Puede que la mayor 'justicia' del caso Romanones sea lo que ha ocurrido en paralelo. Espoleando conciencias. Rompiendo tabúes
Se imagina al Papa enviando un WhatsApp a un joven diciéndole que no le localiza y que seguirá intentándolo? Ocurrió. El 10 de agosto de 2014. A las 17.32 de la tarde. "Querido David: Soy el padre Jorge, bueno, el papa Francisco. Te he llamado y no contestas. Esta tarde lo volveré a intentar. Un abrazo de paz".
Lo sabemos ahora. Tres años después. Cuando la justicia ha sentenciado que el padre Román no es culpable de abusos sexuales. Cuando el polémico cura del Zaidín, el líder del clan de los Romanones, ha quedado absuelto "ante la falta, total y absoluta, de pruebas" y la aplastante debilidad del testimonio del denunciante. Después de escuchar a 40 testigos y 14 peritos en una de las causas más mediáticas que se han celebrado en la Audiencia Provincial.
Daniel (nombre ficticio de David) ha situado Granada en el vergonzoso mapa de la pederastia desencadenando el mayor juicio contra el abuso de menores que ha afectado hasta ahora a la Iglesia española, ha motivado la intervención directa del Papa -lo llegaría a llamar por teléfono para pedirle perdón y animarlo a acudir a los tribunales- y ha contribuido a romper un velo de secretismo y complicidad en los estamentos eclesiásticos que ya no tiene vuelta atrás.
Puede que ésta sea la mayor justicia del caso Romanones; lo que ha ocurrido en paralelo al juicio. Espoleando las conciencias. Sensibilizando. Rompiendo tabúes. Obligándonos a dar un paso más allá del insistente debate sobre la presunción de inocencia y las 'penas' de telediario.
Porque la verdad de Daniel nunca fue la verdad del padre Román. Ni siquiera la del Papa Francisco cuando proclamó aquello de "la verdad es la verdad y no debe esconderse". El mensaje de WhatsApp ha terminado siendo más que una anécdota porque el joven denunciante, que supuestamente sufrió abusos entre 2004 y 2007 cuando era menor de edad, siempre había mantenido que la comunicación con el Pontífice se produjo el día 24, dos semanas después. ¿Por qué ocultarlo? ¿Lo ha olvidado? ¿Sólo esta parte o todo el relato? ¿Hubo una historia real que se ha magnificado, adornado, acrecentado y reconstruido para sostener la acusación penal?
Son datos "objetivos" sobre los que no cabría la duda. Como el examen del forense que reveló que el sacerdote no tenía una cicatriz en la rodilla, ni una pequeña mancha de color café en la piel que envuelve el pene, ni está operado de fimosis… No son detalles morbosos con los que ocupar titulares en un tabloide; son hechos comprobables que van dibujando el plano de lo demostrable sobre los que un tribunal edifica una sentencia. Destapando incongruencias. Sacando a la luz las contradicciones. ¿Las mentiras?
Primero fue el varapalo de la prescripción de delitos -inicialmente estaban imputados diez sacerdotes y dos laicos- y, después de un agónico juicio, Daniel ha terminado siendo su peor testigo. El caso Romanones ha concluido como se esperaba desde aquella mañana en que el fiscal giró su interrogatorio y lo focalizó en Daniel .Y tanto lo puso contra las cuerdas, tanto lo hizo tambalearse, que en su alegato final llegó a decir que era "imposible saber" si se habían producido abusos sexuales o había una "conspiración del Opus Dei". No sólo no se acreditaban los hechos denunciados; se apuntaban "motivos espúreos" en el origen del caso.
Probablemente, todo no ha sido tan "espontáneo" como parecía... ¿Lo es alguna vez? ¿Pero eso significa que nada ocurrió? ¿Es el padre Román el "santo" que ya reivindican los feligreses de su parroquia? Y, por mucho que se resistan a que hablemos de "clan" y de "secta", ¿es normal ese ambiente de familiaridad entre curas y monaguillos? Las propiedades que manejaban, las convivencias que organizaban, ese derroche de "amor fraternal" después de las homilías…
Sin pensar, seguro, en el mundo judicial, sentenció Machado que "se miente más de la cuenta"; que "también la verdad se inventa". Ocurre con las que se fabrican; pero también con las que se desmontan. Porque ninguna verdad lo es de forma absoluta. Porque son volubles y maleables. Con sombras. Incluso las que emanan de un tribunal.
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