Psicólogo en Apsimad
Vega (mujer, 29 años, periodista, desempleada) padece depresión. Desde hace meses experimenta un estado de ánimo decaído, sentimientos de poca valía, incapacidad para disfrutar o sentir placer, irritabilidad, dificultades de concentración, sensación de fatiga, alteraciones del sueño y del apetito.Carmen, su madre, insiste en ir a su casa a hacer la comida; Víctor, su pareja, ha aparcado sus aficiones y amigos para estar con ella; Alberto, su hermano, le pide que se anime; Candela, su hermana, evita hablar del asunto; Marta, su amiga, insiste en que la homeopatía le cambió la vida; Álvaro, se molesta porque no sale a tomar unas cañas; David, teoriza sobre el origen de sus problemas.
La depresión es un problema que no solo afecta quien la padece, también impacta gravemente en las vidas de las personas que rodean al paciente. En muchos casos, las parejas, madres, padres, hermanos o amigos pueden sentirse impotentes ante una situación que es difícil de entender y gestionar.
El apoyo social, la seguridad afectiva o simplemente el hecho de compartir actividades placenteras son aspectos clave en el proceso de recuperación del paciente. No obstante, no debemos olvidar de que se trata de un proceso individual, del que se entra y sale solo. Cada persona es diferente y por tanto también lo es su entorno y su propio proceso depresivo. Sin embargo podemos encontrar algunos errores comunes que, aunque bien intencionados, no suelen ayudar a la persona deprimida.
1. Esto no es nada, es sólo una mala racha.
A pesar de que intentamos animar a la persona deprimida, quitar hierro de forma exagerada puede dificultar su recuperación. Reconocer y entender el problema es uno de los primeros pasos para buscar su solución. La depresión no es un momento pasajero de tristeza. La tristeza es una emoción normal y adaptativa. Estar deprimido implica padecer una enfermedad mental.
2. ¡Pero pon de tu parte y anímate!
Una persona deprimida ya ha intentado animarse. La persona deprimida no ha decidido estar así. No es una posición cómoda. Tareas que antes se hacían de manera automática ahora pueden resultar agotadoras o carentes de sentido. No debemos obviar lo incapacitante que resulta la enfermedad y esperar que el la persona deprimida actúe como una persona sana. Se trata de buscar el equilibrio entre el entendimiento de su estado y la exigencia de implicación en su propio proceso de recuperación.
3. Ya te lo hago yo, o caer en la sobreprotección.
Foto: ISTOCK |
Con el ánimo de cuidar o proteger a la persona deprimida, podemos llegar asumir sus responsabilidades, tareas o decisiones. De esta forma favorecemos dinámicas de dependencia o anulación que componen factores mantenedores el proceso depresivo. Debemos apoyar a la persona en el día a día, especialmente en aquellos momentos de mayor incapacidad, sin embargo no debemos caer en la sobreprotección. La recuperación requiere un rol activo del paciente, eso sí, en la medida de sus posibilidades en cada momento del proceso.
4. Pero no hablemos de eso, que te pones peor.
En algunas ocasiones, con vistas a evitar su malestar negamos la posibilidad de que la persona comparta o exprese su tristeza, rabia o apatía. No hablar sobre el problema no hace que no exista. Lidiar con emociones que entendemos negativas no es fácil, pero su evitación excesiva puede fomentar sentimientos de culpabilidad, incomprensión o aislamiento en la persona deprimida.
5. Tienes razón, la vida es puro sufrimiento.
Convivir con una persona deprimida afecta a nuestro estado anímico. En ocasiones, ya sea por nuestro propio abatimiento o por reconocer la importancia del problema, podemos acabar alimentando el discurso pesimista. Debemos recordar que empatizar no es adoptar el pensamiento del otro. Aceptar la gravedad de la depresión no implica bajar los brazos, debemos mantener un horizonte de recuperación y restablecimiento.
6. Yo sólo estoy aquí para ti.
Para ser capaces de apoyar, debemos estar bien y no olvidar nuestras necesidades. Convivir con la enfermedad mental nos hace vulnerables y en algunos momentos podemos sentirnos culpables. Sin embargo, debemos priorizar nuestro bienestar y, en la medida de lo posible, no debemos renunciar a esos grandes y pequeños placeres que componen nuestros días. Sólo así seremos capaces de ofrecer nuestro apoyo, sólo así seremos un referente saludable.
7. ¡Pero otra vez estás así!
El proceso de recuperación no es siempre lineal. Existen altibajos y recaídas. Aunque hace una semana la persona deprimida estuviera animada o comunicativa, una recaída no significa que haya decidido caer en un agujero de nuevo. Es necesario tener paciencia y no imponer el ritmo de recuperación que creamos adecuado.
8. Mira, esto lo he vivido yo.
Debemos acompañar, pero no imponer o tutorizar. Tal vez otra persona cercana o nosotros mismos hayamos pasado por una experiencia que entendemos similar, y tal vez nos ha funcionado la meditación, la homeopatía o adoptar una mascota. Aunque no siempre es fácil, debemos intentar empatizar, acompañar y escuchar, sin caer en la imposición de recetas o consejos basados en vivencias propias o ajenas.
9. Este episodio depresivo mayor está en fase aguda.
La cercanía no otorga capacidad o formación para ofrecer atención psicológica. Ser pareja, padre, hermana o amiga de una persona deprimida nos hace ser figuras cruciales en su recuperación, pero no psicólogos o psiquiatras. Es interesante informarnos, pero debemos resistir la tentación de suplantar al profesional. Nuestro papel debe ser el de apoyar la búsqueda de atención psicológica adecuada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario