
No hay comentarios:
Publicar un comentario