El suplemento Salud fue lanzado el 11 de abril de 2012, a sólo cuatro jornadas de haberse conmemorado el Día Mundial de la Salud, y estuvo marcado por el espíritu de esa fecha. Es por ello que cada año, con motivo del aniversario, realizamos una mesa redonda relacionada con el tema elegido en las distintas oportunidades por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para destacar la efeméride, con el fin también de contribuir a la concientización y la sensibilización de la comunidad y las autoridades de los distintos niveles.
Este año, el Día Mundial de la Salud estuvo dedicado a la depresión, un padecimiento mental que, se estima, afecta a más de 300 millones de personas en el mundo. Aunque la OMS advierte que se calcula un incremento en el número de casos de más del 18 por ciento entre 2005 y 2015, también destaca que está subdiagnosticada, en buena medida porque se teme a la estigmatización.
La depresión es definida como un trastorno caracterizado por la presencia de tristeza persistente, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración. Asimismo, puede traer aparejada la incapacidad para llevar a cabo actividades cotidianas de la persona, durante al menos dos semanas.
Su gravedad está en función del tipo (tiene varias clasificaciones), pero en general en todas sus variantes las personas mejoran con tratamiento.
La OMS, además, destaca que el diagnóstico es confiable y que, en caso de ser necesario, puede ser tratado por no especialistas en el ámbito de la atención primaria de la salud, con el fin de facilitar el abordaje.
Para hablar sobre el tema, La Voz reunió a Juan Carlos Molina, doctor en Psicología, investigador Principal del Conicet y profesor Titular de Psicobiología Experimental de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC); Javier Aguirre, doctor en Psicología y docente de la cátedra de Psicopatología Experimental de la UNC; la psiquiatra Cristian García Moreno, jefa del Departamento de Instituciones con Internación de la Secretaría de Salud Mental del Ministerio de Salud de la Provincia; la licenciada en Psicología Claudia Simonini, coordinadora de los Servicios de Salud Mental de hospitales públicos también de la Secretaría de Salud Mental de la Provincia y la licenciada en Psicología Claudia Sosa, subdirectora de Prevención y Sensibilización Social de la Municipalidad de Córdoba.
La autoprescripción de medicamentos también puede demorar la detección. Por caso, como la ansiedad suele ser una de sus manifestaciones, se busca calmarla con ansiolíticos sin indicación de especialista. “En la Argentina se ha popularizado el uso de ansiolíticos –destacó Molina–. Entonces, enfocan directamente en el problema más visible”. Como consecuencia –añadió– el problema puede agravarse, porque se puede generar en el paciente una dependencia al fármaco.
Aguirre advirtió además que la popularización del término “depresión” y la difusión de sus síntomas también puede generar el riesgo del autodiagnóstico. Es decir, que la persona no admita o no se permita atravesar por periodos de tristeza, que es uno de los síntomas, y que pueden tener una explicación relacionada con una circunstancia coyuntural. “Esto no implica negar la depresión”, aclaró. Y es que el diagnóstico no implica la detección de un síntoma, sino la coexistencia de varios de ellos, además de analizar factores relacionados con el momento y el entorno.
Hubo una coincidencia en que el abordaje comunitario, con la participación de distintos actores incluyendo los no especialistas, ayuda a la detección, para completar el proceso luego con la derivación al profesional de salud mental.
Así como hay factores protectores, como el fortalecimiento de lazos sociales, Simonini destaca que hay otros que pueden estar promoviendo este trastorno. “La posmodernidad trajo aparejado el individualismo, el aislamiento, la competencia y la aniquilación del otro, que puede reforzar la depresión”, afirmó.
La depresión como factor de riesgo de suicidio alienta también a posar la mirada sobre niños y adolescentes. Pero esto implica un desafío doble, porque podría desviar a extremos como el sobrediagnóstico, la medicalización de la infancia (una tendencia denunciada en los últimos años con la difusión masiva de síndromes de características difusas) o la indicación de recomendaciones que podrían interpretarse como mandatos y profundizar estados de angustia.
García Moreno subrayó que “el sujeto está atravesado por la cultura”, lo cual inevitablemente obliga a pensar en una multicausalidad. “No podemos excluir lo sociológico, ni lo ideológico. Es un abanico de causas y cada una podría merecer un análisis”, resaltó.
“Es importante tener en cuenta, más allá de los indicadores que leemos o escuchamos, el rasgo individual. Porque un comportamiento determinado puede no estar asociado con una depresión”, insistió Simonini.
Molina destacó la importancia de un enfoque preventivo y remarcó la necesidad de trabajar sobre factores de riesgo, como la depresión materna o las carencias afectivas tempranas. Consideró asimismo que no existe educación suficiente sobre el valor de la estimulación temprana afectiva. A lo cual, Sosa manifestó que en buena medida concientizar y educar sobre ella también forma parte del rol del Estado, a través de sus distintas áreas y efectores y en instancias preestablecidas que resultan oportunas, como la consulta por control de niño sano.
“En todas las instancias que el Estado ofrece de salud este tipo de recomendaciones deben ser dichas, transmitidas. Uno puede pensar que es algo natural para muchas personas, pero hay algunas que no lo saben hacer, porque no lo han vivido, porque no lo aprendieron”, aseveró Sosa.
Finalmente, García Moreno concluyó en la importancia de que estas fechas de concientización –y las acciones posteriores que puedan inspirar– sirvan también para que los mensajes generen la posibilidad de hablar del malestar, sea cual fuere el segmento etario al que pertenezca quien lo padece. “Hay que desmitificar que si uno tiene un padecimiento emocional o psíquico, o si accede a un profesional de salud mental, eso conlleve un estigma social”, remarcó. Contribuir a quitar esa barrera invisible para que el tabú no impida hablar sobre el tema, aunque el primer interlocutor para ello no sea un profesional de salud mental. La reflexión final de García Moreno va en línea con las dadas a conocer por la OMS, que, precisamente, bautizó su campaña “Hablemos de depresión”.
Este material puede verse y descargarse gratuitamente de http://bit.ly/2oeLHv8.
Según el organismo, el objetivo es que el público en general esté mejor informado sobre la depresión, sus causas y sus posibles consecuencias.
También que las personas con depresión sin tratar pidan ayuda y que los familiares, los amigos y los colegas de quienes padecen depresión puedan también apoyarlas.
18 por ciento aumentó el número de casos entre 2005 y 2015. Esto puede deberse al efecto del entorno y a que se conoce más.
1 de cada 20 argentinos sufre depresión, según alertaron varias asociaciones profesionales.
Este año, el Día Mundial de la Salud estuvo dedicado a la depresión, un padecimiento mental que, se estima, afecta a más de 300 millones de personas en el mundo. Aunque la OMS advierte que se calcula un incremento en el número de casos de más del 18 por ciento entre 2005 y 2015, también destaca que está subdiagnosticada, en buena medida porque se teme a la estigmatización.
La depresión es definida como un trastorno caracterizado por la presencia de tristeza persistente, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración. Asimismo, puede traer aparejada la incapacidad para llevar a cabo actividades cotidianas de la persona, durante al menos dos semanas.
La OMS, además, destaca que el diagnóstico es confiable y que, en caso de ser necesario, puede ser tratado por no especialistas en el ámbito de la atención primaria de la salud, con el fin de facilitar el abordaje.
Para hablar sobre el tema, La Voz reunió a Juan Carlos Molina, doctor en Psicología, investigador Principal del Conicet y profesor Titular de Psicobiología Experimental de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC); Javier Aguirre, doctor en Psicología y docente de la cátedra de Psicopatología Experimental de la UNC; la psiquiatra Cristian García Moreno, jefa del Departamento de Instituciones con Internación de la Secretaría de Salud Mental del Ministerio de Salud de la Provincia; la licenciada en Psicología Claudia Simonini, coordinadora de los Servicios de Salud Mental de hospitales públicos también de la Secretaría de Salud Mental de la Provincia y la licenciada en Psicología Claudia Sosa, subdirectora de Prevención y Sensibilización Social de la Municipalidad de Córdoba.
La derivación es clave
Uno de los primeros temas que se abordó en la reunión es cómo llega una persona con depresión al consultorio del especialista, con la posibilidad que esto implica de un tratamiento oportuno, que mejore la calidad de vida y evite el riesgo de complicaciones severas. Y una de las alternativas destacadas fue la derivación del médico clínico. En ese sentido, García Moreno señaló que la capacitación de los profesionales que no son especialistas en salud mental es clave. “A veces, nos llegan pacientes que han deambulado por médicos de distintas especialidades, con síntomas enmascarados y con la indicación de múltiples medicamentos para tratar distintas afecciones”, afirmó. “La depresión enmascarada puede ser tratada por ejemplo como alcoholismo o dependencia de sustancias, es decir, toma distintas formas. Que el médico clínico pueda hacer una detección precoz es una estrategia importante”, añadió
Comorbilidades
Molina apuntó, asimismo, que este padecimiento tiene múltiples comorbilidades (es decir, trastornos o enfermedades que se suman al original), como el alcoholismo y otras dependencias a sustancias, algunas demencias como el alzheimer y dolores crónicos. “Generalmente, el médico clínico focaliza su actuación en el motivo de la consulta y ve a la depresión como sintomática, no como coexistente”, señaló.La autoprescripción de medicamentos también puede demorar la detección. Por caso, como la ansiedad suele ser una de sus manifestaciones, se busca calmarla con ansiolíticos sin indicación de especialista. “En la Argentina se ha popularizado el uso de ansiolíticos –destacó Molina–. Entonces, enfocan directamente en el problema más visible”. Como consecuencia –añadió– el problema puede agravarse, porque se puede generar en el paciente una dependencia al fármaco.
Aguirre advirtió además que la popularización del término “depresión” y la difusión de sus síntomas también puede generar el riesgo del autodiagnóstico. Es decir, que la persona no admita o no se permita atravesar por periodos de tristeza, que es uno de los síntomas, y que pueden tener una explicación relacionada con una circunstancia coyuntural. “Esto no implica negar la depresión”, aclaró. Y es que el diagnóstico no implica la detección de un síntoma, sino la coexistencia de varios de ellos, además de analizar factores relacionados con el momento y el entorno.
Hubo una coincidencia en que el abordaje comunitario, con la participación de distintos actores incluyendo los no especialistas, ayuda a la detección, para completar el proceso luego con la derivación al profesional de salud mental.
Así como hay factores protectores, como el fortalecimiento de lazos sociales, Simonini destaca que hay otros que pueden estar promoviendo este trastorno. “La posmodernidad trajo aparejado el individualismo, el aislamiento, la competencia y la aniquilación del otro, que puede reforzar la depresión”, afirmó.
La depresión como factor de riesgo de suicidio alienta también a posar la mirada sobre niños y adolescentes. Pero esto implica un desafío doble, porque podría desviar a extremos como el sobrediagnóstico, la medicalización de la infancia (una tendencia denunciada en los últimos años con la difusión masiva de síndromes de características difusas) o la indicación de recomendaciones que podrían interpretarse como mandatos y profundizar estados de angustia.
García Moreno subrayó que “el sujeto está atravesado por la cultura”, lo cual inevitablemente obliga a pensar en una multicausalidad. “No podemos excluir lo sociológico, ni lo ideológico. Es un abanico de causas y cada una podría merecer un análisis”, resaltó.
Dimensiones
Aguirre planteó la existencia de dos grandes dimensiones. “Por un lado, la dimensión social, que puede estar vinculada con muchas causas. Por otro, un campo singular, donde lo social no es suficiente”.“Es importante tener en cuenta, más allá de los indicadores que leemos o escuchamos, el rasgo individual. Porque un comportamiento determinado puede no estar asociado con una depresión”, insistió Simonini.
Molina destacó la importancia de un enfoque preventivo y remarcó la necesidad de trabajar sobre factores de riesgo, como la depresión materna o las carencias afectivas tempranas. Consideró asimismo que no existe educación suficiente sobre el valor de la estimulación temprana afectiva. A lo cual, Sosa manifestó que en buena medida concientizar y educar sobre ella también forma parte del rol del Estado, a través de sus distintas áreas y efectores y en instancias preestablecidas que resultan oportunas, como la consulta por control de niño sano.
“En todas las instancias que el Estado ofrece de salud este tipo de recomendaciones deben ser dichas, transmitidas. Uno puede pensar que es algo natural para muchas personas, pero hay algunas que no lo saben hacer, porque no lo han vivido, porque no lo aprendieron”, aseveró Sosa.
Finalmente, García Moreno concluyó en la importancia de que estas fechas de concientización –y las acciones posteriores que puedan inspirar– sirvan también para que los mensajes generen la posibilidad de hablar del malestar, sea cual fuere el segmento etario al que pertenezca quien lo padece. “Hay que desmitificar que si uno tiene un padecimiento emocional o psíquico, o si accede a un profesional de salud mental, eso conlleve un estigma social”, remarcó. Contribuir a quitar esa barrera invisible para que el tabú no impida hablar sobre el tema, aunque el primer interlocutor para ello no sea un profesional de salud mental. La reflexión final de García Moreno va en línea con las dadas a conocer por la OMS, que, precisamente, bautizó su campaña “Hablemos de depresión”.
Recomendaciones de la OMS
- La entidad destaca la importancia de hablar sobre el padecimiento.
- Hable de sus sentimientos con alguien de su confianza.
- Solicite ayuda profesional. Hablar con un profesional sanitario local o con su médico de cabecera es un buen punto de partida.
- No se aísle. Mantenga el contacto con familiares y amigos.
- Haga ejercicio regularmente, aunque se trate de un pequeño paseo.
- Mantenga hábitos regulares de alimentación y sueño.
- Evite o limite la ingesta de alcohol y absténgase de consumir drogas ilícitas, ya que estos productos pueden empeorar la depresión.
- Siga haciendo las cosas que siempre le han gustado, incluso cuando no le apetezca.
- Tome conciencia de sus pensamientos negativos y autocríticos persistentes e intente sustituirlos.
Fuentes confiables para recursos gratuitos
La Organización Mundial de la Salud (OMS) incluye en su sitio de internet videos y otros recursos gráficos con el fin de que puedan compartirse en la comunidad, ya sea en las redes sociales o para ser trabajados en ámbitos específicos, como el educativo.Este material puede verse y descargarse gratuitamente de http://bit.ly/2oeLHv8.
Según el organismo, el objetivo es que el público en general esté mejor informado sobre la depresión, sus causas y sus posibles consecuencias.
También que las personas con depresión sin tratar pidan ayuda y que los familiares, los amigos y los colegas de quienes padecen depresión puedan también apoyarlas.
Cifras
300 millones de personas en el mundo se estima que padecen depresión. No siempre se llega al diagnóstico.18 por ciento aumentó el número de casos entre 2005 y 2015. Esto puede deberse al efecto del entorno y a que se conoce más.
1 de cada 20 argentinos sufre depresión, según alertaron varias asociaciones profesionales.
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