A partir de 2025, Granada empezará a perder anualmente una media de un millar de habitantes. Los flujos migratorios han cambiado totalmente desde la crisis económica.
E. ABUÍN · R. ESPINO GRANADA
Granada se está convirtiendo en una provincia vieja. Cuántas veces se habrá escuchado este alegato de la boca de un paisano. En definitiva esta no es otra que la observación demográfica que haría cualquier persona que se detenga a estudiar la fisonomía de las calles y las plazas de la capital y el resto de municipios, donde los juegos de niños han dejado paso al ocio de los jubilados. Algo que se demuestra con las series demográficas del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en las que se pone de manifiesto que los mayores de 65 años son el grupo de edad que va ganando más terreno social. La esperanza de vida va en aumento y las personas en edad de pensionistas superan con creces a los menores de 16 años.
Los últimos datos del padrón continuo, pertenecientes al 1 de enero de 2015, indican que en Granada tiene 914.707 habitantes, de los cuales el grupo de edad más numeroso es el que comprende la franja entre los 16 y los 44 años (356.276), seguidas de la de 45-64 (249.636) y de la de mayores de 65 (158.240), quedando para el final los menores de 16 (150.555). Esta clasificación no habla de otra cosa que del envejecimiento progresivo de la provincia.
E irá en aumento, ya que si no hay un giro demográfico mayúsculo, las variables señalan que la población granadina sufrirá un retroceso sin precedentes en los próximos quince años. Mientras la natalidad sigue en picado-a pesar de su ligero incremento en la provincia de los dos últimos años-, la esperanza de vida sigue disparándose hacia arriba. A todo esto contribuye que los flujos migratorios han pasado a equilibrarse e, incluso, a reflejar una pérdida de población masiva durante toda la crisis.
Las previsiones señalan que este cocktail demográfico hará perder a Granada más de 10.000 habitantes de aquí al 2029. La situación se pondrá cuesta abajo a partir de 2025, cuando todo apunta a que Granada irá perdiendo una media anual de 1.000 habitantes.
Este proceso podría llevar a duplicar en el 2050 la tasa de dependencia con respecto a los niveles actuales. En ausencia de medidas de política económica correctoras, la inflexión demográfica y el envejecimiento de la población determinarían aumentos del gasto público en pensiones; en sanidad y en ayuda social a los mayores que difícilmente se podrán ver compensados por el recorte de otras partidas sociales -como la educación-, o por cambios en el patrón recaudatorio. Estas proyecciones marcan, por tanto, un deterioro de las finanzas públicas en el largo plazo y reclaman el desarrollo de políticas más equilibradas que alteren esta situación.
Con los análisis de sensibilidad disponibles con respecto a distintas hipótesis de partida indican que el fenómeno de envejecimiento de la población es, desde la perspectiva actual, difícil de evitar, a pesar de que el incremento de la tasa de natalidad o la inmigración podrían atenuar su magnitud. Solo el tiempo lo dirá.
Los últimos datos del padrón continuo, pertenecientes al 1 de enero de 2015, indican que en Granada tiene 914.707 habitantes, de los cuales el grupo de edad más numeroso es el que comprende la franja entre los 16 y los 44 años (356.276), seguidas de la de 45-64 (249.636) y de la de mayores de 65 (158.240), quedando para el final los menores de 16 (150.555). Esta clasificación no habla de otra cosa que del envejecimiento progresivo de la provincia.
E irá en aumento, ya que si no hay un giro demográfico mayúsculo, las variables señalan que la población granadina sufrirá un retroceso sin precedentes en los próximos quince años. Mientras la natalidad sigue en picado-a pesar de su ligero incremento en la provincia de los dos últimos años-, la esperanza de vida sigue disparándose hacia arriba. A todo esto contribuye que los flujos migratorios han pasado a equilibrarse e, incluso, a reflejar una pérdida de población masiva durante toda la crisis.
Las previsiones señalan que este cocktail demográfico hará perder a Granada más de 10.000 habitantes de aquí al 2029. La situación se pondrá cuesta abajo a partir de 2025, cuando todo apunta a que Granada irá perdiendo una media anual de 1.000 habitantes.
Este proceso podría llevar a duplicar en el 2050 la tasa de dependencia con respecto a los niveles actuales. En ausencia de medidas de política económica correctoras, la inflexión demográfica y el envejecimiento de la población determinarían aumentos del gasto público en pensiones; en sanidad y en ayuda social a los mayores que difícilmente se podrán ver compensados por el recorte de otras partidas sociales -como la educación-, o por cambios en el patrón recaudatorio. Estas proyecciones marcan, por tanto, un deterioro de las finanzas públicas en el largo plazo y reclaman el desarrollo de políticas más equilibradas que alteren esta situación.
Con los análisis de sensibilidad disponibles con respecto a distintas hipótesis de partida indican que el fenómeno de envejecimiento de la población es, desde la perspectiva actual, difícil de evitar, a pesar de que el incremento de la tasa de natalidad o la inmigración podrían atenuar su magnitud. Solo el tiempo lo dirá.
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