Aunque algunos hayan finalizado ya sus vacaciones estivales, aún faltan 43 días para decir adiós al verano. Durante esta estación, nuestro ritmo de vida se ha modificado sustancialmente, adaptándose a las nuevas necesidades y circunstancias climatológicas, como las sucesivas olas de calor que hemos sufrido durante el mes de julio.
Según el doctor Francisco Javier Lavilla, especialista en el Servicio de Nefrología de la Clínica Universidad de Navarra, aunque el organismo tiene la capacidad de adaptarse con facilidad a los cambios del entorno, esa capacidad tiene un límite que no se puede superar.
En este sentido, tenemos que tener presente qué tipos de cambios se producen y qué efectos tienen estos sobre nuestra salud para saber así cómo actuar. Entre ellos, podemos destacar:
- La duración del día es mucho mayor, incrementándose de forma notable la exposición lumínica: esta mayor duración del día viene acompañada por un mayor tono vital. El organismo humano es sensible a la presencia de una mayor intensidad lumínica. Esa intensidad genera un biorritmo que tiende a prolongar la actividad a lo largo del día. De hecho, incluso el estado de ánimo resulta estimulado por esa mayor presencia de la luz solar, que no sólo viene determinada por la duración del día, sino por la intensidad de las radiaciones que la conforman. En este sentido tendemos a alargar las horas de ocio y, con ello, solemos retrasar y acortar las horas de sueño. Es importante que cuidemos las 8 horas de descanso.
- Aumento de la temperatura: al principio, existe una notable diferencia térmica entre la noche y el día, sobre todo en determinadas zonas geográficas. Sin embargo, el calor, no sólo se va haciendo presente por la mañana y tarde, sino también por la noche. Cuando el calor se vuelve estable, el organismo sufre considerablemente, sobre todo en el manejo de los líquidos corporales. Ese manejo resulta difícil cuando el organismo sufre un deterioro previo (neurológico, cardiológico, renal, metabólico o respiratorio). Con esa necesidad, el agua es fundamental (sobre todo para los más mayores y pequeños), aunque a veces se tiende a abusar de otros tipos de bebida que no son igualmente sanas (por su contenido en hidratos de carbono o gas). También es importante que nuestra vestimenta sea ligera y traspire y evitar las horas de mayor exposición solar (12h-16h).
- El clima se vuelva más seco: interrumpido con momentos de inestabilidad atmosférica que, además de provocar precipitaciones, contribuyen a la presencia de cambios térmicos. Por este motivo, muchas personas se resfrían o presentan dolor de garganta y cabeza. Esa sequedad en el ambiente también viene detonado por el abuso del aire acondicionado, apareciendo problemas respiratorios u otorrinolaringológicos.
- Cambios significativos en la dieta: nuestra alimentación se adapta también a esta época del año, con la entrada de alimentos frescos en abundancia que facilitan llevar una dieta más sana. Esos cambios en la dieta, habitualmente el organismo puede aguantarlos bien, pero si abusamos de manera desordenada de alimentos poco saludables (helados, bebidas alcohólicas o alimentos cocinados con exceso de aceite), no sólo aumentará nuestro masa corporal, sino que también sufriremos cambios en el ritmo intestinal.
- Presencia de las vacaciones: las vacaciones no sólo el ritmo laboral, sino también todo lo relacionado con la vida familiar, como sucede con los más pequeños y jóvenes al abrirse el período vacacional sin actividades escolares. Las vacaciones deben tener un carácter de descanso, pero también tienen que suponer un tiempo para mejorar o poner en marcha un estilo de vida que mejore la salud. Para ello, es aconsejable seguir estas 6 pautas :
- Planificar un lugar de vacaciones apto para toda la familia
- Mentalizarse de que se trata de un periodo de tiempo de descanso
- Practicas hábitos de vida saludables (ejercicio físico o un hobby nuevo)
- Mantener un hábito dietético sano
- No descuidar los horarios
- Al finalizar las vacaciones vuelva progresivamente a la rutina
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